Capítulo 180
Anna me descubre
“¿Haciendo qué? Por favor, calendario, deja de decirme las cosas así,
jugando con mis paranoias. Ahora no podré ni ir al baño tranquilo sin que
piense que Anna descubre que me lavo las manos de forma inapropiada o algo así.”
Cuando Oliver y yo salimos de la habitación para desayunar, a la primera que nos encontramos es a Anna. Siempre madruga y siempre se pone a hacer mil cosas desde primera hora. ¿De dónde sale tantísima energía?
—Hoy será divertido —dice Oliver—. Anna trae puesto el pañuelo amarillo.
—Anda, ¿conoces el significado de los colores de Anna?
—De todos, no. Ella se divierte confundiéndonos un poco, pero dice que siempre es honesta con el tema.
—Ya, tiene como el objetivo vital ese de que la gente adivine los significados sin que ella diga nada —digo—. ¿Y qué representa el amarillo?
—Según mis humildes especulaciones, es cuando se siente divertida y le encanta hacer el tonto. Puede llegar a ser muy aparatosa. Vete preparando, porque las víctimas del pañuelo amarillo siempre somos nosotros dos e Iris. Los más calladitos.
—Pues venga, soldado. Vamos al campo de batalla.
—¡Mira las dos hermosuras que salen por la puerta! ¿Habéis dormido bien? —grita Anna, muy estridente—. La cara de Izan es la de haber dormido poco.
—No sé. Es mi cara —digo. Por lo visto tengo cara de dormir poco.
—¿Pero es cómoda la cama o no?
—Es una cama normal. Estoy bien, gracias.
—Normal… Te voy a dar yo a ti normal… ¡Venga! A desayunar —dice Anna.
—¿Los pastelitos? —digo.
—No me lo parece —dice Oliver—. Huele a tortitas.
—Es que Abril se va hoy —dice Anna—, y le pregunté si quería mis pastelitos o mis tortitas, porque casi seguro que se perdería el otro. Me dijo que las tortitas, así que te tocará esperar un día más.
Maldita sea. Ayer por la noche me planteé volver hoy mismo con Abril para estar a solas con ella en todo el viaje de vuelta, pero ahora tengo un motivo de peso para quedarme un día más y volver con el resto.
Salimos al patio de la entrada a desayunar, desde donde se puede ver la calle. Vemos que Iris y Abril ya se están terminando sus tortitas. Lydia es la única que no se ha despertado todavía.
Mientras Anna nos sirve, nos comenta que Iris ha sido la primera en levantarse.
Al mirar a Iris, veo que hay algo en su expresión que no me cuadra.
—¿Estás bien? —pregunto.
Tiene cara como si hubiese visto algo que no le ha gustado nada.
—¿Qué? —pregunta, como si hubiese vuelto de un lugar muy lejano.
—Que si te pasa algo.
Su expresión choca de frente contra la sonrisa relajada que suele regalarnos todos los días.
—Ah, ¿sí? No… Tranquilo.
La miro con muchísima suspicacia. Le ha pasado algo, seguro.
Lydia se despierta por fin y todos vamos terminando de desayunar. Las tortitas están buenísimas. Todo lo que hace Anna, en especial en la zona de lo dulce, desayunos y postres, está buenísimo siempre. Tiene un don, de verdad. Todos están poniendo unas caras de felicidad que madre mía…
Bueno. Todos menos Iris. Le ha pasado algo.
Cuando terminamos de desayunar, consigo acercarme un momento a ella. Estoy seguro de que le ha pasado algo, y ella querrá jugar la carta de que habla poco para ocultarlo, pero es que a mí me entran las paranoias.
—¿Puedo ayudarte en algo? —digo—. No me lo cuentes si no quieres, pero no me digas que no te pasa nada.
—Izan, por favor…
—Me dices “oye, Izan, sí que me pasa algo, pero no quiero hablarlo con nadie.” Y yo me quedo tranquilo. Bueno, no del todo, pero es mejor que si te inventas que no te pasa nada y aún así te veo con esa cara.
Iris mira para los lados y me retira un poco para hablar en privado.
—Te acuerdas del chico ese… El que Eric dejó en coma sin querer porque me acosaba, ¿no?
—¿Qué ha pasado? ¿Ha habido novedades? —pregunto, y se me nota agobiado. No me esperaba que volviese a haber problemas con eso.
—A lo mejor no ha pasado nada…
—¿A lo mejor?
—Es que… Creo que lo he visto. Creo que está aquí, quiero decir. En este pueblo.
—¡¿Qué?!
—A lo mejor me lo he imaginado. Pero me ha parecido que ayer nos seguían y, cuando miré… Me pareció ver su cara.
—¿En serio? ¿Crees que nos ha seguido hasta aquí? ¿Tan lejos?
—No lo sé… Me parece muy raro.
—Joder… —Ahora no voy a dejar de mirar a todos lados yo también—. Quitando esto, no habéis vuelto a tener problemas con este tema, ¿no?
—No. Estamos tranquilos. Ya nos empezábamos a olvidar de eso… Y ahora no sé si se lo tengo que contar a Eric o no, porque se preocupará, y a lo mejor lo hace para nada. A lo mejor me lo he imaginado… Es que no lo sé.
—¿Cómo es esa persona?
—Es moreno de pelo. Nunca le veo bien la cara, porque o está lejos o es de noche, pero me acuerdo de su flequillo. Lo tiene del todo despejado, y el pelo debe ser liso, oscuro. Va con ropa muy negra todas las veces que lo he visto. Piel blanca, alto… No sé.
—¿Muy alto o solo alto?
—Pues no sé. ¿Metro ochenta?
—Un poco más que yo, ¿no?
—Puede que sí.
—Estaré pendiente.
—Gracias… Espero que no sea nada.
Me entran las paranoias a mí también. Ahora creo que esa persona nos está siguiendo. Puede estar siguiendo a Iris, o también puede estar siguiéndome a mí, porque sabe dónde vivo y me envía notas para que impida, o no, la relación entre Eric e Iris.
¿Qué hace en el pueblo de Anna? No tiene ningún sentido que esté tan lejos si no es que nos ha estado siguiendo.
Empiezo a pensar que yo podría tener la clave y no lo sé. Podría haber información en el calendario que no he interpretado del todo bien. Además, estos días no le estoy haciendo ni caso a las predicciones futuras.
Me encierro un momento en la habitación, con pestillo y todo, no sea que Anna entre mientras miro el calendario y me descubra por ese motivo tan tonto.
Saco de una carpeta que tengo escondida en lo más profundo de la maleta, en un compartimento secreto, la hoja del calendario. Tengo la sensación de que no entiendo alguna de las predicciones. Pero la de mañana podría ser clave en esto… “Sale toda la verdad.”
Si lo de mañana es algo relacionado con lo de Iris, podría ser el momento en que descubramos a la persona que ha estado molestando a Eric y a Iris. Yo mismo podría intentar convertir eso en realidad, esforzándome en encontrar a esa persona, atraparla, interrogarla, y que salga toda la verdad. La frase exacta de la predicción puede encajar en eso.
Las dos siguientes no sé si tendrán que ver con eso o no. Tengo que decidir y me arrepiento… A ver, si fuera sobre la persona que sigue a Iris, ¿podría ser que decida entre hacerle algo o no? Por ejemplo, denunciar a esa persona, que dice ser mi amigo. Podría denunciarle y luego arrepentirme porque es mi amigo. O al revés: no lo denuncio porque es mi amigo, y al día siguiente ocurre algo malo por culpa de eso, y me arrepiento. Si esas fueran las dos opciones, tendría que denunciar a mi amigo, porque así evito una catástrofe. Al menos, es lo más razonable con la información “privilegiada” que me estaría dando el calendario…
—¡Izan! ¡Sal ahora mismo! —grita Anna—. ¿Qué haces ahí encerrado?
—¡Me estoy cambiando de pantalones!
Y ahora tengo que correr y cambiarme de pantalones para que sea creíble. Maldita sea. Si no llego a poner el pestillo, me pilla.
—¡Nos estamos marchando ya! Si no vienes, te quedas atrás. Y seguro que te pierdes otra vez.
—¡Voy, voy!
Guardo el calendario en el cajón de debajo de la mesita. No me da tiempo a ponerlo en la carpeta, pero no creo que nadie mire en un cajón privado donde lo que podría haber es ropa interior y cosas así.
Me cambio de pantalones (sin motivo alguno) y corro con el grupo.
Pasamos la tarde visitando lugares bonitos del pueblo, haciéndonos fotos, conociendo a unos amigos de la infancia de Anna con los que no he tenido mucho interés en interactuar…
Yo ocupo todo mi tiempo mirando alrededor para ver si veo a la persona que sigue a Iris. También paso la mayor parte del plan pegado a Abril. Ella se va por la noche porque mañana por la mañana trabaja. Me encantaría irme con ella, la verdad, pero ahora tengo dos motivos para quedarme: los pastelitos, y sacar la verdad de la persona que sigue a Iris.
Si esa persona es amiga mía, tengo que encontrarla, para juzgar cuál es la mejor forma de llevar el tema…
Después de un muy buen día en grupo, llegó la hora de despedirnos de Abril.
Le da un abrazo a cada uno y me deja para el final. El abrazo conmigo es más largo, y veo que las caras de Lydia y de Anna son medio de chismosas que me quieren molestar, medio fans de nuestra relación, o por lo menos de nuestra reconciliación.
—Quedamos pronto, ¿vale? —dice, mientras me sigue abrazando.
—Cuando tú quieras… Gracias.
—¿Gracias por qué? —dice, riendo un poco.
—No sé… Pero muchas gracias. Por tener paciencia conmigo, supongo. Por querer seguir quedando conmigo y por tratarme tan bien.
—¡Oye! —dice Lydia—. ¿Os dejamos solos un ratito? ¿Hay buenos hoteles por esta zona?
—¿Qué? —digo. Seguro que estoy rojísimo—. No, no hace falta. Pero tampoco hace falta que nos miréis tan fijamente, ¿no?
—Oh, sí —dice Anna—. Claro que hace falta. Que yo me entere de lo que pasa con mis niños.
—Hace muchísima falta. Para eso tenemos palco preferente —añade Lydia.
Oliver e Iris solo sonríen, muy tranquilos.
—En fin… Oye, Abril —digo, volviendo a lo que importa—. Casi me olvido.
Saco del bolsillo la muñequera de los Crimsons. La que le compré en Madrid por su cumpleaños. La que le tenía que devolver cuando pudiéramos volver al punto en el que estábamos, con voluntad de seguir adelante, ya sea como amigos, o como algo más.
Ella, tal y como me dijo hace mucho tiempo, me la aceptaría con una sonrisa cuando llegase el momento. Parece que he acertado con el momento. Su sonrisa es preciosa. Abril por fin ha recuperado su muñequera.
—Muchas gracias, Izan… —Abril le da un beso a la muñequera—. ¡Bonita! Te echaba tanto de menos…
Me da un vuelco el corazón. Me encanta lo que veo. Me hace feliz.
Después de un último abrazo y del beso que me da en la mejilla, Abril se va. Ojalá se hubiese quedado un solo día más… Ojalá.
Miro alrededor y veo que ya no quedaba nadie a nuestro alrededor. Al final sí que nos han dejado solos.
Creo que el último abrazo con Abril ha sido tan largo, que a lo mejor ha pasado mucho más rato de lo que yo creía.
El día se está acabando, así que empiezo a maquinar cómo puedo surfear la predicción para acabar bien. Podría hacer alguna cosa tonta tipo robar comida de la nevera, esperar a que Anna me pille, y no darle más importancia que esa.
Entro en casa y están todos en el salón, mirando a ver a qué juego de mesa jugaremos.
Voy un momento a la habitación para ponerme ropa más cómoda. Luego de eso haré lo de la cocina.
Al entrar en la habitación… Lo primero que veo es algo que me hiela la sangre.
El calendario que yo había guardado en el cajón de abajo, ahora está encima de la mesita.
¿Por qué? ¿Alguien ha entrado, lo ha sacado del cajón y lo ha dejado a la vista?
Me apresuro a guardarlo, confiando en que a lo mejor la persona que lo ha dejado ahí no lo ha leído. Pero no tiene mucho sentido pensar eso. Es solo una vaga esperanza. Es…
—¿Podemos hablar? —dice Anna, que no sabía ni que estaba ahí dentro.
Está en la puerta, y acaba de cerrar el pestillo.
—Oye, podría haber estado cambiándome… —digo.
El pañuelo de Anna es como de un lila apagado. Creo que lo trajo una vez y especificó que era el color malva. No sé si lo estoy confundiendo con otro. Tampoco sé lo que significa, pero el calendario me indica que, a lo mejor, lo que significa es “te he pillado”.
—Perdón por haber mirado —dice—, pero… Necesito preguntarte qué es esa hoja.
—¿La has sacado tú del cajón? —digo.
—¿Del cajón? ¿La habías guardado en un cajón? —dice—. Yo me la he encontrado en el suelo.
—Pues yo la había guardado en un cajón…
—¿En el cajón de abajo? —dice.
—Sí, creo que sí. El que estaba vacío.
—Mira, Izan —se agacha y abre el cajón donde yo había guardado el calendario—. Se me olvidó decirte que el de esta mesita estaba rotísimo. Si pones algo aquí, se caerá por debajo. Yo lo que he visto cuando he entrado ha sido un papel en el suelo. Lo he recogido y lo he puesto en la mesita. Y sí, ya sé, he hecho fatal en mirar, pero es que he visto mi nombre…
—¿Y para qué entras?
En realidad, es una pregunta tontísima. Llevo todos estos días viendo como Anna es una máquina de limpieza hiperactiva, así que esto podía pasar.
—Por favor, me gustaría saber lo que es. Me gustaría que me lo digas tú, porque yo he pensado cosas rarísimas, y es mejor que me lo digas tú.
—Es un calendario donde voy apuntando las cosas que me pasan así reseñables. Me gusta hacerlo…
—Claro, es lo primero que he pensado. Por ejemplo, aquí pone que reúnes a Oliver con su padre, y es verdad, lo hiciste. Pero, entonces… ¿Por qué tienes escritas también las de hoy y hasta el último día de agosto? Y lo que es peor… ¿Por qué pone que hoy te descubro? ¿Has dejado la hoja en el suelo para que tu frase se convierta en realidad? ¿Te dedicas a poner frases y luego intentas que se cumplan?
—Pues…
—No me metería si no fuera porque alguna frase tiene que ver conmigo o, peor todavía, con la desaparición de la niña esa vecina tuya. ¿Por qué apuntas que una niña desaparece?
No puedo respirar bien. No quiero hablar de esto con ella. No quiero hablar de esto con nadie, y menos si me pillan de esta manera. Anna no lo entendería. Además, si Liam no me quiso creer, creo que tengo que ser mucho más selectivo con a quién se lo cuento. Y es mucho peor si me ha descubierto de esta forma. Tenía que haber hecho antes lo de robar comida para que me descubra haciendo eso. Soy idiota, pero solo tenía en la cabeza aprovechar el tiempo con Abril y atrapar al acosador de Iris. Mierda…
—¿No dices nada? —dice Anna.
—Son cosas mías —digo—. Son experimentos que hago. Me lo recomendó un psicólogo —no sé ni qué estoy diciendo—. Para mantenerme cuerdo.
—¿Cómo que te mantienen cuerdo? ¿Cómo funciona eso exactamente?
De verdad que no quiero hablar de esto ahora. Creo que Anna es más o menos comprensiva con estas cosas, así que no me quedará otra que apelar a esa faceta suya.
—Anna… Es un tema que me duele mucho —me siento el manipulador máximo, pero necesito tiempo para pensar y procesar a mi ritmo. Ver cómo gestiono esto—. Tiene sus explicaciones, pero no son fáciles de dar, y ahora no estoy preparado para explicarlo. ¿Te puedo pedir que lo mantengas en secreto? Te lo contaré otro día. Te contaré lo que quieras.
Mi ansiedad es palpable. Tanto, que creo que le doy bastante pena, porque al principio se veía decidida a hacerme confesar, pero ahora está más preocupada de que no me muera de un ataque al corazón.
—¡Lo siento! —dice—. Me he puesto tonta. Perdón, no me quería meter. Es que tú me entiendes, ¿no? Si sale mi nombre y si son cosas tan raras, yo tenía que preguntar. Pero tú me lo cuentas cuando tú quieras. ¡O no me lo cuentas! Como tú veas.
Pobrecita… En realidad, me sabe mal. Creo que he exagerado para provocar esa reacción, pero no me siento bien conmigo mismo. Ella está deseando saber qué es lo que pasa, pero dice que no hace falta que le diga nada porque no quiere que afronte estos niveles de estrés y de ansiedad. Yo no sé qué decir, pero sí que sé que necesito pensar al menos un día más. A lo mejor la verdad que sale mañana es la de contárselo todo a Anna. Yo ya no lo sé. Será eso, será lo de Iris, será otra cosa… No lo sé, de verdad. No sé qué verdad saldrá.
—¿Estás bien? —dice Anna—. ¿Puedes respirar bien?
—Sí… Tranquila. Gracias por entenderme.
—Va, va… —me abraza y me da palmaditas en la espalda—. Vamos a jugar a un juego de mesa, ¿no? ¡El que tú quieras!
Yo asiento con la cabeza. Desde fuera se me tiene que ver como un niño pequeño al que le conceden ese privilegio con el juego de mesa para que deje de llorar, y él asiente, conteniendo el lloro y haciéndose el fuerte a su manera.
Jugamos a los juegos de mesa. Lydia propone un cambio de parejas a la hora de dormir para que, el que quiera, se rife la opción de dormir solo. Al final lo hace para dormir conmigo y que comentemos las mejores jugadas del tema de Abril y también cuál ha sido al final la pillada que me ha hecho Anna. Iris es la que consigue dormir sola, y Anna arrastra a Oliver. Él dice que le da vergüenza, y Lydia se burla de él con el tema de la heteronorma, que le hace tener ese tabú, aunque tenga tanta confianza con Anna.
Ya en la habitación, le comento a Lydia todo lo de Abril. Le encanta y nos apoya completamente. Cree que no está saliendo con nadie y que lo del hombre musculoso tiene que ser otra cosa. Que estaremos pendientes, dice.
Respecto al tema de Anna…
—Es una putada que te haya pillado con eso —dice Lydia—. A mí Anna me cae genial, pero con este tema… No me gustaría que lo sepa, sinceramente.
—¿Cuál sería el problema?
—Primero, que a lo mejor no se lo cree. Pero si se lo cree será casi peor, porque Anna puede llegar a ser muy dedicada cuando cree que tiene que hacerse responsable de un problema de alguien cercano… ¡Y claro! Podría agobiarte mucho, o podría ser de gran ayuda pero que sea ella la que termine con la cabeza rota.
—Sí… Y tendría que conocer mucho más todo lo que implica mi vida. No es tan cercana como tú o Alex.
—Exacto. Yo me puedo permitir seguir todo tu calendario por toda la historia y la relación que tenemos, y aún así, ya has visto que he tenido bajones muy fuertes.
—Hala, te lo dices a ti misma.
—Digo lo que hay. Pero claro, por otro lado… —Lydia está pensando con mucha intensidad. Si esto fueran dibujos animados, le saldría humo de la cabeza, o le explotaría o alguna tontería así—. Es que ya se ha enterado de la existencia del calendario. Ahora hay que decirle algo. O sea, hay tres opciones, y ninguna me convence…
—Se lo cuento, no se lo cuento, o…
—O le contamos una milonga. Si no se lo cuentas, tienes que decirle que no quieres o que no puedes. Pero si le contamos una milonga, hay que pensar bien qué decirle.
—Es verdad, no me gusta ninguna… —digo.
—¡Bueno! Elijas la que elijas, estoy aquí. Si se lo cuentas, yo te ayudo. Si no se lo cuentas, yo la convenzo para que no insista. Si es una milonga, la pensamos juntos. ¿Sí? ¿Te deja eso más tranquilo?
—Un poco, sí.
—¡Pues hala! Ahora a dormir, que mañana sale alguna verdad, y tienes que estar preparado para afrontarla.
—Es muy confuso, ¿no? No sé si la verdad será que se lo cuento a Anna, o lo de Anna es la decisión que he de tomar pasado mañana… O si lo de Anna no está reflejado en el calendario.
—Tú dale vueltas si quieres, yo voy a dormir.
—Pues sí, es mejor dormir. A ver lo que se viene mañana…
Intentamos dormir, aunque Lydia va soltando frases cada poco rato, y así no hay manera.
—Anda que… Perdiéndote en unas ruinas con Abril… Menudo pillín…
—Shhh…
—Con la muñequera y todo… Vaya Don Juan estás tú hecho.
—Buenas noches a ti también.
Lydia se duerme poco después. Yo no puedo dormir.
Demasiado en lo que pensar.
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