Capítulo 218
Tal y como dijo Gris…
“… No hace falta decir nada más.”
Me han explicado cuál es el problema, pero no lo he entendido del todo. Saber de antemano lo que pasará hace que toda la información que hay por el camino sea mucho más difícil de escuchar para mí.
Tal y como dijo Rafael, es un tema relacionado con no haber tomado la medicación adecuada de manera reiterada y por voluntad propia. Conforme pasan las horas y le hacen pruebas, nos confirman que, si se ha agravado tanto de un día para otro ha sido por arrastrar una ansiedad desmedida en estos últimos días.
En otras palabras: es por mi culpa.
Y es culpa de Olivia. Esa bruja está matando a mi tío. Y yo la mataré a ella. Me reitero en mi pensamiento: no he tenido nunca tan claro que pienso matar a alguien pase lo que pase.
—Rafael… Una pregunta —digo.
—Dime.
—Si quisiera matar a Olivia Sallares… Si tuviera la oportunidad de hacerlo… ¿Tú me detendrías?
Gris me mira y no contesta. Su mirada es triste. Le doy pena.
—No te pararía, no. Solo si creo que tú mismo puedes acabar muerto en el intento.
—¿No me dirás que es mejor que la encierren de por vida? ¿Usar la vía legal o algo así?
—¿Con qué cargos la encerrarían? ¿Cómo defenderíamos un caso contra Olivia? ¿Explicamos sus conocimientos mágicos y su viaje en el tiempo? No… Y, aunque la encerremos, quién sabe si un veintinueve de febrero cualquiera podría huir en el tiempo. No… Ella no es alguien que pueda terminar en la cárcel. No en el mundo en el que vivimos. No en esta época.
—¿En tu época se hubiese podido?
—En los últimos años antes de irme… Puede que sí. Para ese entonces, la magia ya era algo un poco más popular. Estábamos empezando. Pero el mundo se volvió un poco loco al utilizarla… Siempre he pensado que aquello fue un error. No sé si volverá a pasar lo mismo en este tiempo… Pero tampoco creo que podamos pararlo.
—Entiendo… Me da miedo pensar en cómo reaccionaría una sociedad como la nuestra si tuviera acceso a magias de ese estilo. Me da mucho miedo…
Paso el día entero en el hospital. Lo único que he podido dormir es un rato a las cuatro de la madrugada, sentado, dando cabezadas durante un lapso de cuarenta minutos más o menos.
Por la mañana, Anna y Lydia vienen a visitarnos.
Mi tío no puede hablar. Está entubado y drogado. Apenas reconoce que estamos ahí.
Le hablo, le pido perdón, le doy las gracias… Pero no sé si me entiende.
Por la tarde, en un momento en el que estoy solo con él en la habitación, noto que puede moverse un poco. Sigue sin poder hablar y sigue sin estar en plenas facultades, pero sí me hace una señal para que le haga caso. Intento descifrar lo que me quiere decir, pero no es fácil. Le hago varias preguntas del estilo “¿quieres agua?” o “¿llamo a alguien del hospital?”, pero puedo notar que no es nada de eso.
—¿Quieres que busque en la caja con tus cosas? —pregunto, creo que es ya el séptimo intento.
Noto que ahora reacciona de otra manera, mucho más favorable.
Reviso en la caja. Nos la han dejado hace un rato, pero no he hecho mucho caso. Son las cosas que llevaba encima cuando lo ingresaron. Hay poca cosa, como la ropa, un monedero, un bolígrafo… ¿Y una nota?
—¿Es esto, tío? —le digo, enseñando el papel doblado.
Él vuelve a reaccionar con lo que yo interpreto que es una respuesta afirmativa.
—¿Quieres que lo lea?
Sí. Quiere que lo lea.
Abro la hoja y veo una carta escrita con su letra.
“No he querido hablarte, pero me he arrepentido en cuanto te has ido. Soy el Robles más orgulloso que ha existido. Izan, que sepas que esto no es tu culpa. Tú no tienes la culpa de que te metan en cosas raras que no entiendo y que la vieja loca esa te esté haciendo daño. Tú no tienes la culpa de nada. Yo no puedo ayudarte, pero sí puedo escribir esta nota gracias a que sé cuándo me voy a morir. Es una ventaja que tengo.
Atiende bien, niño: los dos pisos que son de mi propiedad, pasan a ser de tu propiedad ahora. También te he dado casi todo el dinero. Le he dejado un poco a Rafael por haberme hecho tanta compañía estos últimos años. ¿Sabes que me recuerda mucho a ti?
Bueno, que tú no te preocupes por la herencia. Está todo arreglado ya. Y, por supuesto, a tus padres y a tu hermano, ¡ni agua! Por mí, que ni vengan al funeral. Que les jodan. Ni son Robles ni son nada. Avisa a tu hermano si eso, pero a tus padres… ¡Que ni se acerquen!
Me voy tranquilo sabiendo que sí queda un Robles de verdad. Un poco blandito y atontado, que no camina recto y que es un poco desastre. Pero un Robles.
Y no un Robles cualquiera. Aunque sea tu tío, hace tiempo que te quiero decir que, para mí, hace mucho que te considero mi hijo.
No te sientas culpable y mira adelante, ¿vale? Te dejo llorarme dos días como mucho. Luego levantas la cabeza y te enfrentas a lo que te venga. ¿Estamos? Cumple ese deseo a tu tío, anda. Como un verdadero Robles.
Me está costando mucho escribir esto. ¡Valóralo!
P.D: Me gusta la chica del pañuelo para ti.
P.D.2: Te quiero mucho, Izan. Quieras o no, para mí, eres mi hijo.”
Dejo la nota con cuidado en la mesa. Estoy llorando. Me abrazo a mi tío.
—Te quiero… Perdón por todo… Y muchas gracias…
Noto que, con esfuerzo, consigue darme una palmada en la espalda mientras me abraza.
—Espero poder ser al menos la mitad de Robles de lo que tú has sido…
No sé si me lo he inventado, pero me ha dado la sensación de que ha reaccionado muy bien a esa frase. A lo mejor es lo que yo quiero pensar… Quién sabe.
Ya no sé qué más decir.
Pasan las horas y, mientras estoy pidiendo un café en la cafetería del hospital, me dan la noticia de que se ha puesto peor y se lo tienen que llevar a no sé qué sala.
Pasan dos horas más.
Me dan la noticia que me tienen que dar. Sin sorpresas, sin luchas contra el calendario, sin nada más que decir…
Mi tío ha muerto.
Rafael dice que él se encargará de todas las gestiones. Que me marche a descansar a casa y que nos vemos mañana en el tanatorio.
Intenta hacerse el duro, pero, aunque tenga cuarenta años más que yo… Reconozco esa cara. Está fingiendo que no necesita ponerse a llorar aquí mismo. Cuarenta años de diferencia y sigo siendo tan malo ocultando las ganas de llorar...
Abrazo a Rafael. Los dos lloramos.
En unos minutos será cinco de octubre…
Feliz cumpleaños, tío.
Descansa en paz.

Comentários