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Miércoles 12 de abril de 2023

Joel Soler

Actualizado: 11 oct 2023


Capítulo 43

Frank me cuenta la verdad

“El otro día no me contó nada muy relevante, pero yo tranquilo, porque

mi amigo el calendario ya me avisó de que me lo contaría hoy.”



Yo mismo soy el que le dice a Frank de tomar algo por la tarde. Cuando salgo del trabajo, me lo encuentro en la puerta de la oficina.

—¡Frank! ¿Qué haces aquí? —nos saludamos con nuestro clásico abrazo—. Te había dicho que quedábamos en el bar del otro día, ¿no? ¿O me estoy confundiendo yo solo?

—Sí, me habías dicho eso. Pero antes he charlado un poco con Lydia, ha salido el tema de que hoy quedaríamos, y me ha pedido que venga a buscarte a la oficina para llevarte al bar y que no te pierdas. ¿Qué significa eso?

Me parto de risa, Lydia…

—Significa que Lydia es una cabrona como no te haces una idea… —una parte de mí se está riendo por dentro, otra quiere matar a Lydia y otra quiere que todo el mundo se calle.

Llegamos al bar. Frank toma una cerveza y yo un refresco. Los dos compartimos unas patatas bravas. Frank insiste en pagarlas, así que yo como pocas. De todas formas, tengo un poco cerrado el estómago, así que no me supone mucho problema.

Tenemos una charla trivial, pero se nota que Frank está muy serio. Por un lado, noto que tiene ganas de contarme la verdad, pero, por el otro, parece que le sigue disgustando pasar por ese mal trago. Yo lo que creo es que odia el tema, pero que también odia hacerme esperar tanto para contarme algo que debería saber, y más si me involucra de alguna forma con la abogada esa que preguntó por mí o con el vecino loco al que Frank tiene amedrentado.

Tras algunos rodeos, decide contarme la verdad.

—Te acuerdas cuando corté con mi última pareja, ¿no?

—Sí, con la que te ibas a casar.

—Esa, sí… Cuando ella me dejó. Bueno, durante un tiempo dejé de ser yo. No te aburriré con los detalles: poco después de cortar con ella, me despidieron del trabajo porque golpeé a mi jefe un día que dijo algo que no tenía que decir.

—¡Frank! Yo no sabía eso. Oye, una lástima que no lo hicieras en mi oficina…

—Entonces me encontré con un viejo amigo que me ofreció un trabajo. El problema es que ese trabajo era de dudosa credibilidad. Del estilo “no hagas preguntas”. ¿Entiendes?

—¿Tú qué tenías que hacer?

—Llevar un camión. Dicho en claro: transportar mercancías ilegales. Mis dos trabajos eran llevar ese camión y no hacer ninguna pregunta.

—¿Y cuándo supiste qué era lo que llevabas?

—Mira, Izan… Con ese tipo de trabajos, no hace falta que preguntes nada. Lo sabes y ya está.

—Entonces, aun sabiendo lo que había… ¿Seguías trabajando de ello?

—Ya, ya sé lo que estás pensando… Es una mierda, ¿vale? Yo ya lo sé. Joder, ya lo sé. Pero una vez te relacionas con según qué gente, no es tan fácil. Además, en aquel entonces, yo pensaba que me la sudaba tres huevos todo, que ser justo y bueno era de imbéciles y que no me contratarían en ningún lado. Pagaban bien, Izan, ¿lo entiendes? Pagaban muy bien…

—No te quiero juzgar, no me malinterpretes…

—Pero si es inevitable. Yo siempre he sido el justiciero, ¿no? El moralista. Tú me lo has dicho alguna vez. Tú me conoces de esa forma. Eso es lo que soy para ti. Y a mí me gustaba ser así. Joder, intento ser así. Pero hay veces en que no puedes.

—Vale, vale… ¿Y qué pasó? ¿Cómo te pillaron?

—Conocí a un chico que me empezó a chantajear. No me dijo su nombre, pero tendría tu edad y era calvo. Se me acercó un día y me dijo que si sabía para quién estaba trabajando. Yo le dije que no me importaba, pero él se puso pesado con que no debería darme igual. Me empezó a hablar del grupo con el que yo estaba trabajando y me dio un nombre del que podría ser el jefe. Es decir, mi jefe. Víctor Abad.

Al escuchar el apellido, lo primero que pienso es que en el colegio debía ser siempre el primero de la lista siempre, en cualquier clase. Lo segundo es que me suena muchísimo el apellido.

—Igual te suena el apellido —me dice Frank, lo que me hace asustarme. ¿Me lee la mente? ¿Tengo cara de “me suena el apellido”? —. Es el mismo apellido que tu vecino Lucas.

—¡Ah! Es verdad. Lucas Abad, Flora Abad… Los he visto en el buzón.

—Yo no sabía que Lucas tenía ese apellido, pero sí conocía a Lucas de antes. Resulta que es amigo del que me consiguió el trabajo. Además, aparecía algunas veces para darme materiales e instrucciones antes de una entrega. Lucas era un suplente o algo así.

—¿Y Lucas te hizo algo?

—Lucas directamente no. Pero, después de un tiempo de hablar con el joven sin pelo, de escuchar las historias sobre Víctor Abad, al que me pintó como un villano que amenazaba con la seguridad de nuestra ciudad y que mataba a inocentes… No sé qué decirte, pero la forma de hablar de esa persona despertó de nuevo mi lado justiciero. Quería hacer algo contra él, aunque me quedase sin trabajo por el camino. Así que empecé a coordinarme con el otro chico e investigué a mi jefe.

—Una pregunta —digo levantando la mano, ya que hay una tontería que no me deja atender con facilidad porque no me la quito de la cabeza—. Si no conocías el nombre del chico calvo que te informó sobre el mafioso… ¿Lo llamabas por un sobrenombre o algo? ¿Cómo te comunicabas con él?

Frank sonríe y me mira con ternura. Creo que siempre le han hecho gracia este tipo de preguntas y observaciones.

—No me quiso decir su nombre, pero cuando guardé su contacto, me dijo que apuntase la palabra “Rojo”.

—¿Rojo? ¿El color rojo?

—El color, sí. Bueno, no sé si era algún tipo de broma con ideologías políticas. No pregunté.

¿Rojo? ¿Será el Rojo de los VDLS? ¿El líder de ese chat podría ser el contacto de Frank? ¿Pero qué tiene que ver una cosa con la otra? No, espera, no tiene por qué ser lo mismo… El contacto de Frank se hace llamar Rojo, eso está claro, pero el de los VDLS tal vez no le quedó más remedio porque todos tenían que llamarse de colores. Claro que, por otro lado, él es el líder, así que lo de los colores tal vez fue idea suya. Como se llama Rojo en todas partes, formó el grupito de los VDLS y obligó a todos a llamarse por un color. O tal vez los de ese chat usan su color para todo. Aunque eso socavaría un poco su secretismo, ¿no? Madre mía, no entiendo nada de nada…

—¿Izan? ¿Sigues aquí conmigo o no?

—¡Ah! Perdón…

—Tu cara se ha quedado blanca y tu mirada perdida, ¿qué pasa?

—No sé, me he puesto a pensar en otra cosa y he empezado a enlazar pensamientos y… No sé. Lo siento.

—No pasa nada. Pero céntrate, por favor, que este tema es muy difícil para mí.

—¡Sí! Lo siento, Frank.

—Lo que pasó es que investigué cosas de Víctor Abad, me acerqué un poco a él y a su familia, conocí a algunos otros miembros… Le hice creer que estábamos en sintonía. Que podía ser un aliado muy valioso para lo suyo. Pensaba que le estaba engañando, pero en realidad era él quien me engañaba a mí. Sospechó de mis movimientos, pensó que tal vez alguien me estaba investigando y que me estaba usando a mí, por lo que permitió que me acercase a él, me confiase… Y así tener más información de quién me estaba manipulando. Tanto Rojo como Víctor me usaban como peón, los dos sabían que el otro se daría cuenta y se supieron esconder bien… Así que el único que salió perjudicado fui yo. En cuanto Víctor decidió que seguir utilizándome era un camino sin salida, decidió un destino distinto para darme algún uso. Aprovechó la confianza que empezábamos a tener el uno en el otro para ponerme en una situación que terminó con la policía arrestándome y acusándome de cosas que sí había hecho, y de otras que no había hecho. Consiguió hacer desaparecer algunos de sus trapos sucios cargándomelos a mí. El muy hijo de…

—¿En serio te pasó todo eso? Es surrealista… —dice el que tiene un calendario mágico predictivo y que corre por los callejones para huir de una bruja oscura.

—Conseguí salvarme de una pena mayor porque mi abogado consiguió hacerme quedar como un panoli que no se enteraba de nada. Pero fueron muchos crímenes pequeños que se fueron acumulando.

—Pero tenías el nombre y apellido de Víctor Abad, ¿no? ¿No pudiste hacer que la justicia fuese contra él?

—Es el tipo de persona que lo tiene todo cubierto, que está preparada para eso y que sabe qué fibras tocar para que no lo quieras ni intentar. Si intentas ir a por él, no solo no conseguirás nada legalmente, sino que encima puede que mate a toda tu familia. ¿Crees que merecía la pena intentarlo?

—No, claro… Bueno, después de tu encierro, saliste antes de lo previsto porque intervino la abogada nueva, ¿no?

—Dana está removiendo el caso. Está intentando deshacer todas las cosas que protegen a Víctor y le ha declarado la guerra. No sé por qué, pero como te dije, he sido un bien colateral.

—Lo que nos lleva a una de las preguntas que me tiene más loco, que te he hecho muchas veces y que no terminas de darme una respuesta satisfactoria… ¡¿Por qué tu abogada tenía mi nombre y apellido?! ¡Sabía que Lucas sería mi vecino!

—Te lo he dicho cada vez, Izan, yo no lo sé. Conozco pocas cosas de Dana. Ella me dijo lo de Lucas porque sabía que me interesaría mantener el contacto con él. Quién sabe si eso me llevará en algún momento contra Víctor otra vez. Pero que supiera tu nombre y tu dirección… Lo único que se me ocurre es que tuviera tu nombre fichado por otro motivo, pero no tengo ni idea de por qué.

—¡¿Y no se lo puedes preguntar?! —al decir eso empiezo a hiperventilar. Creo que he sido demasiado paciente con Frank y su silencio, y ahora que se ha abierto la caja, necesito soltarlo todo.

—¡Izan! Tranquilízate, por favor. Se lo preguntaré, ¿vale? No lo he hecho hasta ahora porque primero quería ver de qué palo iba. Pero ya la voy conociendo mejor, así que le preguntaré.

—De acuerdo… —intento respirar hondo y controlarme un poco—. Sí, de acuerdo. Perdón. Me he alterado. Tengo muchas cosas encima…

—No te preocupes. Ya lo sabes, Izan, me aseguraré de que no te pase nada malo. Siempre ha sido así, ¿no?

—Sí… Perdón por gritarte de esa manera.

—No es nada. Gracias por la paciencia que has tenido conmigo en este tema.

—Oye, una pregunta que se me ha cruzado por la cabeza… ¿Crees que Dana y Rojo están relacionados?

—No es una mala pregunta —Frank se rasca un poco la barbilla para pensar—. Lo he pensado alguna vez, pero tanto puede ser que sí, como que no. Eso ya no me atrevo a preguntárselo, al menos por ahora. Lo de Rojo prefiero que quede como algo apartado hasta que entienda mejor todo lo que pasa a mi alrededor.

—Vale, no pasa nada…

—¿Tienes algo en mente sobre Dana y Rojo? —me pregunta mirándome con mucha atención, como si se sorprendiera de que esté indagando más de la cuenta donde no toca.

—No, no… Yo que sé. Ya no sé ni lo que estoy pensando.

La historia de Frank me ha tranquilizado un poco, en el sentido de que yo he llegado a imaginar cosas mucho peores de por qué acabó en la cárcel. Pero, por otro lado, saber que tengo de vecino al hermano de un mafioso y que lo de la abogada todavía no tiene respuesta… ¿Y qué pasa con lo de Rojo? Si ahora lo de VDLS tiene que ver con todo esto, me descolocará del todo, porque se supone que yo estoy ahí por lo del calendario, y lo de Frank no tiene nada que ver, o eso creía hasta ahora. Yo ya no sé qué tiene que ver con qué.

¿Mañana toca discusión intensa? Pues espero que sea entre otros y que yo solo esté de oyente, porque con todo esto… Es que no. No me da la cabeza.









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