Capítulo 57
Acompaño a Abril de compras
“¡Bien! A donde sea.”
He tenido una muy mala noche. La desaparición de Estrella y esos últimos mensajes me dejaron chafado. Tenía la esperanza de que me contestase durante esas horas de insomnio, pero nada. Al despertarme, lo primero que hago es mirar si ya lo ha hecho, pero, de nuevo, nada.
Ya que la predicción de hoy es con Abril, intento tomarme el día con algo más de optimismo.
Al salir del trabajo, lo que hago es caminar muy lento. Si Abril y yo no hemos quedado, quiere decir que lo de ir de compras será por casualidad. Cuanto más lento camine, más posibilidades hay de encontrármela por el camino.
Aunque, según se mire, estoy haciendo el idiota de una forma muy profunda. Si Abril y yo tenemos que comprar juntos sí o sí, si voy lento, lo único que estoy haciendo es retrasar un encuentro que es inevitable. Por lo tanto, empiezo a correr.
Sin embargo, no me encuentro con Abril en todo el camino. Llego ya a mi edificio y todavía no me he encontrado con ella. ¿Me llamará para pedirme que salga por la tarde?
Cuando subo por las escaleras y llego al rellano del segundo, empiezo a escuchar la voz de Flora, la niña de abajo, hablando con… ¿Abril? ¿En serio?
—Tú sal con él si quieres, pero tienes que saber que de viejo tendrá mucha chepa —dice Flora. ¿Qué hacen? ¿Qué hace Abril aquí?
—Oye, niña, tú eres una sabihonda, ¿no?
—Me lo dicen mucho. Yo es que me fijo mucho en las cosas.
—¿Y sabes a qué hora suele volver Izan?
—Bueno, un poco sí, pero no porque me haya fijado en él. La información me llega sola al cerebro. A ver, Izan me cae bien, pero tampoco quiero ser amiga del primer vecino que me hable simpático, ¿sabes? La gente puede ocultar cosas.
—Tú eres demasiado lista, niña.
—Gracias, y tú también lo eres por darte cuenta.
Creo que debería asomarme ya y que me vean, pero estoy demasiado enganchado a esta conversación.
—Si no me equivoco —dice Flora—, justo ahora es una de las horas en las que Izan debería estar ya aquí. Si no, tenía que haber venido quince minutos antes, o vendrá quince minutos después.
—¿En intervalos de quince minutos?
—¡Claro! —dice Flora, casi decepcionada por la pregunta—. Eso será porque el tren con el que vuelve pasa cada quince minutos. Por eso, dependiendo de si llega pronto al primero, o tarda más y toma el tercero… Como Izan a veces se pierde y se queda en blanco, pues va cambiando el tren con el que vuelve.
—Entonces, si no está aquí ahora, quiere decir que, o tenía otros planes, o ha perdido el tren, ¿no? —pregunta Abril conteniendo la risa por lo bien que le debe caer Flora a estas alturas.
—Es lo más probable. Aunque tampoco podemos descartar otras opciones, como que sí haya tomado el tren de ahora, pero esté comprando en alguna tienda, o que camine mucho más lento de lo normal, o que esté ya en este edificio, pero esté escondido.
Ahora sí que no sé si salir o no. Esta niña da muchísimo miedo. ¿De verdad es hija de esos dos animales salvajes?
—Entonces lo esperaré quince minutos más —dice Abril.
—Vale, yo no te hago compañía porque mi madre se pondrá nerviosa si tardo tanto en tirar la basura.
Creo que Flora bajará las escaleras ahora, y me verá aquí espiando. Debería bajar poco a poco hacia atrás para que parezca que vengo de más lejos, pero esta niña tan perceptiva me va a atrapar seguro.
Sin mucha confianza, empiezo a hacer eso, y Flora todavía no baja. Creo que es porque, justo antes de hacerlo, se ha detenido en seco para preguntarle una cosa más a Abril.
—Perdona, ¿cómo te llamas? —dice la niña.
—Abril.
—Abril es un mes. Es este mes.
—Sí, este es mi mes de la suerte. Pero me llamo Abril todo el año.
Creo que Flora se ha reído un poco. Yo sonrío sin querer, creo que me ha hecho bien escuchar reír a alguien que se pasa todo el tiempo o haciéndose la dura, o sufriendo a esos padres.
—Vale, Abril. Si veo a Izan se lo diré, y también le molestaré un poco con que sois novios. ¡Adiós!
Ahí viene.
Flora baja, y yo he conseguido retroceder un poco, pero no sé si la he convencido, porque cuando nuestras miradas se cruzan, me mira con expresión de sospecha.
—Tú nos estabas espiando —me dice.
—¿Qué dices niña? Acabo de llegar.
—Si no has perdido el tren, tenías que haber llegado antes.
—No, pero es que he ido más lento.
—¡Lo sabía! ¡Nos has espiado!
Al gritar eso, Abril se asoma y nos ve. Yo me estoy sintiendo derrotado.
—Flora, bonita… ¿Qué dices?
—Nunca te he dicho que yo sepa tus horarios de tren. Cualquiera que no me conozca demasiado se sorprendería si de repente digo eso. Pero tú ya me has escuchado cuando lo he dicho, y ha sido cuando se lo he contado a tu novia. ¡Además! Yo misma soy la que se ha inventado la excusa de que vendrías más lento si no habías perdido el tren. He dicho: o está comprando algo, o viene más lento o está aquí escondido. ¡Y claro! Como no querías que supiéramos que estabas aquí escondido, y tampoco puedes decir que has ido a comprar, porque no traes bolsa, solo te ha quedado decir que has venido lento. ¡Y encima lo has dicho muy rápido, sin pensar! Te he pillado, vecino, que lo sepas.
Abril se está riendo mucho, Flora me está señalando con el dedo acusador como si fuera un detective de algún anime o videojuego, y yo me quiero morir aquí mismo.
—Niña… ¿Te han dicho alguna vez que eres una agente de Satanás?
—Satanás es un agente mío en todo caso.
—Me rindo. Me vas a destrozar diga lo que diga. Tú ganas.
—Gracias —Flora levanta la cabeza con orgullo y me hace una señal para que me aparte y así pueda bajar. Poco le ha faltado darme la bolsa de basura—. Y pon la espalda recta, vecino, que tu chica está ahí.
—Ya… Gracias por el consejo… —maldita niña del demonio.
Flora se va. Abril todavía se sigue riendo. Yo subo hasta donde está ella y me abraza mientras todavía ríe.
—Izan… Esta niña es lo más listo y gracioso que he conocido en mucho tiempo. ¿Lydia la conoce? Creo que le caería demasiado bien.
—Sí, la conoce un poco, pero no la ha visto en todo su esplendor todavía… —hago una pausa para reponerme de la paliza de mi pequeña vecina—. Oye, ¿qué haces aquí?
—¡Ah, sí! Que tengo que hacer unas compras por esta zona, y como me sonaba que salías del trabajo hace un rato, pues he pasado por tu casa para ver si me querías acompañar. Pero si vienes muy cansado no hace falta.
¿Abril ha venido hasta aquí solo por eso?
—¡Claro! Yo me cambio de ropa en un momento y salimos. Mi casa está aquí mismo —Abril nunca sabrá si eso último lo he dicho para hacerme el gracioso, o porque de verdad me he puesto nervioso y le he dicho eso como información, como si no lo supiera.
Estoy de compras con Abril. Una especie de cita que, aunque ya estaba anticipada por el calendario, sigue tomándome por sorpresa. Que viniera a buscarme hasta dentro de mi casa es algo que no me esperaba de ninguna de las maneras. Entiendo que esté comprando por la zona donde vivo, pero tal vez hubiese sido más normal, o más amistoso, mandar un mensaje para ver si estaba disponible o no. Pero Abril ha subido hasta mi puerta, y reconozco que eso me hace feliz.
Por lo visto, está comprando cosas para el cumpleaños de su padre, y se ve que hay dos tiendas que tenía fichadas, una de ellas la de deportes donde la acompañé una vez; la otra es una licorería.
El paseo es agradable, comentamos a fondo toda la conversación con Flora. Ahora yo sé que justo se cruzaron cuando Abril subía y Flora salía por la puerta y, por lo visto, Flora la detuvo para preguntarle que a qué iba arriba. Que, si solo hay un vecino, entonces es que me conoce. Por lo visto, ha dicho algo así como: ¿Izan recibe visitas de chicas tan guapas, con tanta energía y con la espalda erguida?
Por otro lado, ahora Abril sabe que las he estado espiando, porque Flora no ha dado lugar a la mentira piadosa mientras me lanzaba pruebas y deducciones a la cara.
El paseo termina más pronto de lo que me gustaría. Abril también me pregunta por cómo estoy con lo de mi profesor, y reafirma el plan del sábado que viene.
Me hubiese gustado tomar algo con ella, pero no ha podido ser.
Pese a todo, ha sido un buen día. Y, una vez más, pasando tiempo con Abril, no ha aparecido el misterioso olor. ¿Ya se habrá pasado? ¿Fueron imaginaciones mías en todo momento? Para mí, era un olor muy real y muy doloroso. Me cuesta imaginar que era algo inventado o sin sentido. Pero ni hoy, ni el sábado pasado cuando vino a casa, se manifestó de ninguna manera.
Bueno, no dejaré que me torture. Si no aparece, mucho mejor. Así podré disfrutar de cada día con ella sin que algo me esté diciendo que nada está en su sitio, aunque eso no tenga mucho sentido y solo sirva para hacerme un daño que no llego a comprender.
Pero, en realidad… Tengo que reconocer que aquel olor era muy agradable.
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