Capítulo 204
—Ah, hola… Hace tiempo que no te veo —digo, preparando una silla para mi agradable invitado—. ¿Has venido a preguntarme si he tenido algo que ver con la predicción de “todo explota”? —me río. Dicen que mi risa es aguda y estridente, como la de una bruja. ¡Pues claro! Si es lo que soy.
—Sí. Supuse que tendrías unas ganas locas de matar a Rojo —dice mi inteligente invitado.
—Eso he hecho. ¡Ha sido precioso! Bueno, me ha dado un poco de penita, por ser un Izan… Aunque eso a ti te molesta, ¿verdad?
—¿Por qué me iba a molestar? —me pregunta.
—Por los sentimientos de mi parte de Nora —digo—. No te gusta que Nora ame a Izan, ¿verdad? Tendría que amarte a ti. ¡Yo siempre se lo digo!
—Todavía no me ama lo suficiente —dice—, pero vamos poco a poco. Ahora tengo que seguir con mi plan, y necesito saber si tienes previsto intervenir más veces en el calendario o no.
—¡Solo cuando se me mencione! —digo, aunque sin ningún tipo de palabra, porque soy una bruja muy tramposa. Yo haré lo que me dé la gana.
—Los tres salimos ganando, Olivia —me dice, muy educadito él—. Tú, yo y ya sabes quién. Pero para que salga, tienes que dejar que lo haga a mi manera. O, si lo quieres hacer a tu manera, infórmame, por favor.
—¡Claro, claro! Tú manejas los calendarios y yo no me meto en eso. Ji, ji…
Aunque me tendría que tener más respeto. Sin mí, nada de esto funcionaría.
—Octubre es un mes complicado para nosotros. Saúl entrará en el juego.
—¿Saúl? —pregunto. El nombre me suena, pero ahora mismo no lo ubico.
—Sí, Saúl. El que…
—¡Ah, sí! Ya, ya sé quién es Saúl. ¡Cuando ese termine de aparecer en el calendario, me lo traes aquí! A ese le tengo que sacar una buena cantidad de cosas. ¡No puede ser que no lo esté examinando ya!
—Pues eso. Voy a tener que mantenerme cerca para manejarlo.
—Oye, ahora que lo pienso —digo, todo curiosa yo—. ¿Cómo lo harás para acercarte a Izan? ¿No te odia?
—Un poco de tirria sí que me tiene…
Le pasa con todo el mundo. Ni siquiera Nora lo entiende. La parte “Nora” de mí lo sigue clasificando como el peor ex que nadie podría tener. Pero la parte “Olivia” de mí lo adora.
Pobrecito Jordi…
—¿Tienes algún plan?
—Se me ocurren algunas cosillas —dice Jordi, con esa seguridad arrebatadora—. Además, me será fácil moverme, ¿verdad? A fin de cuentas… Mi nombre nunca ha salido en el calendario y, por supuesto, nunca saldrá.
—¡Es verdad! —me río con la boca tapada—. Menudo pillín que estás tú hecho.
—Hace pocos días conseguí que se sintiera culpable por hablarme mal. Y, lo mejor de todo… El otro día lo vi con un vecino nuevo que suele llevar mascarilla, y le hice creer que era alguien malo.
—Por supuesto, no tienes ni idea de quién es ese vecino, ¿verdad?
—Exacto. No tengo ni idea. Pero es nuevo y lleva mascarilla, así que me encargaré de que Izan se coma la cabeza pensando si es el que le entrega los calendarios.
Los dos nos reímos. Nos lo pasamos muy bien con todo esto. Nadie nos puede quitar estos momentos.
—Por cierto, quería consultarte algo —dice, acercándome su móvil con una foto del calendario de septiembre—. ¿Tú sabes lo que puede significar la carita sonriente de mañana? Porque yo no tengo ni idea.
—¡Yo tampoco tengo idea! Aunque, sabiendo cómo funcionan las cosas… La debió escribir alguien que no es ni Izan ni nosotros, ¿verdad?
—Claro… Supongo. No podemos saberlo todo.
—¡Oye! No me digas eso, que me ofende —digo, con la mano en el pecho, indignada—. Mi misión es encontrar todas las verdades del mundo. ¡Yo tengo objetivos más elevados que nadie! La verdad, Jordi. La auténtica verdad… Estáis dormidos todos.
—Perdón, no quería ofenderte —dice, y se acerca a mí para darme un besito en la boca. Un piquito, nada más. Le dará asco mi cara de vieja, pero adora pensar que está besando a Nora. Y a mí me encanta, para que me voy a engañar…
—Confío en ti, Jordi. Tú apuntas y tú vigilas, ¿verdad?
—Por supuesto. Confía en mí. Lo importante es que, aunque no sepamos cómo funciona todo, sí que sabemos cómo tiene que terminar.
—Sí… Ji, ji, ji…
Jordi se va por la puerta. Es tan incomprendido… Pero a mí me encanta, incluso aunque Nora lo odie.
Bueno, ¿a qué nos podemos dedicar ahora?
Creo que voy a seguir un rato con el proyecto “Esmeralda”.
—Tranquila, Nora… Nos daremos un gustazo como regalo de Navidad… ¡Será una catarsis, ya lo verás! Ji, ji, ji…
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