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Martes 19 de diciembre de 2023

Joel Soler

Actualizado: 20 dic 2023


Capítulo 294


Frank se va


“Ha vuelto solo para irse. Ya me imaginaba algo así.”



    Me despierto temprano para ir al trabajo. Hoy no me puedo escaquear, aunque todavía estoy un poco tocado de la garganta.

    Al parecer, Lydia es la única que está durmiendo en la otra habitación. Alex está durmiendo en el sofá y Frank se ha puesto unas mantas y un cojín en el suelo.

    Ninguno de los tres tiene que ir a trabajar, así que voy a procurar no hacer ruido para que puedan dormir.

    No sé si es la tensión o qué, pero llevo todo el día con un dolor de cuello y espalda espantosos.

    Después de una jornada de trabajo aburrida, vuelvo a casa y me encuentro con una escena poco agradable.

    —¡Por fin vuelves! —dice Lydia, asaltándome a pie de puerta—. Ayúdame con estos dos, por favor.

    Al entrar en el salón, veo a Frank y a Alex sentados cada uno a un extremo del sofá, sin mirarse.

    —¿Qué pasa…? —pregunto.

    —Bueno —dice Alex—. Tu amigo, el de los secretitos, y yo, hemos intentado hablar de forma cordial, pero por lo visto no hay manera.

    —¿Alex se quedará aquí también? —pregunta Frank.

    —Espera, espera… ¿Por qué estáis así? —pregunto—. No lo entiendo.

    —Llevan toda la mañana lanzándose indirectas —dice Lydia—. Al principio les he seguido un poco el juego, pero ya he empezado a ver que era algo personal, y ellos han empezado a llevarlo demasiado lejos. Te lo juro, ha sido incomodísimo.

    —Yo solo pido algo muy simple —dice Alex—. ¿Por qué Frank sabe cosas del calendario y no las comparte con ninguno de nosotros?

    —Ya te lo he dicho, hay cosas… —empieza Frank.

    —Hay cosas que no puede saber Izan —dice Alex—. Ya lo sé. Pero, ¿y nosotros? ¿No se lo contarás a Lydia ni a nadie? Tenemos que asumir que la información te la guardas para ti porque solo tú puedes custodiarla y hay que confiar en el gran Frank a ciegas. A lo mejor eso te vale con Izan, pero conmigo no. Me quedaría mucho más tranquilo si otra persona de confianza para Izan tiene esa información también, y confirma que todo está genial contigo y tus secretitos. Así que te pregunto… ¿Por qué te lo guardas para ti solo?

    —Solo hay que esperar un poco más… Por favor… —dice Frank—. Joder, un poco de paciencia, os lo pido. Un poco de paciencia.

    —Hay algo que no le quieres confesar a nadie, ¿verdad? —dice Alex.

    Frank está incómodo. No es capaz de contestar a eso.

    —¿Frank? —pregunto.

    —El domingo viniste aquí solo para irte hoy, tal y como dice la predicción —dice Alex—. Si no, seguirías escondido en tu guarida, con la gente que te entrega los calendarios con antelación.

    —¡Eso no es verdad! —grita Frank—. Hubiese venido con o sin calendario al saber que Izan no había vuelto a casa. Tú lo sabes, Alex… Tú seguro que lo sabes.

    —Claro, tú eres muy de esconderte y de fingir que estás en la cárcel hasta que Izan está en peligro de verdad. Pues ya está seguro, ya puedes irte.

    —No me jodas, Alex… No me hables de gente que desaparece cuando Izan más lo necesita, porque nadie te gana en eso.

    —Hostia… —dice Lydia por lo bajo.

    —¿Me estás echando algo en cara? —pregunta Alex—. Yo me voy por trabajo, no para jugar al falso presidiario.

    —Tú qué sabes de mí… —dice Frank—. Yo lo único que sé es que, cuando Izan te contó todo lo del calendario, tú volviste a largarte igual, y no has vuelto hasta ahora. No has estado ahí.

    —¡Que así es como me gano la vida! —grita Alex—. Yo no vivo del dinero que me mandan mis padres lesionados, ¿sabes? Ah, no, que lo de la lesión era mentira también.

    —Cierra la boca, Alex. Cierra la puta boca por tu bien.

    —¿Me estás amenazando?

    Los dos se quedan mirando el uno al otro, callados. Yo no puedo ni moverme, ni hablar.

    Lydia se harta y se acerca a los dos.

    —Me pongo en medio antes de que alguno se ponga a pegar golpes, porque poco os falta. ¿Podéis parar?

    —No pasa nada, yo ya me voy —dice Frank.

    —Eso —dice Alex—. Tú has venido aquí a cumplir la predicción. Ya puedes irte, misión cumplida. Coméntaselo a tus jefes.

    Frank mira a Alex como si le faltase muy poco para abalanzarse contra él. Esta vez soy yo el que se pone en medio.

    —Alex, cállate ya, por favor —digo.

    Él me mira con los ojos muy abiertos. No se esperaba mi reacción.

    —Cuidado con tu amigo —dice Frank—, que viene con ganas de pagar con los demás la frustración que le provoca no poder estar aquí.

    —Cállate tú también, Frank —digo—. Callaos los dos. Como siga escuchando una sola frase más de esta pelea, seré yo el que se marche. Os podéis quedar con la casa y mataros si queréis, pero ahora mismo no tengo cabeza para escuchar esta pelea de mierda. Pasan demasiadas cosas peligrosas y complicadas en mi vida como para tener que soportar esto. ¿Os podéis callar de una vez? ¿Sí? ¿Podréis hacerme el favor de no abrir la boca en lo que queda de día? Porque si ahora vuelvo a escuchar vuestras voces un segundo más, creo que no lo podré soportar.

    …

    No esperaba soltar todo esto. Solo les quería pedir que se callaran, porque no puedo más. Pero creo que me he pasado.

    Los tres me miran. Alex sigue con los ojos muy abiertos; Lydia está con la boca tapada y conteniendo la respiración; Frank es el único que no parece muy sorprendido, y solo se muestra triste.

    —Bueno… —dice Lydia—. Yo estoy de acuerdo con Izan. Tenéis que parar.

    Sin decir una palabra, Frank recoge sus cosas y se va.

    Sin despedidas, sin miradas.

    —Izan… —dice Alex—. Lo siento.

    —Ya. Voy un rato a mi habitación. Necesito silencio.

    Dejo mis cosas del trabajo en el suelo, me llevo en brazos a Espino y me encierro en mi habitación de un portazo.

    No quiero saber nada más de nadie en todo el día.

    Aunque lo he dicho de corazón, y creo que tengo razón, tengo que reconocer que me arrepiento mucho de haberles hablado así. No podía más.

    Frank se ha ido ya del todo, y yo ahora no estoy bien ni con él, ni con Alex. Lo que más deseo es arreglarlo, pero si van a comportarse así el uno con el otro, no puedo.

    Encima, Gris sigue sin contestar a mis mensajes.

    No estoy bien. Me duele la cabeza, me arde el pecho, no respiro bien y me duele mucho la espalda y el cuello.

    Algunas de esas cosas no tienen solución en el corto plazo, pero puede que las dos últimas sí, si atendemos a la predicción de mañana, y al regalo de cumpleaños que todavía no he utilizado.

    Es el único consuelo que me queda después de un día de mierda como hoy.






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