Capítulo 301
Reunión pesadísima
“Lo peor de todo es que yo no he quedado con ningún familiar, pero, conociéndolos, aparecerán sin avisar, asumiendo que tengo todo el tiempo disponible para ellos.
Y lo peor es que sí que lo tengo. Porque, sí, asumo que hoy la reunión es familiar.”
Me despierto con un mensaje de mi hermano. No falla.
[Javi. 9:21]
Oye
Los papas y yo vamos a ir hoy a verte y a comer
Traemos comida y tal
La mama ha dicho que quiere que sea una sorpresa, pero yo te aviso
Mira que le he dicho que a lo mejor tenías planes y tal
Si no puedes dímelo porfa
Y si puedes y te parece bien, pues te haces el sorprendido cuando vengamos
El papa dice que quiere hacer las paces contigo
Tú dirás
Feliz Navidad hermano
Bueno, mira. Por lo menos hay uno que avisa. No sé por qué mi madre sigue pensando que me hacen ilusión ese tipo de sorpresas. Yo creo que les da igual.
—Oye —dice Lydia, interrumpiendo mi monólogo interno—. Que me está diciendo mi madre que si hoy puede venir a casa a comer. Se está poniendo victimista con que no quiero pasar la Navidad con ella.
—¿Tu madre? Hostia… Mira esto —le enseño los mensajes de mi hermano.
—No me digas eso… —dice Lydia—. ¿Cómo era la predicción de hoy?
—Reunión pesadísima…
Hoy es San Esteban. Es fiesta en Cataluña, así que, al igual que en nochebuena o Navidad, puede ser común reunirse con la familia y comer. En el caso de nuestras familias, el día más seguro era precisamente este, ya que en el resto había posibilidades de que la pasáramos con amigos.
No es la primera vez que mis padres y la madre de Lydia se juntan, pero, cuando eso pasa… Da lugar a una reunión pesadísima.
—No hay nada que temer —dice Alex—. Si estoy yo, seré el encargado de dirigir la conversación. Así no os tendréis que preocupar por nada.
—El que faltaba… —dice Lydia.
—Pero si siempre que estás con mis padres, te unes a ellos en todo —digo.
—Y a mi madre le tiras los tejos… —dice Lydia.
—Tío… —dice Frank, que lleva un rato en la mesa del salón leyendo un periódico, sin decir nada.
—Lo de tu madre conmigo es un amor platónico e imposible por las dos partes —dice Alex—, eso lo tengo más que asumido. Pero, eh, de verdad, que sé que este año es complicado para todos, así que me lo voy a currar.
—Claro… —dice Frank, sin apartar la vista del periódico.
—Oye, no seas cabrón. Yo pensaba que ya éramos íntimos —dice Alex.
—Claro, claro… —repite Frank.
Lydia se ríe. Yo sonrío, pero no puedo evitar pensar que no tengo fuerzas para la reunión de hoy. Aunque, por ser las fechas que son, y porque, en realidad, no son gente peligrosa… Creo que me dejaré llevar.
Un par de horas antes de la hora de comer, aparecen mis padres “por sorpresa”. No hace falta que me haga el sorprendido, porque la cara que tengo ahora es la misma que hubiese puesto si no supiera nada.
—¡No nos mires así, Izancín! —grita mi madre—. ¿No te hace ni un poquito de ilusión que vengamos a verte?
—Claro, claro… —digo, imitando el tono de Frank.
Después de que mi madre me abrace y me dé como cuarenta besos, mi padre se detiene frente a mí y me pide un abrazo. Yo correspondo, y ninguno de los dos dice nada, por el momento.
Luego, mi hermano me choca el puño, como hace a veces, y me dice que han traído comida y que él mismo se encarga.
En realidad, tampoco es una sorpresa que hayan venido hoy, ya que, en estas fechas, era común que el tío Mateo nos obligara a todos a comer en familia. Si nos está viendo, seguro que estará orgulloso de ver como sus tradiciones han hecho mella en nosotros, incluso cuando ya no está.
Cuando mis padres ven a Alex y a Lydia, saltan de alegría. Los adoran. Frank, por su parte, se retira a charlar con mi hermano. Se me suele olvidar que Frank y mi hermano eran muy amigos en su juventud.
Después llega la madre de Lydia con la hermanita de Espino. No se separan para nada. Esa mujer dice que la gata le cura la depresión, y por eso Lydia no la trajo con ella.
Es una gata un poco más activa que Espino, así que, cuando se ven, Espino la observa, quietecito, y ella quiere jugar todo el rato, aunque él no le pueda seguir el ritmo. No sé, ellos se apañan.
Nuestras madres bromean mucho con que nuestros gatos son un reflejo de Lydia y de mí, y que se llevan igual que nosotros.
La comida… Bueno, la reunión, es pesadísima. Se alarga y se basa en nuestros padres contándole a Alex y a Frank toda clase de anécdotas vergonzosas sobre Lydia y sobre mí.
Alex se ríe como si se fuera a dejar la garganta, y Frank tampoco se queda atrás y se ríe unas cuantas veces también.
—Me acuerdo de que, cuando estos dos eran pequeños —dice mi padre—, Lydia venía a casa para sacar a Izan de su habitación, y él le decía “¿pero dónde quieres ir? Si en la calle no hay nada.” Y ella no contestaba, pero lo arrastraba igual. Y, a veces, era Izan el que la arrastraba a jugar en casa.
—Más graciosa Lydia de pequeña…—dice mi madre—. Cuando venía a casa, se sentaba con nosotros y se ponía a charlar ella sola de todo, y cuando Izan le preguntaba “¿has venido a quedar conmigo o con mis padres?”, Lydia le contestaba “es que yo soy más como los adultos”.
—Siempre he sido así de precoz —dice Lydia.
—Pues a mí me parece que yo le daba miedo a Izan —dice la madre de Lydia—. Siempre que venía, me saludaba con la cabeza agachada y en voz muy bajita. Pobrecito, más tímido…
—No era nada personal —digo—. Lo hacía con todo el mundo.
—¿Y cuando empezaron a quedar los tres, con Alex? —dice mi padre—. ¡Izan estaba tan abrumado cada vez que los otros dos se ponían a hacer ruido y a dirigir sus planes!
—¡Yo pensaba que Lydia y Alex eran novios! —dice mi madre—. Lydia se pegaba unos cabreos cuando se lo decía…
—Claro, es que asumías cosas, Marga —dice Lydia.
—Bueno, bueno, pero tenemos una cuenta pendiente —dice Alex.
—¿Qué dices? Si empecé a fijarme más en las chicas cuando empezaste a irme detrás.
—¡Hostia! ¿El golpe bajo por la puta cara?
La madre de Lydia niega con la cabeza y procura no contestar a eso último. Me parece que esa mujer sigue pensando que lo de Lydia con las chicas es solo una fase.
—Pero mi Izancín era el que más risa daba —dice mi madre—. Las obras de teatro eran un dolor para él. Siempre pedía los papeles más quietos y facilitos. Y, cuando le daban uno más activo, siempre repasaba en casa las hojas y repetía “no por favor…”, siempre que leía una escena que no le gustaba.
—¡Lydia tenía que darle clases! —grita mi padre, que no sé para qué hay que gritar tanto.
—El Izancín siempre intentaba tener papeles de una o dos frases. ¡Y una vez me vino todo ilusionado a casa diciéndome que le habían dado un papel sin ninguna frase! ¡Me reí muchísimo ese día!
Y nada, toda la comida así. Anécdotas en la línea de Lydia siendo mi guía hiperactiva y con demasiada iniciativa, y yo siendo… Pues como ahora, pero mucho más callado y torpe. Se recrean en cosas como el miedo que me daban las excursiones o no entender qué me habían pedido cuando todos nos teníamos que llevar algo, y también del miedo que me daba el cambio del colegio al instituto. También en mi forma torpe de disimular cuando me gustaba una chica, y de que, en el fondo, yo era un ligón que las mataba callando, o algo así. Bueno, es verdad que tuve algunas historias con varias chicas. Llevo con el estigma de ligón silencioso que se hace el tonto desde pequeño, es verdad. Yo creo que les daba pena y que me veían como alguien incapaz de ser amenazante, y por eso se acercaban mucho a mí.
También hablan un poco de Javi con Frank, pero, por lo visto, dan mucho menos juego que Lydia, Alex o yo. Prefieren hablar de mis caídas, o de mis frases torpes cuando me hacía el indignado, pero que solo provocaba las risas de los adultos, por ejemplo.
En fin, muchas cosas así. Muy pesado, porque mis padres son muy ruidosos, y la madre de Lydia es muy dramática, y cuando se juntan pueden ser terribles… Pero tampoco ha estado tan mal. No ha sido un ambiente tan malo ni se me ha hecho tan terrible como otros años. Creo que este 2023 veo las cosas con una perspectiva muy distinta, y no es para menos, después de todo lo que ha pasado.
Y no solo eso… También estoy aceptando mucho mejor todo esto gracias a lo que me ha enseñado mi tío. Él me hace apreciar que la familia esté unida. Creo que incluso ha provocado un cambio en mi padre que, aunque no hablamos sobre lo que pasó en el funeral ni con el tema de la herencia, porque somos muy torpes para eso… Estoy casi seguro de que su forma de pensar ha ido cambiando poco a poco en este tema. No sé si hemos hecho las paces o no, pero sí he notado una complicidad que no me esperaba.
Respecto a la predicción, podríamos decir que la reunión también se hace pesada porque se alarga hasta casi la noche. Por poco no se quedan a cenar también, pero al final se han ido antes.
Cuando nos quedamos los cuatro solos, Lydia y yo nos retiramos a mi habitación para descansar la cabeza y mirar al techo.
—Misión cumplida… Izancín —dice Lydia, agotada.
—Misión cumplida… “Mamá, te prometo que no es una fase” —digo.
Ella me pega un codazo y me mira mal, pero sonriendo, con la boca muy apretada. Yo me río, pero de una forma muy cansada.
Nos quedamos los dos tumbados y Lydia se acerca a mí y apoya su cabeza en mi hombro.
No pensamos en nada más en todo el día.

Comentários