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Miércoles 19 de abril de 2023

Joel Soler

Actualizado: 11 oct 2023


Capítulo 50

Me informan de una muerte muy dolorosa

“Todo el mes intentando ignorarlo… Esto es muy superior a mí.”



El día empieza fatal porque, de entrada, Lydia no está. Me ha dejado una nota la muy desgraciada.


¡Izan! Perdóname, pero al final sí trabajaré, aunque no la jornada completa. Ayer hablé con mi jefe y me ha dicho que la única persona que podría cubrir mi puesto tiene dentista y que no vendrá hasta las 12. Que intente cubrir el hueco hasta esa hora por lo menos. Encima me ha dejado una indirecta de despido que no me ha gustado nada. Ya sé que ahora mismo tienes ganas de matarme (NO LO HAGAS, O LA DE LA PREDICCIÓN SÍ QUE SERÉ YO) pero no quería perder el trabajo solo por el miedo a una predicción, y tampoco quería dejar coja a la empresa… ¡Total! Que a las 12:30 aprox estoy ahí, ¿vale? Tú no enciendas el móvil ni mires el ordenador. ¡No hagas nada!


La ansiedad y el miedo acaban de apoderarse de la totalidad de mi cuerpo y mi mente. Es la primera vez que me creo de verdad que la predicción hace referencia a Lydia, ya sea porque le pase algo en todo este rato separados, o porque la mato yo mismo cuando vuelva y me informo dejando una nota sobre sus restos. ¿Cómo se le ocurre irse sola? ¡Encima no puedo comunicarme con ella! Me mete el miedo en el cuello y luego se separa de mí. En el momento en que encienda el móvil, seguro que me encuentro un mensaje de los padres de Eric… No, no lo puedo permitir. Si lo enciendo, no hay ninguna ventaja o desventaja para Lydia, así que no servirá de nada. Lo más sensato es que me espere quieto en casa, sin hacer nada.

¿Quién muere…? ¿Por qué…? No sé lo que le ha pasado a Eric, no sé si Estrella de verdad sería capaz de matar a Lydia, no sé si Frank se ha metido en un problema con la mafia, no sé si al final Elías tenía razón y Hugo lo matará… ¡De repente veo la muerte por todas partes!

Cuando venga Lydia, los dos nos encerraremos sin ninguna comunicación. Aunque, ahora que lo pienso, si ella sí está en la calle, podrían informar a Lydia sobre esa muerte de alguna forma. Puede que Lydia no se muera, pero que alguien se lo diga y, por lo tanto, sea inevitable que me informe al llegar a casa. Encima no podrá hacer nada para evitarlo, porque ya habrá ocurrido sí o sí cuando la informen a ella. podría decir y que, cuando ella vuelva a casa, sea ella la que me informe de la muerte. Esas condiciones se habrían dado por haberse quedado en mi casa para evitar una muerte. Sería horrible aceptar esa realidad.

Lo que está claro es que no tenemos ni idea de lo que estamos haciendo. Que todo puede salir mal por cualquier lado. Que este calendario de mierda es demasiado poderoso, y lo que podemos hacer para jugar en sus normas es demasiado limitado. Nos queda demasiado grande.

Espero con paciencia hasta la hora que Lydia me ha dicho.

Ya son las 12:30.

Las 13:15. Tarda más de la cuenta.

Las 14:03. Estoy tentado a salir a la calle.

Lydia no viene. Lydia ha dicho que vendría hace más de dos horas, pero no está aquí.

Las 15:33. Lydia no viene. Lydia ha dicho que vendría hace más de dos horas, pero no está aquí.

Las 16:58. Estoy al borde del ataque de ansiedad más incontrolable de toda mi vida.

Las 16:59. Llaman a mi puerta.

Encima, ahora que lo he comprobado, Lydia no se ha llevado mis llaves. Tiene que llamar, y eso es terrible, porque puede llamar ella, o puede llamar la persona que me tiene que informar de la muerte. No debería abrir, pero es que necesito comprobar si Lydia ha vuelto ya. Pero si abro, seguro que me informarán de la muerte en ese momento, y no estoy preparado… Aunque tampoco puedo seguir igual.

Quiero vomitar. Me he mareado. No puedo más.

Me acerco un poco a la puerta. Si es Lydia gritará. Hasta que no lo haga, no pienso moverme de aquí.

Pero, por suerte, no tengo que esperar mucho. Ya empiezo a oír su voz.

—¡Izan! ¡No te preocupes, que soy yo! ¡Abre, por favor!

Suspiro y mis piernas empiezan a flaquear. Casi me caigo al suelo.

Abro la puerta. Lydia me está mirando con su cara de pedir perdón. Yo estoy con mi cara de “ya veremos qué pasa antes, si lloro o vomito”.

—¡Perdón, Izan! El jefe me ha obligado a hacer la jornada completa. Dice que no tenía ningún motivo para faltar, y no sabía qué decirle. Al final me ha dado miedo perder el trabajo, y como el peligro era el mismo… Pues… ¿Me perdonas?

—Nadie te ha informado de ninguna muerte, ¿verdad? Quiero decir… No eres tú la informante, ¿verdad?

—No, nadie lo ha hecho. Ahora solo tenemos que encerrarnos los dos, aislados. Con eso estaremos seguros de que yo no soy, y como la familia de Eric no vendría expresamente a tu casa, Eric tampoco será.

—Entonces tú y Eric estáis a salvo, ¿verdad?

—Sí, Izan… Estoy segura de que sí.

—Pero entonces… ¿Quién me informará? ¿Quién vendrá a la puerta de mi casa solo para decirme que alguien se ha muerto?

No tenemos que esperar mucho para conocer esa respuesta. Poco después de las seis de la tarde, llaman a mi puerta.

Me acerco con mucho miedo. Puede ser alguien de mi familia, puede ser un vecino, puede ser que venga la propia Flora a decirme que su padre ha matado a Frank… No estoy preparado. No quiero.

Me asomo a la mirilla en silencio para que la otra persona no sepa que estoy. Veo al doctor Gabriel, el presidente de la comunidad, esperando frente a mi puerta con los ojos tristes.

No es lo único que veo. También veo la puerta de mi profesor Rafael abierta, pero el profesor no está. En su lugar, hay gente que no sé quién es entrando y saliendo. Se están llevando sus cosas. Es esa imagen la que me hace abrir la puerta de forma instintiva.

—¿Qué pasa? ¿Quién es esa gente? —digo mirando a los que se están llevando las pertenencias de mi profesor.

—Izan… —dice el presidente—. Quería informarte personalmente, porque sé que estabais muy unidos.

—No. No, no es verdad.

—El señor Rafael sufrió ayer un derrame cerebral. Falleció por la noche. Yo me he enterado este mediodía.

—¡Que no! ¿Cómo que un derrame cerebral? ¿Nadie ha hecho nada?

—Es el riesgo de las personas que viven solas… No pudo avisar a nadie antes de perder el conocimiento, y no se pudo tratar a tiempo.

No puedo contestar. Solo me siento en el suelo, pegado a un lateral de mi puerta, y entierro la cara en mis manos.

—El señor Rafael no tenía casi familia —continúa el presidente—. Una hermana que vive en Valencia se está encargando de sus cosas. Si alguna vez le prestaste algo, aprovecha ahora para reclamarlo.

—No —digo en voz muy baja—. No quiero reclamar una mierda…

—Lo siento mucho, Izan.

Me levanto poco a poco, le hago una señal con la cabeza al presidente para agradecerle que se haya tomado la molestia de informarme y cierro la puerta. Lydia está llorando.

Me siento en el sofá y ella se sienta a mi lado.

—Si no me hubiese quedado encerrado, a lo mejor habría notado que no estaba. Al tirar la basura, o desayunando esta mañana en la terraza de enfrente…

—No digas eso, Izan —Lydia me habla con dificultades. No puede parar de llorar—. No hubieses caído en que le habría ocurrido algo así.

—Con el calendario a lo mejor sí. Sabiendo que alguien iba a morir hoy, a lo mejor sí, ¿no crees?

—No tires por ahí, por favor. No ha sido culpa de nadie…

—¿Seguro que no ha sido nuestra culpa? —le digo a Lydia con un tono que debe de haberla asustado, porque se ha sobresaltado y me está mirando con algo de miedo—. Hemos cortado toda conexión con el exterior con excepción de dejar abierta la posibilidad de que me informe un vecino o como mucho un familiar, pero mi familia consta de tres personas que viajan por todo el mundo y de un señor mayor en una residencia. ¿Quién más me iba a avisar si no era un vecino? ¿Y qué muerte me dolería más si era alguien de este edificio?

—Sí… Si tienes razón en eso. No hemos podido verlo…

—¡Exacto! Lo teníamos delante y no lo hemos podido ver. ¿Por qué?

—Porque tu cabeza solo pensaba en que nos salvásemos Eric y yo. Has bloqueado todo lo demás. Tenías miedo de que, si te dabas cuenta de cómo salvar a otros, acabases por no poder hacer nada por nadie al darte cuenta de lo inevitable que era…

—Tú lo has dicho… Ha sido mi culpa.

—¡No he dicho eso! ¿Escuchas cuando hablo?

—Lydia, ya puedes irte. Ya has visto que la persona que muere este mes no eres tú. Ya no tienes nada que hacer aquí.

—Sí tengo algo que hacer.

Sin decirme nada más, Lydia me da un abrazo. Nos quedamos así durante mucho rato.

—Izan… ¿Encendemos los móviles para ver cómo está Eric?

Le hago caso. Al abrir, veo varios mensajes del propio Eric, diciéndome que por ahora está fuera de peligro y que puedo ir a visitarle si quiero porque todavía estará ahí unos pocos días más en observación.

Aprovecharé estos días de baja. Mañana tengo que ir a ver a Eric y también pasaré por el tanatorio. Quiero despedirme de mi profesor.









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