Capítulo 295
Me quedo como nuevo
“Un masaje. Lo veo clarísimo.”
Por la mañana no interactúo con nadie en casa. La situación es incómoda, pero, con la excusa de que tengo que ir a trabajar, tampoco ha habido mucho tiempo para hablar.
Le escribo un mensaje a Oliver preguntando si tiene la tarde disponible para usar el vale que me regaló en mi cumpleaños.
[Oliver. 10:15]
has tardado lo tuyo 😂
claro, yo te hago un hueco
¿18:45 te va bien?
[Izan. 11:02]
Perfecto.
¡Muchas gracias!
El masaje me puede ayudar con el dolor de cuello y espalda, pero también me vendrá bien hablar con él para preguntarle su perspectiva sobre la cena del otro día en casa de sus abuelos. ¿Sabrá qué pasó con Rafael? ¿Qué opinará de lo que escuchó sobre mí?
Paso por casa para comer, pero Alex no está. Lydia dice que se ha ido a comer fuera porque no soporta ese ambiente. Creo que lo mejor será que hable con él después de, como dice la predicción, quedarme como nuevo.
Mientras comemos, Lydia me dice que está muy baja de ánimos, pero nos animamos cuando hablamos sobre los masajes de Oliver.
—Yo fui el mes pasado. Me curó toda la mala hostia, te lo juro.
—Es verdad, que lo tienes cerca de tu casa. Yo voy poco teniendo en cuenta lo estresado que estoy.
—Aprovecha, que sus manos son mágicas. ¡Qué envidia me das!
Llego puntual a la clínica. Son las seis y media. A las siete menos veinte, Oliver sale a recibirme.
—Puedes pasar.
Al entrar, veo mi chaqueta en una de las sillas que están al lado de la cama.
—Eso es tuyo, ¿no?
—¿Te lo dio tu abuela?
—Nos dijo a Nora y a mí que te lo devolviéramos. Me ofrecí yo para que no tuvieras que encontrarte otra vez con mi hermana.
—Y yo te lo agradezco muchísimo.
—De nada, no es para menos. ¿Quieres que empecemos?
—Espera, Oliver… ¿No quieres preguntarme nada sobre lo que pasó el domingo?
—Quiero, sí. Pero no has venido a eso, ¿no?
—Ya, pero… Quiero decir… Me gustaría no dejarte con la duda, si está en mi mano…
Oliver se está lavando las manos con mucha insistencia. Creo que se ha puesto un poco nervioso, pero finge que no.
—Pasan muchas ideas por mi cabeza, eso es verdad. Mi familia… Es especial, está loca, y tiene acceso a cosas muy extrañas. Cuando vi que tú también estás metido en eso, no lo pensé mucho. Pensé que tenía que ver con que saliste con Nora y, a lo mejor, mi abuela te empezó a examinar. Tal vez tengas cosas que ella busca. No lo sé. Si te digo la verdad… Estoy un poco curado de espanto con esas cosas.
—Tú… ¿Sabes cosas sobre lo que hacen tus abuelos?
—No soy tonto. Sé que mi abuelo dirige negocios ilegales. También sé que mi abuela juega con cosas que no parecen de este mundo. Es una bruja, como dice ella. Bastante tengo con proteger a mi madre de… Bueno, de sus cosas.
—¿Proteges a tu madre de Olivia?
Oliver cierra el grifo y se queda mirando el agua que se va drenando por el lavamanos.
—Mi madre no parece tener salvación. Le tuvo que pasar algo irreversible, hace mucho tiempo…
—Esto… —no sé cómo decir lo siguiente—. ¿Tiene que ver con aquellos mareos tuyos?
—Ya sabía yo que me preguntarías esto —dice, con una sonrisa triste que me recuerda mucho a la de su hermana en sus momentos más honestos—. Ya te dije que te contaría un poco más, pero no es un tema sencillo, y más ahora que sé que tienes tanta implicación con mi familia.
—Pero tú sabes que los odio a todos, ¿no? Eres el único S al que aprecio, porque los demás… Vaya cuadro.
—¿Nos llamas “S”?
—Sí, Santalla Sallares. Otra gente también los llama así. Como los dos abuelos son peligrosos cada uno a su manera, cuando se habla del peligro de la familia en conjunto, y no solo de la mafia de uno o de la magia de la otra, entonces se engloba en los S.
—Los S… Vaya estigma, ¿no? Yo también soy un S hecho y derecho.
—Todas las reglas tienen una excepción —digo—. Ni se te ocurra pensar que eres uno de ellos.
—¿Piensas bien de mí, aunque sea el hermano de Nora y el nieto de esos dos?
—La familia no tiene nada que ver. De hecho, yo no tengo nada que ver con mi familia, por ejemplo. Tú estás vinculado a ellos porque no quieres dejar tirada a tu madre, y porque te ha tocado vivir ahí. Los demás son los que te hacen la vida imposible.
—Gracias por tus palabras. Eso sí, me gustaría dejar claro un punto: no consideres como una S a mi madre, tampoco. Ella es solo una víctima.
—Perdón… Tienes razón. A tu madre no la conozco. Me refería a los que sí que conozco. Olivia, Salvador y Nora. Aunque tu madre, haciendo lo que hizo contra Hugo…
—Mi padre y yo sospechamos que lo hizo para proteger a mi padre de mis abuelos. Y también porque alguno de ellos le hizo algo por aquellas fechas. No quiero juzgar a mi madre por lo de mi padre. Nora me parece más cuestionable, ya que ella está cuerda, pero lo aparta de la peor de las maneras. No me gusta. Odio no poder compartir con ella el vínculo con un pariente que no esté mal de la cabeza. Es como si Nora quisiera arrastrarse al fango expresamente…
Oliver está apretando con fuerza una toalla. Está muy frustrado.
—¿Quieres que dejemos el masaje para otro día? —pregunto.
—¡No! No, túmbate, por favor.
—¿Seguro que puedes? Si tienes las manos tensas o algo…
—No te preocupes. Cuando me pongo manos a la obra, me transformo. Va, túmbate.
Le hago caso. Siento que la conversación le ha dejado muy mal cuerpo y que no estará todo lo concentrado y dedicado que podría con el masaje.
Por suerte, me equivoco al pensar eso. Madre mía… Qué masaje. He tardado mucho en venir aquí. Este chico tiene un don para esto. Es alucinante.
—Estás increíblemente tenso, Izan. No te haces a la idea de cuánto hay que descargar aquí, aquí y aquí —dice, presionando en varias zonas de mi espalda y por el cuello.
—Tendré que venir más veces… De hecho, ahora me lo puedo permitir… Y no se me ocurre mejor forma de gastar el dinero…
—Pues sí, cuando tú quieras. Creo que te vendrá genial. Parece que cargas cosas que van más allá de lo físico.
—Si tú supieras…
El masaje de Oliver ha sido una maravilla. Creo que gastaré más dinero en masajes y menos en caprichos ociosos. Estoy madurando a pasos agigantados, de verdad. O me estoy haciendo viejo, no sé.
Si el calendario de enero no me hace pensar lo contrario, le pediré una cita para principios de ese mes.
Antes de irme, le pregunto si sabe algo de Rafael, el otro invitado de la velada, pero Oliver dice que lo perdió de vista después de la cena y no sabe qué fue de él. Tendré que preguntarle a Nora…
Cuando llego a casa, le doy un abrazo a Alex nada más verlo.
—Izan, ¡me tienes confuso!
—¡Qué bonito! —grita Lydia.
—No sabéis lo importante que es estar relajado —digo—. Lo de ayer fue por culpa de toda la tensión acumulada y de todas las cosas raras que están pasando.
—En eso tienes razón —dice Alex—, pero es que Frank me tiene un poco enfilado porque…
—Da igual —digo—. A lo mejor cada uno tiene sus motivos para enfadarse con el otro o echarle cosas en cara, pero todo se ha amplificado por culpa de la situación. Da igual. Ahora lo que tenemos que hacer es remar en la misma dirección o bajar de la barca. Una de dos. No se puede estar en la misma barca y remar en direcciones diferentes. No tiene sentido.
—Qué bien te sientan a ti los masajes, ¿no? —dice Lydia.
—Te veo inspirado, Izan. Me desarmas —dice Alex.
—¿Remas en la misma dirección, o prefieres bajar? La decisión es tuya.
Alex me mira, creo que impresionado. Luego sonríe.
—Yo remo para donde tú remes, ya lo sabes.
—¡Eso es! —grita Lydia—. Todos a remar ahora mismo.
—Vamos a tener paciencia con Frank. Estoy seguro de que nos podrá decir lo que pasa el mes que viene. Queda poco para eso. Esperaremos y confiaremos en él, ¿vale?
Los dos asienten. Yo me siento y respiro tranquilo. Me he quedado como nuevo.
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