top of page

Lunes 28 de agosto de 2023

Joel Soler

Actualizado: 29 ago 2023


Capítulo 181

Sale toda la verdad

“Oye, en serio… Qué ansiedad. ¿Qué verdad sale ahora? ¿Descubro algo interesante,

o es a mí al que descubren? ¿No es suficiente con la tremenda pillada de ayer?”



Me despierto y… Madre mía. En teoría nos íbamos a despertar todos a eso de las nueve para aprovechar el día, y son como las diez y media. Me he despertado porque alguien ha puesto música a todo volumen, que si no…

¿Por qué nadie me ha avisado? ¿Y qué pasa con mi desayuno?

Salgo de la habitación y la única que está en casa es Anna. Lleva un pañuelo de cuadros rojos y verdes. Creo que lo llevó al principio del viaje también. Voy a tener que tomar nota sobre sus pañuelos o algo, porque podrían darme pistas sobre lo que me voy a terminar encontrando.

—¡Por fin! —dice—. Llevo rato con la música a tope, pero no había manera.

—He dormido poquísimo…

—Hala, ¿y eso?

—No sé. Mucho en lo que pensar…

—¿Es mi culpa? —dice, apresurada—. Es porque ayer te hice todas esas preguntas, ¿no? ¿Te asusté?

—Tranquila. Son muchas cosas. Se me mezcló también la historia con Abril y más cositas mías. No te preocupes.

—¿Seguro?

—Seguro.

Ella me mira con una sonrisa y me abraza. Me aprieta fuerte, como queriendo romperme las costillas.

—¡Lo primero es que tú estés bien! Porque tú sabes por qué te he despertado, ¿no?

—¿Porque los demás se han despertado hace siete años y ya iba tocando?

—Bueno, también. Pero te he puesto la música a todo trapo para que te despiertes justo a tiempo para lo que se está preparando. Ya mismo salen del horno… Llegó el día…

—Sí por favor.

—Exacto, Izan. Tú y yo sabemos que lo deseas. Tengo muchísima confianza en cómo me han salido.

—Me muero de hambre…

Los pastelitos. Por fin. La receta mejorada. Llevo desde marzo obsesionado con volverlos a probar, pero nunca ha habido manera. Por fin, casi medio año después, llegó el momento. ¡Y receta mejorada!

—¿Dónde están los demás? ¿Ellos también han desayunado los pastelitos?

—Sí, y han triunfado. Pero tranquilo, que yo no iba a empezar tu ración hasta que te empezases a despertar, para que los tengas recién hechos. Los demás están en la piscina, así que este momento es para ti. Disfrútalo —se acerca un poco a mí—. A los tuyos les he echado un poco más de un ingrediente secreto. Ya verás, ya.

Espero en la mesa con la misma ilusión que un niño pequeño cuando sabe que los regalos de Navidad están al caer. Me muero de hambre, y huelen muy, muy bien. Huelen mejor que la otra vez. Debe de ser por la receta mejorada.

Aunque está en la cocina y vendrá ahora mismo, Anna ha decidido tentarme todavía más enviándome una foto del lote de pastelitos, con el mensaje “ya llegan…”

Tienen una pinta increíble. Veo que tienen varias formas, hechas con algún tipo de molde. Uno tiene como forma de estrella, otro de corazón, otro de algún tipo de pez… Pero hay uno que llama mi atención. ¿Qué es? Es como una flor, ¿no? Pero me suena muchísimo esa flor. Yo he visto esa forma en algún sitio. O, mejor dicho… ¿Por qué me importa tanto que tenga esa forma? Puede que solo me llame la atención porque los pastelitos más grandes son los que tienen esa forma. Debe de ser un molde diferente al resto.

Los pastelitos ya están aquí. Anna está muy ilusionada, y yo también. Pone la bandeja delante de mí.

—Disfrútalos, por favor. La receta mejorada está hecha pensando en ti. ¿Adivinarás el ingrediente secreto?

—¿El famoso ingrediente secreto está pensado para mí? Me vas a matar, Anna, de verdad.

Cojo uno de los que tienen forma de flor. Antes de dar el primer mordisco, lo huelo.

Es el mejor olor del mundo. No existe ni existirá un olor mejor que este. Es mucho mejor que los que trajo en marzo. Es el mejor olor… El mejor… El olor…

—¿Izan? ¿Qué te pasa?

—¿Qué…? —digo, pero casi ni me sale la voz.

Me estoy apretando el pecho. Muy fuerte. Duele muchísimo.

Lo huelo otra vez. No sé si me duele o no. El olor del pastelito me hace muchísimo daño y, a la vez, me reconforta. Me dice que tengo que estar ahí. Está aliviado… Me está diciendo que por fin estoy donde tengo que estar.

No sé si es nocivo o no, pero sí puedo estar seguro de una cosa: es el olor.

No importa cómo me sienta o qué pueda significar. Lo único que importa es que he encontrado el olor.

—Anna… ¿Puedo ver el molde que has usado para hacer esos? Los de la florecita.

—Espera. ¿Estás bien o no? ¿Llamo a alguien? El médico está cerca, Oliver te puede llevar en…

—Por favor. El molde. Ahora necesito ver el molde.

Anna asiente y corre a la cocina, trae el molde y me lo da. Lo examino. Es pequeño, metálico, no pesa y tiene esa forma…

Juego con él en la mano. No creo que me esté equivocando, ¿verdad? El objeto que alguna vez relacioné con el olor… En cuanto he visto la forma de esos pastelitos, mi cabeza no ha podido pensar en otra cosa, aunque yo fuese incapaz de procesarlo. Es ese molde.

—No lo entiendo… No entiendo nada… —murmuro.

—Dime qué pasa, por favor, Izan… Me estás asustando muchísimo. O dime qué puedo hacer por ti, pero dime algo.

—Te lo quiero explicar. Te lo quiero decir todo, aunque sea la cosa más complicada de explicar a la que me he tenido que enfrentar nunca. No sé ni cómo hacerlo, pero es que no tiene ningún sentido que no te lo explique después del espectáculo que estoy dando —saco mi móvil y me preparo para buscar algo muy concreto—. Voy a poner una canción. Necesito ponerla para terminar de confirmar una cosa.

Pongo Can’t Fight the Moonlight. Huelo el pastelito de la flor. Sujeto el molde. Me acerco a Anna. Poco antes de que suene el estribillo de la canción, le entrego el molde. Al tocar sus manos para darle la pieza metálica, noto que están temblando. La miro a los ojos, y está confusa. Suena el estribillo. Está llorando, pero creo que no se ha dado cuenta.

—¿Por qué lloras? —le digo.

Ella se toca la cara y se percata de las lágrimas por primera vez. Se queda con el molde y se aparta un poco de mí.

No me puede ni hablar. Solo me mira, confusa.

Yo también estoy confuso. Yo tampoco sé qué decir.

Pruebo por fin los pastelitos.

Son lo mejor que he comido en toda mi vida. No existe nada que sepa mejor, ni nada que huela mejor. Pero no es la primera vez que los pruebo, ¿verdad?

Lloro. Es como si me hubiese reencontrado con algo que nunca debí haber perdido. Pero no es solo porque estén tan buenos. Es por algo más. Es por todo lo que hay detrás, aunque todavía no lo consiga entender del todo… Pero sé que existe.

—Eras tú… ¿Verdad? —digo.

—¿El qué…? —Anna todavía está perdida. No sé qué debe de haber sentido al escuchar la canción y al entregarle el molde, pero está claro que algo está pasando por su cabeza.

—Eras tú… Tú eras la persona que tenía que estar a mi izquierda aquel día, en la final del reality. Tú creaste ese olor…

—¿A la izquierda en el reality? No sé de qué hablas. No entiendo nada, Izan…

—¿Qué acabas de sentir?

No es capaz de contestarme. No puede.

Yo sigo comiendo. No quiero que se terminen nunca. No existe nada mejor en todo el planeta. ¿Cuál era el ingrediente secreto? Espera, creo que lo sé. No estoy seguro de si lo he adivinado por el sabor, o de si, de alguna forma, lo recuerdo.

—Es haba Tonka… ¿Verdad? Ese es el ingrediente secreto. La receta personalizada para mí.

—Sí… Lo has adivinado —dice, todavía sin poder moverse.

—¿Cómo sabías que el haba Tonka me gustaba tanto? Casi nadie la conoce.

—¿Qué? Ah, la Tonka… Yo te quería hacer una receta personalizada con cosas que te gusten, porque cuando te los traje una vez en tu casa, fuiste al que más le gustaron, y eso me hizo muy feliz. Un día que vine a tu casa con Oliver, nos ofreciste té de frambuesa y haba Tonka. Me pareció que hablabas muy feliz de ese sabor, y se lo pregunté a Lydia. Me dijo que era algo muy tuyo, y que se lo comprabas a Julia en la cafetería, que tenía una hermana que se lo dejaba barato. El siguiente sábado que fui al mercado se lo pregunté y empecé a preparar la receta, porque te dije que quería darte un premio si te reconciliabas con Lydia y con Abril. Llevo todo este tiempo perfeccionándola para ti y buscando la mejor forma de usar el haba Tonka. Y por eso…

—¿De verdad? ¿Pensaste en todo eso por mí?

Creo que el corazón me estallará. Me siento abrumado.

—Sí… Ahora, explicado así, veo que le he dedicado muchísimo a esto… No me había dado ni cuenta.

—¿Y por qué te esforzaste tanto en hacer eso por mí?

—Ya te lo he dicho. Como te gustaron mucho, y me hizo tan feliz, te quería premiar…

—¿Es solo por eso? ¿No había nada que te empujase a hacerlo?

—No sé de qué me hablas, Izan. De verdad, no entiendo nada.

—¡Anna! Dime, por favor, qué es lo que está pasando por tu cabeza.

Está paralizada. No es capaz de contestarme a eso.

Yo sigo comiendo los pastelitos, pero voy poco a poco. Los necesito, me encantan, pero, al mismo tiempo, noto que se me ha cerrado un poco el estómago.

La canción está terminando. Me acerco a Anna.

—Oye, Anna… Yo tampoco lo entiendo muy bien. Pero esto no es del todo nuevo para mí.

Anna acerca su cabeza a mi pecho. Está llorando.

Creo que se lo tengo que contar todo. Lo del calendario, lo del olor… Cada cosa que ha pasado por mi cabeza. Se lo tengo que contar todo sin dejarme ningún detalle. No puede ser de otra manera. No después de lo que le está pasando. Además, puede que así podamos entender mejor qué es lo que está pasando.

—Creo que debería contarte… —empiezo a decir.

—Espera —dice—. No hables más, por favor. Noto que, si alguien me dice una sola cosa más, mi cabeza explota. Tengo que irme. Necesito quedarme sola. Acábate el desayuno y vete con los demás, por favor. Les dices que no me encuentro muy bien y que me he encerrado en el baño. Por favor.

—¿Seguro?

—Sí, seguro. Por favor.

—Claro… Tú haz lo que necesites.

Sin decir nada más, Anna sale corriendo. Sujeta con mucha fuerza el molde con la mano. Lo tiene pegado al pecho.

Yo termino los pastelitos de haba Tonka y me voy para la piscina.

Lydia está jugando con Iris dentro del agua. Oliver está fuera, tomando el sol, seco del todo.

—¡Por fin! —dice Lydia—. Ya no hace falta que moleste más a Iris, porque te tengo a ti.

—¿No molestas a Oliver? —digo.

—Ya lo he hecho, y ha terminado huyendo el muy cobarde. Ahora solo quedas tú.

—Qué remedio…

Intento pasármelo bien. Finjo que no está pasando nada raro. No sé si lo he conseguido o no, pero Anna, cuando por fin vuelve con todos, no es capaz de fingir demasiado bien, tampoco. Lo intenta, pone mucho de su parte, pero creo que todos han notado que pasa algo. Seguro que están esperando su oportunidad para preguntárselo a solas. Y, si eso pasa… ¿Qué explicará? ¿Cómo se puede explicar algo así?

Cuando me quedo a solas con Lydia, me pregunta, susurrando con energía.

—¿Ya ha salido la verdad de hoy? ¿Y eso tiene que ver con que Anna y tú estéis rarísimos?

—La verdad… Puede que sí. Puede que sea eso, aunque todavía no entiendo casi nada, así que no sé qué decirte…

Claro. Se podría decir que ha salido la verdad, aunque no la entienda por completo. Pero ha salido la verdad sobre el olor que lleva cinco meses torturándome. ¿Se refería a esto el calendario?

—¿Qué ha pasado? ¡Me estoy mordiendo las uñas, te lo juro!

—Luego lo hablaremos mejor, pero… ¿Te acuerdas del olor?

—Claro, el olor insoportable que te fastidia cuando estás con Abril. ¿Qué pasa?

—¡No es un olor insoportable! —grito, sin querer—. No es insoportable… Siempre lo dije. Es un olor dulce que me encanta… Siempre lo he dicho.

—Pero es un olor que te hacía daño, ¿no?

—Sí… Pero no es insoportable. Por favor, no digas que yo he dicho que es un mal olor. No es malo. Yo no he dicho eso. Es maravilloso.

—Ay Dios, Izan… Me están ardiendo todas las neuronas y me estás mareando. ¿Qué pasa con el olor? ¿Es el olor corporal de Anna o qué?

—Es el olor de los pastelitos. De la receta mejorada. Haba Tonka. ¿Entiendes? Es ese el olor…

—¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Los pastelitos te hacen daño? Me peta la cabeza, te lo juro.

—Quiero pensarlo con más calma. Oye, Lydia, cuando volvamos… ¿Puedes quedarte a dormir en mi casa? Creo que necesito terapia o algo.

—Menos mal que me lo has pedido, porque me iba a acoplar quisieras o no, pero estaría feo si tú no querías. Porque lo iba a hacer igual, más que nada.

—Perfecto… Gracias.

Pasamos el resto del día de manera tranquila, sin atarnos a ningún plan. Piscina, tomar algo por ahí, algún juego de mesa, charlar, recoger…

A eso de las seis de la tarde es cuando tomamos el coche de vuelta. Conduce Oliver, y Anna va de copiloto. Está muy callada. A veces intenta contestar y fingir que es la de siempre, pero se nota que algo falla. Su pañuelo es naranja. Si Oliver sabe lo que son algunos pañuelos, seguro que está deseando quedarse a solas con ella para interrogarla, porque seguro que el pañuelo naranja es algo malo, o algo confuso.

No hemos podido volver a hablar de lo de hoy.

Tampoco ha pasado nada nuevo con el tema de Iris y su acosador. ¿Serían imaginaciones suyas? Aunque yo me decanto por creérmelo… No sé quién es ese supuesto amigo mío, pero siento que sería capaz de seguirnos hasta el pueblo de Anna. Tampoco puedo pensar mucho más en eso, la verdad.

Nos despedimos del grupo, damos las gracias a Oliver por conducir las dos horas y por dejarnos a Lydia y a mí en la puerta de mi casa.

Subimos. Le digo a Lydia que vaya tirando para arriba y abra con sus llaves mientras yo recojo a Espino de casa de la señora Ángela.

Mi gato está como siempre. Sabía que podía confiar en ellos.

La señora Ángela me explica lo bien que se ha portado y alguna anécdota graciosa, como que se durmió en una caja muy pequeña y le quiso hacer una foto, pero se hizo un lío con el móvil y al final no pudo hacerla.

Subimos a mi casa y nos instalamos.

Estamos muy cansados, así que, después de instalarnos, ducharnos y cenar, nos quedan pocas fuerzas para hablar.

Nos sentamos en mi cama. Tampoco sabemos qué decir. Estamos perdidos.

—¿El olor está vinculado a Anna, o solo a sus pasteles? —pregunta Lydia.

Intento pensar bien la respuesta. El olor es el de los pasteles, pero…

—Es Anna. Cuando la miro, lo sé. No es solo el olor. Es lo que está detrás del olor. Es ella.

—Pero, es ella… ¿Qué? ¿Qué es Anna para ti?

—No lo sé. No tengo ni idea.

—Es que es rarísimo… —dice, poniéndose las manos en la cara y tumbándose en la cama—. No tiene ningún sentido, te lo juro. ¿Anna y tú? No lo entiendo.

—Yo tampoco entiendo nada…

—No sé si voy a poder dormir hoy…

—Pero si te caes de sueño —digo.

—Ya… Eso va por otro lado.

—¿Pero qué…?

—Mañana llamamos a Alex —dice—, y hacemos una teoría o algo. A ver si entre los tres sumamos un cerebro.

—Es una buena idea. Voy a escribirle para que me confirme a qué hora le vendrá bien.

Poco después de eso, Lydia se duerme. Yo miro al techo y pienso en los pastelitos, el olor, el molde y la canción. Pero en lo que más pienso es en la cara de Anna…

¿Qué pasó por tu cabeza, Anna? ¿Sentiste algo parecido a lo que sentí yo?

¿Sentiste que por fin algo empezaba a estar en su sitio?







37 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Epílogo y texto final

Epílogo: Más allá del calendario Este es el final de la historia. La historia que Izan ha vivido durante todo un año. La historia de doce...

Jueves 29 de febrero de 2024

Capítulo 366 Todos miramos a Oliver. Su frase se ha quedado a medias. —¿Oliver…? —pregunta Anna. —¿Qué? —pregunta él, con una expresión...

Miércoles 28 de febrero de 2024

Capítulo 365 A (Parte 1) CDLS al completo en el templo “Eso no ocurrirá. Y ya no importa de quién sea la otra letra. Acabaremos hoy, pase...

Comments


bottom of page