Capítulo 279
Flora está fatal…
“Siento que es del todo mi culpa. No puedo con esto.”
La mañana ha sido dura, porque he trabajado sabiendo que Pablo Merino ha perdido a su hermano, que murió frente a mis ojos. Él ni se imagina que yo sé algo así.
Por la tarde, mi primer plan es ir a visitar a Enzo, y mi segundo es plan es dejar que la predicción de hoy se cumpla visitando a Flora.
Sin embargo, al llegar al hospital, me encuentro con que no hará falta que me acerque a mi anterior edificio… Porque Lucía y Flora están aquí, en el hospital. No es de extrañar que Lucía haya venido a visitar a su hermano, pero no lo había relacionado hasta ahora.
Lo peor de todo es que Enzo sabe que yo fui el que nombró a Lucas y sentenció su muerte… Y Enzo me odia lo suficiente como para que le cuente eso a Lucía.
Flora, Lucía, otra mujer y otra niña de la edad de Flora, ambas con rasgos familiares, están en la sala de espera, donde la máquina de café. Ya me han visto, así que no me puedo esconder.
—Tú qué haces aquí… —pregunta Lucía.
—Hola… He venido a ver a Enzo.
Lucía me mira en silencio. Se nota que ha llorado hace poco.
—¿Sabes en qué habitación está? —dice.
Asiento y me voy sin hacer muchas preguntas. Flora estaba distraída con las otras dos personas que estaban con ella, así que no he querido molestar. Luego la saludaré.
Llego a la habitación de Enzo. Parece que tiene mejor cara que la semana pasada.
—Ha tardado mucho en volver, amigo —dice Enzo.
—Lo siento. Ha sido una semana complicada. Todas las semanas están siendo muy complicadas.
—¿Sabe ya qué tengo?
—No, no lo sé. De hecho, pensaba que ya te habrían dado el alta.
—La bala rozó una zona delicada de la columna. Tengo que hacer una rehabilitación muy larga, y corro el riesgo de no poder volver a hacer deporte nunca más. ¿Qué le parece?
Enzo puede caerme mal, pero no me ha sentado nada bien escuchar esto.
—Se siente mal por mí. Se lo veo en la cara.
—Es normal, ¿no? Es demasiado…
—No es tan malo como me pensaba, entonces.
—Oye, Enzo… ¿Lucía sabe que fui yo quien nombró a Lucas? Porque si es así…
—No, no lo sabe. No se lo contaré.
…
Vaya. Me ha dejado sin habla. ¿No se lo contará?
—¿Por qué?
—Lucía no sabe lo que usted y yo vivimos ahí. Y yo no sé cómo reaccionaría ella. Solo sé que podría actuar de forma peligrosa, y entonces ella se metería en sus asuntos, amigo. No quiero que se involucre más con usted. Son peligrosos el uno para el otro. Prefiero mantenerlos bien lejos.
—Entiendo…
—No significa que lo haya perdonado. No olvidaré lo que pasó, recuerde eso.
—Lo sé…
—Pero le agradezco la visita. Ahora márchese. Ya fue suficiente por hoy.
—Sí. Gracias por ser comprensivo.
Enzo no contesta. Él considera que ya me he ido desde el momento en el que me ha pedido que me marche. Está mirando en otra dirección. Me quedo unos segundos quieto, por si dice algo, pero al final cedo y me voy.
Al volver a la sala de espera, ahora sí que saludo a Flora.
Está irreconocible.
—Hola… —digo, acercándome.
La mujer y la otra niña me miran, y no parecen muy cómodas con mi presencia.
—Hola, Izan… —dice Flora—. ¿Qué haces tú aquí?
—Visito a tu tío. Lo conocí del gimnasio.
—Ah, sí. Y de la cafetería también —añade Flora.
Es verdad. Fue una mala experiencia eso.
Las otras dos personas que están con Flora relajan un poco su expresión al ver que Flora me habla con confianza.
—Yo soy Marta, la prima de Lucía —se presenta la mujer—. Gracias por venir a visitar a Enzo.
Ah, esta es “la Marta”, la que siempre habla por teléfono con Lucía. Me imaginaba a una persona más del perfil de Lucía, pero parece una mujer mucho más educada, tranquila y racional, con buena presencia. Supongo que los prejuicios jugaron en mi contra al imaginarme a una Lucía igual de amargada y explosiva, pero con el pelo corto a lo mejor. No sé.
—Voy a hablar con mi amigo un momento —dice Flora, dirigiéndose a las demás.
Ellas asienten y Flora se levanta y me sujeta de la manga para llevarme a una zona más apartada.
—No les he dicho que eres mi socio porque no me iban a entender. Son mi tía segunda y su hija. Para mí son mi tía y mi prima. Las dos se llaman Marta, pero a la hija la llamamos Martha para distinguir.
—Ah, vaya. Sus rasgos se me hacían familiares. Supongo que era por eso.
—Oye, Izan… ¿Crees que ha sido mi culpa?
—¿Qué? ¿Culpa de qué?
—Lo de Enzo. Y lo de mi padre.
—¿Qué dices? No veo cómo ha podido ser tu culpa.
En todo caso mi culpa…
—El viejo ese… El Santalla. Me pidió conversaciones de mi padre. Le di muy poca cosa. Lo hice para que no matara a Lydia. Pero, después de darle esa información… Mi padre ha muerto, y el mismo día disparan a Enzo.
—No sé qué decirte, Flora…
—No soy tonta, ¿vale? El que ha matado a mi padre seguro que ha sido el Santalla. También han matado a mi tío Víctor. Ha sido el viejo Santalla, estoy segurísima.
Tan lista y perceptiva como siempre… Es increíble.
—Pero, aunque sea verdad, no quiere decir que sea tu culpa.
—¿Cómo que no? ¡Yo le di información de conversaciones de mi padre!
—Escucha. Tú eres lista, así que te darías cuenta de que yo conocía muy bien a Salvador Santalla el día que hablamos de él, ¿verdad? —Flora asiente—. Pues, como lo conozco, te puedo decir que ese mafioso, si quiere conseguir algo, lo consigue, le ayudes o no. Puede hacerlo un poco más lento o un poco más rápido, y no quiero ni saber cómo lo consigue. Si lo que tú le has dado ha servido de algo para él o no, no lo sabemos. Pero, incluso aunque sea que sí, da igual, porque él lo hubiese hecho de todas formas.
Flora me escucha en silencio. No sé si está muy convencida de lo que digo. Tampoco me sigue con la agilidad habitual. Es como si le rebotasen muchas de mis palabras en la cabeza.
Sin decir nada más, me da un abrazo. Está llorando un poco. Yo la abrazo y no digo nada.
Es mi culpa. Yo dije que Lucas era el topo. Decir eso era enviar a Lucas a una muerte segura.
Y es que, cuanto más lo pienso, más veo que tenía muchas opciones. Que escogí a Lucas porque, en el fondo, bloqueé algunas de esas salidas en mi mente, para así decidir algo que me viniera bien a mí también. Si sonaba intuitivo y me daba beneficios, ¿por qué romperme la cabeza en buscar algo más? ¿Por qué poner en peligro a seres queridos si con sacrificar a alguien odioso como Lucas ya me quitaba ese problema de encima? Lo pienso una y otra vez, y siempre suena peor que la anterior. La muerte de Lucas es también mi culpa, y no me veo capaz de mirar a Flora a la cara sin sentirme la peor persona del planeta. Me siento un traidor abrazándola así.
Intento animarla un poco, pero me siento inútil. Está fatal, y yo no puedo fingir que todo está bien entre esa familia y yo, porque es demasiado para mí.
Me hubiese gustado quedarme más. El tiempo que Flora necesite, pero…
—Bueno, me tengo que ir ya, ¿vale? —digo.
—¿Tan pronto?
—Sí… Solo iba a hacer una visita rápida a Enzo, pero voy fatal de tiempo.
—Ah… Vale. Gracias por quedarte un rato conmigo, entonces.
—De nada… —cada vez me siento más miserable—. Cuídate. Hablamos pronto.
Salgo corriendo de ahí.
Me duele muchísimo el pecho. Su agradecimiento se ha quedado grabado a fuego en mi cabeza.
Flora está fatal… Y yo soy horrible.
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