Capítulo 315
Enzo me felicita
“Pues venga, vamos de visita al gimnasio. Hay que cumplir predicciones, ¿no?"
No tengo muchas ganas de hablar con Enzo, la verdad. Aunque al final tuvimos ese pequeño momento de complicidad por todo lo que pasó con Salvador Santalla y los Abad, lo cierto es que Enzo y yo nos llevamos fatal. Además, todavía no sé si me sigue guardando rencor porque fui uno de los culpables de la muerte de Lucas.
Sea como sea, Frank es una de las personas que está luchando para que las predicciones se cumplan, así que yo no voy a ser un obstáculo para eso. Si se tienen que cumplir, que se cumplan, así que, por hoy, me voy al gimnasio.
Cuando llego al lugar, me pongo a dar vueltas frente a la entrada como alguien o muy indeciso, o muy sospechoso.
El despacho de Enzo tiene una cristalera que da a la calle, así que no tardará en verme.
Poco después de cinco minutos, me ve y se levanta.
—Mire quién es. ¿Ya viene para acosar a Abril?
—Hola, Enzo.
No puedo decirle que vengo por él, la verdad. Algo ha escuchado del calendario, pero no me apetece hablar con él de eso, y tampoco sé cuánto se lo cree.
—Pero no me diga que viene a verme a mí. Me halaga usted, ¿sabe?
—Pasaba por aquí y he pensado que, si te veía de refilón, te saludaría para ver qué tal te estabas recuperando de los disparos.
—¿De refilón? ¿Y por eso lleva más de cinco minutos frente a la puerta?
Vale, me había visto de antes. Pues sal cuando me veas, cabrón…
—Bueno, eso es porque me he puesto a pensar en mis cosas, y como no sabía a dónde ir, me había quedado por aquí en lo que me decidía.
—Estoy bien. Puede ir en paz.
—¿Y cómo está eso de que a lo mejor no podrás hacer deporte y ejercicio de la misma manera?
—Todavía hay un largo camino por delante. No quiero hablar de eso.
No parece que tenga muchas ganas de hablar conmigo, y menos de felicitarme. Es que, para empezar, ¿para qué me iba a felicitar? ¿Le digo que hoy es mi cumpleaños?
—Si no tiene nada más que decirme, me vuelvo a la oficina. Cuídese, amigo.
—Ah… ¡Espera!
—¿Qué quiere ahora?
Que me felicites, pesado. Por muy perturbado que suene… Me tienes que felicitar.
Pero… ¿Cómo lo hago?
—¿Disculpe? ¿Amigo? ¿Sigue ahí?
—¿Qué?
—Que se ha quedado como en blanco.
—Ah… Perdón. Es que…
Lo del cumpleaños empieza a no sonarme tan mal.
Aunque, no… Espera… Tengo una idea.
—Quería decirte algo, Enzo.
—Pues venga, hable, hable. Pero, si puede ser, apúrese un poco más.
—¿Te han dicho que Salvador Santalla ha muerto?
Enzo ha cambiado la cara por completo. Por su reacción, es la primera noticia que tiene sobre esto. Ha abierto muchísimo los ojos y ha contenido la respiración.
—¿Me puede repetir lo que acaba de decir, amigo?
—Salvador Santalla ha muerto.
—El señor Santalla… ¿Muerto?
—Así es. Lo vi con mis propios ojos, Enzo… Estuve ahí.
Enzo se lanza sobre mí y me agarra de los hombros para mirarme fijamente.
—Izan. Dígame que no me miente.
—No, no te…
—Por su vida, amigo. Júreme que el señor Santalla está muerto.
—Te lo juro.
Enzo me mira en silencio. Está escrutando mi expresión.
Poco a poco, empieza a sonreír.
—¿Cómo fue…? ¿Sufrió…?
—No puedo entrar en detalles, pero te diré que su mujer, Olivia Sallares, le puso una trampa. Consiguió sortear el problema de su cuerpo invencible. Problema al que tú te enfrentaste, si mal no recuerdo…
—¿Su cuerpo invencible…? ¡Sí, cierto! ¡No le pude hacer daño! ¡Nunca entendí aquello!
—Usaron brujería. Ya sabes, Olivia… —tengo que sintetizar—. Pero lo pudo parar, y al final murió por ello. Y, sí, sufrió.
—Sufrió… —Enzo sonríe con la mirada perdida—. Gracias… Gracias por decirme eso. Ojalá Lucas lo sepa… Sepa que Salvador sufrió…
—Yo colaboré un poco, ya que Olivia me llevó ahí.
Esto no es del todo verdad, pero es la única forma que se me ocurre de que Enzo me felicite.
—¿Usted…? De nuevo, se quitó de encima a uno de sus enemigos, ¿no? Como pasó con Lucas.
Mierda. No es la respuesta que esperaba.
—Enzo, lo de Lucas no fue así… Yo no quería que le pasara nada.
—Me disculpará. Siempre guardaré un poquito de rencor, pero no soy idiota. Entiendo muy bien lo que pasó, ya se lo dije. No pude evitar decirle eso cuando escuché lo que dijo. No me malinterprete… Le estoy agradecido.
—¿Agradecido? ¿Por lo de Salvador?
—Sí. Muchas gracias por haber participado. Ese hombre debía morir a toda costa.
—Sí, lo sé… Por eso fui valiente y me puse en riesgo para conseguirlo. No podía permitir que volvieran a pasar cosas como las de aquel noviembre…
—Así que se puso en peligro, ¿eh?
Sí, por Dios, felicítame ya, que me está dando un ataque…
—Entonces, permítame felicitarle por su valentía. Esa familia es peligrosa de verdad… Pero Salvador ya no está. Podemos estar un poco más tranquilos.
¡Sí! Sí, sí, sí. Misión cumplida. Venga, para casa.
—No hay de qué. Bueno, Enzo, eso era todo. Ahora me tengo que ir.
—¡Espere! Una pregunta más. ¿Olivia Sallares es ahora la que controla la mafia?
—No. Olivia Sallares… También está muerta.
Y, al decirlo en voz alta, acabo de caer en que Olivia me dijo que Enzo era un pariente suyo de confianza. ¿Cómo le habrá sentado la noticia?
—Genial. Ni Salvador ni Olivia están vivos. Podremos vivir mucho más tranquilos. Le estoy muy agradecido por informarme de algo tan bueno, amigo.
—Enzo… ¿Olivia no era pariente tuya?
—No vuelva a decir eso. Esa bruja no era la persona que yo conozco, ¿queda claro?
—Ah… Perdón.
Claro, pensándolo bien… Enzo es pariente de la Olivia original, pero no tiene por qué tener nada que ver con la bruja viajera del tiempo que perdió toda su identidad por parasitarse a sí misma una y otra vez durante más de un siglo.
Mientras hablamos, Abril sale por la puerta del gimnasio. Es un tipo de encuentro que podría haber esperado.
—Hola… —dice, al verme.
—Hola, Abril…
—Abril, ¿qué pasa, bonita? —dice Enzo.
—Nada, nada. Tranquilo, jefe. Tengo una hora de descanso, y me voy a esa cafetería a tomarme una infusión.
—¡Oh, por supuesto! Perdí la noción del tiempo. Vaya tranquila.
Abril se marcha sin mirarme. Siempre me duele cruzarme con ella.
Enzo la mira desde lejos, con tristeza.
—¿Por qué tiene que sufrir una chica como ella, Izan…?
—¿Qué? Ah… Pues… Me pregunto lo mismo.
—Entonces, ¿usted por qué la hace sufrir?
Odio que me pregunte por este tema, pero hoy no me puedo poner a la defensiva.
—Es complejo, amigo Enzo… Es muy complejo.
—Amigo Enzo, dice… Ya se le ha pegado lo de decir amigo —dice Enzo, riendo.
—¡Perdón!
—No se disculpe. Solo… Intente no hacer sufrir a Abril.
—Haré todo lo posible…
—¿Sabe? La familia de Olivia y Salvador fue la que puso dinero para despedir a Abril de su anterior trabajo y hacer que yo la contratara. No entendía nada de nada.
—¿Qué?
Es verdad… Abril me contó que la despidieron sin motivo. ¿Fueron los S? Ah, claro… Fue para controlar las predicciones del gimnasio en octubre.
—Cuando la contraté, vi en ella un abandono, una incomprensión… Una forma de ser utilizada… Una luz… Por eso la protejo, Izan. Por eso protegía a Lucas.
¿Qué tendrán que ver Lucas y Abril?
—Entiendo…
—No, no lo entiende, amigo. Nadie más vio lo que yo vi en Lucas. Y en Abril… Poca gente lo verá, pero dudo que nadie quiera hacer nada, incluso aunque lo vean. Sufre, pero nadie hará nada. Hay gente que está hecha así. Es injusto y doloroso.
—Sí… Lo es.
—El señor Santalla y Víctor Abad pensaban que yo era un privilegiado por pertenecer a una familia con dinero e influencias, ¿sabe? Pero esa familia fue una tortura, Izan… Una familia que me obligó a aprender a ser sumiso y servicial por un lado, disciplinado por otro, pero fuerte y dominante por otro. ¿Qué sentido tenía eso? Si no los trataba de usted, me pegaban. Si me dejaba pegar, era débil y me castigaban. Si no me dejaba castigar, no estaba respetando a la familia.
No sé qué decir… No me esperaba que Enzo me hablara de su pasado, la verdad.
Ahora que me cuenta esto, creo que entiendo un poco mejor por qué habla así.
—Al final me hice fuerte para que ninguno pudiera pisarme. Pero, ya lo ve… Me sigue aterrorizando no tratar de usted a todo el mundo, o no ser lo suficientemente atento y servicial… Pero tampoco me permito dejar de ser fuerte. Amenazante, si hace falta.
—Tuvo que ser duro… —digo, y creo que ha sonado demasiado genérico, pero es que no sé qué más decir.
—Mi medio hermana, Lucía, fue buena conmigo, pero ella también tuvo problemas de personalidad por culpa de una familia tan contradictoria y dura. Y menos mal que no conoció a toda mi familia, solo a la mitad…
—Así que Lucía también pasó por cosas así…
—Sí. Por eso le pediré que no la juzgue tan severamente como sé que hace, amigo.
—No pasa nada, ya no somos vecinos… Si no quiere hacer daño a mi gato, todo bien con ella.
—Más le vale, bonito. Y más le vale ser bueno con Abril. En una vida como la mía… Sé muy bien qué personas merecen ser tratadas con cariño, o caerán en un pozo que nadie podrá entender. Con Lucas fue demasiado tarde… Nadie hizo nada por él… Pero, en el caso de Abril, puede que no sea tarde. ¿Me ha entendido?
—Sí… Creo que sí.
Abril… En un pozo… Por mi culpa. Es algo que no puedo permitir, pero… ¿Qué puedo hacer yo?
Por hoy, ya he tenido bastante. Venía a provocar la felicitación de Enzo, y me voy con su historia bajo el brazo, y con una sensación horrible que me recuerda una y otra vez que Abril lo está pasando mal de verdad por mi culpa… Y que tengo que dejar de hacerme el tonto y hacer algo de una vez.
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