Capítulo 209
Raúl hace cosas raras
“¿Se quitará ya la mascarilla por lo menos? Porque bastante raro es que en pleno 2023 todavía lleve mascarilla todos los días en todas partes desde hace semanas.”
Por la mañana he pasado cerca de una hora charlando por teléfono con Alex. Le he contado todas las novedades y, por primera vez, me ha dado la sensación de que no ha sabido qué contestarme o cómo ayudarme. Mis problemas son capaces incluso de abrumar a alguien como él… Es increíble.
Después de eso, veo que tengo un mensaje del contacto ese nuevo raro. Salamander, o como sea. A ver qué quiere…
[Salamander. 13:00]
Siento mucho todo lo que te ha pasado.
Ojalá hubiese podido ayudarte de alguna forma.
[Izan. 13:23]
¿Quién eres?
¿Cómo me hubieses podido ayudar?
¿Por qué?
[Salamander. 13:27]
Por favor, no te pongas a la defensiva.
De verdad que intentamos hacer lo que pudimos.
Pero no es fácil moverse al margen del calendario.
[Izan. 13:28]
¿Intentamos?
¿Tú y alguien más nos salvó del incendio?
[Salamander. 13:30]
Prefiero no darte demasiados detalles sobre eso.
Todavía no.
Pero todo llegará.
Quiero hacer las cosas en cierto orden para que todo salga lo mejor posible.
No es fácil avanzar con tantas cosas en la cabeza…
Así que, por favor, confía en mí.
[Izan. 13:34]
O en vosotros, ¿no?
Se te ha escapado que no eres tú solo.
O tú sola.
O lo que sea.
[Salamander. 13:37]
No diré nada sobre eso.
Pero por quien más puedo hablar es por mí.
Por favor, Izan… Confía en mí.
Como no me dirá mucho más, no le hago más caso. No quiero que me mareen más. Si Rojo no me hubiese mareado tanto en su día, a lo mejor las cosas hubiesen terminado muy diferentes. Sí, entiendo los motivos, y no me pareció extraño que fuese tan precavido una vez me contó las razones… Pero creo que hay mejores formas de hacer las cosas. Aunque tampoco se le podía pedir mucho más, ya que, a fin de cuentas, Rojo era yo mismo…
Después de comer, escucho ruidos en el rellano, así que decido asomarme por la mirilla.
Ahí está. Raúl haciendo cosas raras. Con la mascarilla puesta, claro.
Está caminando de un lado para otro en el rellano y parece que esté ensayando una conversación, pero no oigo lo que dice. Gesticula y todo eso.
En cualquier otro momento de mi vida, seguro que hubiese abierto la puerta de golpe para ver cómo reaccionaba, pero… Hoy es que no tengo ganas de nada. No quiero interactuar ni quiero nada. Quiero tumbarme y mirar al techo. Quiero jugar con mi gato, como mucho. No quiero hacer nada más.
Pues hala, predicción cumplida. A dormir.
Eso me gustaría, pero parece que Raúl todavía tiene que hacer alguna cosa más, porque, poco rato después de eso, escucho por la ventana una pelea que está ocurriendo frente al portal. Cuando me asomo al balcón, veo que son Raúl y Jordi peleándose. En el momento en el que me asomo, Raúl empuja a Jordi y este se cae al suelo. Se acaba de pegar un golpe que parece serio. ¿Qué cojones…?
Corro hacia el portal para ver qué pasa. Cuando llego, Raúl me mira, asustado, y sale corriendo.
—¡¿Qué pasa?! —le digo antes de que se marche, pero no me hace ni caso. Se ha ido.
Me giro para ver cómo está Jordi. Se está acariciando el golpe en la cabeza, con los ojos cerrados, haciendo muecas de dolor.
—¿Te ayudo? —le digo, ofreciéndole mi mano.
—Sí, por favor… Au, con cuidado. Creo que me he mareado.
—¿Qué ha pasado? ¿Y qué haces aquí otra vez?
—Ya te lo… ¡Oye! ¿Qué son esas quemaduras? ¡¿Qué ha pasado?!
—Prefiero no hablar del tema.
—Pero… ¿Estás bien?
—Sí, no son muy graves. Ahora, repito: ¿qué ha pasado y qué haces aquí?
—Ya te lo dije… —dice, tambaleándose un poco—. Vivo cerca de aquí, y cuando me encuentro con tu vecino el rubito de la mascarilla, me intento acercar para comprobar si es alguien que conozco. Me da muy mala espina…
—¿Por qué os habéis pegado?
—Le he preguntado si nos conocíamos —dice, mirando en la dirección por la que Raúl se ha escapado—. No me ha querido contestar y, a ver, admito que yo me he puesto un poco pesado.
—Me cuadra.
—Me ha empezado a insultar y a empujar, y yo le he dicho que si estaba tan a la defensiva era por algo, porque nos conocíamos de algo. He intentado que se quite la mascarilla. ¡Te prometo que no lo he hecho con violencia ni nada! Solo se lo pedía. Y ya lo has visto. Ha seguido con los empujones hasta que ha conseguido tirarme al suelo. Llego a tener una mala caída y me quedo en el sitio… Qué dolor… Qué mal golpe…
—Te pones muy pesado, yo ya te lo dije.
—¡Oye! —me dice, pegándome un golpe que me ha parecido casi inocente—. Que ya lo he confesado yo mismo eso. Lo que pasa es que me tiene muy preocupado ese chico de la mascarilla.
—Se llama Raúl Linares Amorós —le digo—. ¿Te dice algo ese nombre?
—Raúl… Tengo que pensarlo. A lo mejor es un nombre falso, o a lo mejor yo lo conocía con otro nombre… Aunque me quiere sonar…
—Pues oye, si te enteras de quién es, dímelo, que yo solo sé que hace cosas muy raras y que no se quita nunca la mascarilla.
—Descuida. Y perdón si he vuelto a molestar por la zona de tu casa. Hoy no tenía intención de hacerlo, pero se ha dado así.
—No te preocupes —le digo, y quiero que entienda que de verdad no pasa nada—. Todo bien.
No sé cómo, pero me ha salido por instinto darle la mano. Él sonríe al ver el gesto y me corresponde. Creo que le ha hecho ilusión y todo.
Poco después de eso se va. Yo me quedo sin saber por qué Raúl hace todo lo que hace, o de qué le suena a Jordi. No tengo cabeza para esto.
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