top of page

Miércoles 18 de octubre de 2023

Joel Soler

Actualizado: 19 oct 2023


Capítulo 232

Hago la clase de Abril

“No debería. El maldito calendario hace conmigo lo que quiere, de verdad…”



No quería venir al gimnasio, pero lo he hecho porque cada vez tengo más claro que tengo que favorecer que se cumplan las predicciones, o pasarán cosas malas. Ni yo lo entiendo del todo bien, pero siento que es así.

Me da muchísima vergüenza hacer esto, pero, cuando empieza la clase de spinning de las seis de la tarde, me subo a una de las bicis como si tuviera derecho. Saúl se sube a la bici contigua.

Abril está dando la clase de la manera más profesional. Sé que lo está pasando mal por verme ahí. De hecho, pensará que soy un sádico y que para qué me subo. Seguro que cada vez me odia más. Me planteo muy seriamente lo de contarle lo del calendario, más que nada para que sepa que todas las cosas raras que hago, las hago sin ninguna clase de maldad.

Por cierto, no sé si es su intención o si las clases siempre son así, pero cada ejercicio y orden que espeta, sirve para destruir más y más mi pobre cuerpo y mis esperanzas de llegar vivo al final de la clase. No tiene ningún sentido que yo esté hoy aquí.

Cuando se nota (porque se nota) que ya no puedo más, dice con alegría “¡faltan quince minutos, vamos a subir la intensidad!”. Eso lo ha dicho para vengarse de mí, estoy seguro.

Al terminar la clase, tanto Saúl como yo terminamos apoyados en la pared, jadeando y con ganas de perder el conocimiento.

—Se me da fatal esto…—dice—. Bueno, esto, y lo otro, y lo otro de allí… —señala a las diferentes máquinas que hemos probado ya, una por una.

—Creo que mañana no podré venir… Estaré indispuesto… —digo, acompañado de una nausea nada agradable.

—¿Ha sido muy duro para vosotros? —dice Abril, a nuestras espaldas—. No esperaba verte en mi clase, Saúl.

—Pues ya ves… —dice mi casero, pidiendo con la mano una pausa para que pueda hablar lento y a ratos—. Es que… Tenía que probar… Y me he animado… Aquí con mi amigo…

—¿Ha sido idea tuya? —dice Abril, mirándome.

—Ah… Bueno. Ha surgido. No lo he pensado mucho.

Me mira. Está seria. No me gusta verla así. Me duele.

—¿Podemos hablar en privado, Izan?

—Eh… bueno —miro a Saúl y él me hace una señal como diciendo “ve, ve, yo me quedo aquí recomponiéndome”.

Abril y yo nos apartamos. Cuando la sala se vacía y algunos de los alumnos se despiden de su monitora, empezamos a hablar.

—Perdón… —digo yo primero—. No tenía que haber venido.

—¿Por qué?

—Se supone que nos hemos distanciado, pero vengo aquí a tu clase… Que encima no puedo ni seguirte el ritmo… Y no sé, como que no tiene mucho sentido. No sé por qué lo he hecho.

Bueno, lo he hecho por el calendario, pero no es algo que le pueda decir.

—No me ha molestado —dice—. No mucho.

—Un poco sí… ¿No?

—Un poquito. Muy poquito. Molestado no es la palabra —Abril sacude la cabeza—. ¿Por qué te has apuntado al gimnasio?

—Vivo al lado, y Saúl me empujó un poco…

—Ya sé que vives al lado, pero tú nunca has sido de gimnasio, y sabías que yo trabajaba aquí.

—Sabía que te había molestado…

—Izan. ¿Tú sabes cuál es el problema? ¿Sabes cuál es mi preocupación, digamos?

—Ah… Pues… No sabría verbalizarlo —por no decir que no tengo ni idea, si me lo pregunta así. Pensaba que solo era un tema de incomodidad, pero creo que es algo más.

—El problema, Izan… Es que, si después de decirme que estás de acuerdo en que nos tenemos que alejar, lo siguiente que haces es venir aquí, al trabajo, a mi clase, en un lugar en el que no esperaba verte, por mucho que vivas al lado… No puedo evitar tener esperanzas.

—¿Esperanzas…?

—Pienso que a lo mejor fue por el regalo de cumpleaños. Que, a lo mejor, al ver la lámpara, cambiaste de idea, y ahora me sigues para volver a tener una oportunidad conmigo. Pienso que a lo mejor no es por la lámpara y que, en su lugar, es algo que ya tenías dentro desde mucho antes. Que te arrepentiste de decirme que no. ¿Entiendes? Pienso muchas cosas que me hacen pensar que ya no quieres alejarte de mí… Que quieres acercarte a mí. Y no lo entiendo. No sé si me estoy equivocando o no, y no sé si es algo que me genera rechazo o, en vez de eso, algo que me gusta. No sé si te diría que sí o que no en caso de que me pidas que lo volvamos a intentar. No sé si estoy haciendo el ridículo más absoluto contándote todo eso. ¿Entiendes, Izan? Ese es el problema de que vengas aquí, a mi gimnasio, a mis clases… ¿Lo entiendes?

Cuanto más habla, más nerviosa se pone y más culpable me siento. Que esté pasando por todo eso por mi culpa, por lo poco claro que he sido, por el calendario… Por todo. No lo soporto.

—No sé qué decirte… Lo siento —digo, y sé que sueno fatal diciendo esa mierda de respuesta—. Te pedí que nos alejáramos también porque hay muchas cosas que no sé sobre… Bueno, sobre todo esto. Ahora mismo soy incapaz de responder a nada.

—Entonces, ¿por qué has venido? ¿Te ha dado igual lo que pueda pasar por mi cabeza? Porque, a ver, claro que eres libre de apuntarte al gimnasio, hacer las clases que quieras y todo, más faltaría… Pero sabes que puede pasarme algo así, como lo que te he contado. Porque lo sabes, ¿no?

—No lo pensé mucho… Soy idiota, tú también sabes eso.

—No eres idiota. ¿Sabes lo que creo?

—Qué…

—Que el hecho de que hayas venido aquí, forma parte de las cosas raras que te pasan. De todas esas cosas que no me puedes contar, y que hacen que tanto tú como Lydia, y ahora también Anna, os pongáis nerviosos y huidizos cuando se os pregunta. Que por eso estás aquí, sin saber ni por qué, en un ambiente que no es el tuyo. Y perdón si sueno a paranoica y a que no tiene ningún sentido lo que digo, pero, con la información que tengo y con las respuestas que me das, es que no puedo pensar en otra cosa. Es, o eso, o pensar que estás jugando conmigo, y, si te digo la verdad, prefiero pensar lo primero.

Joder… Pues lo ha clavado bastante.

—Solo puedo decirte que no quiero hacerte ningún daño ni que lo pases mal por mi culpa. Iré con mucho más cuidado.

—Vale…

Se da la vuelta. Se irá así, de malas formas, y eso me duele mucho. Pero siento que me lo he ganado.

Antes de irse, se da la vuelta.

Abril se acerca a mí y, antes de que pueda reaccionar lo más mínimo, me da un beso. Uno muy rápido, casi imperceptible, en los labios.

—Lo siento —dice con la cabeza agachada frente a mí. Luego se da la vuelta y sale corriendo.

Me quedo ahí quieto. Paralizado. No lo he visto venir ni lo he podido procesar. La predicción no me ha avisado de esto. La predicción ha decidido que hablarme de la clase tenía más sentido que hablarme del beso.

Miro hacia la puerta y veo a Saúl haciéndose el tonto, cotilleando. Cuando hacemos contacto visual, pone cara de estar disfrutando del culebrón. Yo paso de él.

Abril me acaba de besar. Después de todo lo que ha pasado y de lo que está pasando… Abril me ha besado. Un beso rápido que no he podido procesar ni entender, pero que sé que ha ocurrido.

No sé qué decir. No sé qué hacer. No sé qué pensar.

No sé qué sentir.







33 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Epílogo y texto final

Epílogo: Más allá del calendario Este es el final de la historia. La historia que Izan ha vivido durante todo un año. La historia de doce...

Jueves 29 de febrero de 2024

Capítulo 366 Todos miramos a Oliver. Su frase se ha quedado a medias. —¿Oliver…? —pregunta Anna. —¿Qué? —pregunta él, con una expresión...

Miércoles 28 de febrero de 2024

Capítulo 365 A (Parte 1) CDLS al completo en el templo “Eso no ocurrirá. Y ya no importa de quién sea la otra letra. Acabaremos hoy, pase...

Comments


bottom of page