Capítulo 51
Paso el día en el tanatorio
“Es mi culpa. Nos queda grande.
No sé qué me creí al intentar utilizar el calendario a mi favor…”
Nos despertamos pronto. Lydia ha dormido en mi cama y pasaremos todo el día juntos. Me acompañará tanto al hospital como al tanatorio.
Gracias al doctor Gabriel, nos enteramos del lugar del tanatorio y a qué hora se podía entrar. El hospital de Eric nos queda más cerca y a medio camino, así que pasamos por ahí primero.
Al parecer, no hay ningún problema con las visitas que pueden entrar en la habitación. Su seguro es privado, así que tiene una habitación grande y cómoda para él solo.
—Vaya, pero si ha venido Lydia también —dice Eric en mejor estado de salud de lo esperado—. ¿Has venido para que Izan no se pierda?
—¡Pues claro! —contesta Lydia fingiendo algo más de alegría de la que en realidad tiene—. Se pierde por su propio barrio, imagínate en este hospital de lujo lleno de pasillos.
—Haces bien. No queremos que Izan se pierda en un lugar como este, no lo podría soportar.
—¿Me voy y así podéis burlaros de mí sin que esté yo delante? —digo, lanzando la idea al aire con toda humildad.
Eric y Lydia no tienen mucha relación, pero su energía se vuelve una sola cuando se trata de burlarse de mí.
—Que no, hombre —dice Eric, ya con un tono más maduro y sosegado—. Gracias por venir. A los dos. Pensaba que vendríais por la tarde. ¿No habéis ido al trabajo?
—Tenemos la baja —digo—. Hoy queríamos venir aquí y luego tenemos que ir a otro sitio. Al tanatorio.
—¿Al tanatorio? ¿Qué ha pasado? —dice Eric, incorporándose un poco.
—¿Te acuerdas de mi profesor Rafael? ¿Mi vecino? Murió antes de ayer de un derrame cerebral. No lo encontraron hasta ayer.
—Hostia… Lo siento muchísimo.
—Es una mierda. Por eso ha venido Lydia, para animarme un poco a pasar el mal trago, y también para verte cuando le conté lo tuyo.
No es mentira del todo. Es la mejor verdad que le puedo dar si quitamos todo lo relacionado con el calendario.
—Muchas gracias por venir, de verdad. Pero ahora id al tanatorio. Despídete de tu profesor, Izan.
—Sí, eso tendré que hacer. Tenía poca familia, no podría soportar que esté vacío y nadie se despida de una de las mejores personas que he conocido.
Con Eric estamos cinco minutos más. Nos ha contado un poco mejor sobre lo que le ha pasado. Dice que le están haciendo pruebas y todavía está en observación. Que mañana sabrán algo mejor qué ha pasado, pero que podría ser una arritmia. No sabemos la causa, porque dice que puede venir de muchas cosas. Es posible que mañana visite a Eric de nuevo.
Después de otros veinte minutos a pie, llegamos al tanatorio. Mi miedo era que no hubiese nadie, pero lo que me encuentro en su lugar es muy distinto.
El lugar está a rebosar. Un hombre que vivió solo durante casi toda su vida, con muy poca familia, sin pareja ni hijos… Ha conseguido que su tanatorio esté lleno de gente. Alumnos de muchos años que lo tuvieron en secundaria, como yo. Todos faltando a su trabajo y haciendo un hueco en su agenda desde cualquier lugar donde se encontrasen para estar hoy aquí y darle un último adiós a una persona que solo compartió con ellos un breve tramo de sus vidas. Pero están aquí por la misma razón: todos recordarán a aquel profesor que era mejor que todos los demás. Todos querrán darle un último adiós al profesor Rafael porque saben que es lo que se merece. Porque a las buenas personas no las puedes dejar ir sin concederles por lo menos esto.
Conozco a algunos, pero no hablo con casi nadie. Recuerdo caras y nombres, pero dudo que me recuerden a mí.
Busco con la mirada con la esperanza de encontrar a Alex, mi mejor amigo del instituto. Él no ha podido venir porque está fuera de España. Seguro que como mínimo se le habrá pasado por la cabeza.
Otras caras conocidas que veo son al doctor Gabriel y al matrimonio de ancianos del edificio. Ni los del piso de Aaron ni los LuLu están. Al ser los más nuevos, no han podido interactuar lo suficiente con él. No han tenido el placer de conocer de verdad a mi profesor.
Mi tío Mateo tampoco ha venido, no sé si porque no ha querido o porque nadie le ha avisado en la residencia. Creo que la que ha avisado a todos los alumnos es la hermana de Valencia con la ayuda del doctor Gabriel. No tengo ni idea, pero es lo que más me cuadra.
Sea como sea, me emociona que tanta gente quisiera al profesor Rafael.
Lydia y yo nos acercamos a su cuerpo, y yo le hablo con la esperanza de que me escuche de alguna forma. Si después de la muerte su alma abandona su cuerpo y su espíritu pulula por la ciudad, seguro que estaría por aquí cerca cotilleando qué dice la gente sobre él.
—¿Ha visto, profesor? Usted no estaba solo. Mucha gente le quería. Esto no es casualidad, ni tampoco suerte. Esto se lo ha ganado usted siendo el tipo de persona que era. Da igual si era un cotilla o si se reía de mis torpezas con su risa silenciosa. Lo que todos recordaremos es que era una de las mejores personas que podremos conocer jamás. El mejor profesor y el mejor vecino. Esto es su mérito —hago una pausa porque me cuesta seguir, pero quiero terminar con una frase más—. Muchas gracias por haber sido mi profesor y también mi vecino. Creo que ahora soy mucho mejor persona de lo que hubiese podido ser si nunca nos hubiésemos conocido. Descanse en paz, profesor.
Poco después de eso, Lydia y yo nos vamos. Ella propone dormir un día más conmigo y yo acepto. Alega que, como a partir del fin de semana es Abril la que me consuela, ella lo hará hasta que llegue ese momento. A mí me parece bien.
Al llegar, miro el móvil y veo un mensaje de Estrella. Me asusto al pensar en qué puede ser, y también al recordar que, ahora que he confirmado que ella no tiene nada que ver con la muerte del calendario, entonces tengo que decirle de quedar entre mañana y el lunes. Viendo las predicciones, casi seguro que será el domingo, donde lo único que pone es que paso el día investigando. Igual me ayuda y todo, sea lo que sea lo que investigue. El resto de predicciones no me cuadran demasiado salvo, tal vez, la del lunes, donde solo habla de mis vecinos, y hay hueco para algo más.
En cualquier caso, el mensaje solo era un recordatorio de que hoy empieza la temporada de Tauro y, por lo tanto, ha salido el segundo de los doce relatos del zodiaco. Ha sido un día duro y me costará centrarme en esto, pero no creo que haga daño tumbarme a leer un relato. Espero que no tenga nada que ver con ningún profesor, porque hoy creo que no lo podría soportar.
Bien. Me ha gustado. Hay que ser persistente, pero sin dejar de ser real, ¿no? Me gustaría saber si esas son cualidades que yo tengo, o si estoy lejos de tenerlas.
Miro el calendario. Pienso en todo lo que implica y todo lo que me está haciendo pasar. Lydia ya duerme.
Murmuro en voz alta.
—Sí… Tengo que poder con todo esto y mucho más. ¿A que está usted de acuerdo, profesor? ¿A que puedo hacerlo?

Commentaires