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Miércoles 6 de septiembre de 2023

Joel Soler

Actualizado: 7 sept 2023


Capítulo 190

Encuentro a Flora

“Tengo preparado un plan y todo.

Lo único importante es que Flora esté perfectamente.”



Salgo por la mañana muy temprano. Ayer por la noche leí las ideas de Alex sobre cómo surfear la predicción de hoy, y esta mañana las he vuelto a repasar. Espero que funcione.

“El primer paso, mi chepudo amigo, es que madrugues. No, no pongas esa cara. Madrugarás y te pirarás del edificio lo más pronto posible. ¿Por qué? Te estarás preguntando con tu adormecido rostro: pues porque tienes que evitar por todos los medios encontrar a Flora en tu edificio. Si la encuentras ahí, es muy posible que no sea algo que hayas hecho tú. Es algo que podría haber hecho cualquiera. Por ejemplo, el secuestrador la podría haber dejado ahí de vuelta. Si eso pasa, querría decir que Flora siempre estuvo con un secuestrador chungo, que puede haberla devuelto en el peor de los estados, o que, aunque ella esté bien, lo haya pasado muy mal todo este tiempo. No queremos eso.”

Hago caso a Alex y, con todo el dolor de mi corazón, madrugo y sobre las siete de la mañana ya estoy deambulando por ahí.

Escribo a Lydia para decirle que tiene que ser mi compañera en la misión de hoy, pero parece que está ocupada. Está despierta, porque su última hora de conexión es hace ocho minutos.

Como no tengo nada que hacer, me voy a la zona donde vive Lydia para rondar por ahí y esperar para poder hablar con ella.

“El segundo paso: no dar por hecho nada sobre el culpable. Ya, ya lo sé, es tentador pensar que ha sido el ex de Nora o alguien relacionado con las mafias que tienen que ver con las familias de los LuLu, pero no te precipites. Queremos evitar eso y, aunque suene muy raro, tenemos el poder para evitarlo. Recuerda: lo que hagas hoy, tendrá efectos en lo que siempre ocurrió. No porque tú puedas cambiar el pasado, no señor. El pasado ya ha ocurrido, pero ocurrió para conectarse con lo que tú hagas hoy. Aunque todo esté predestinado o lo que sea, tú sigues teniendo cierto poder de decisión. Visto así, se podría decir que tú podrías escoger quién es el culpable.”

Cuando llego al parque de delante de casa de Lydia, mi intención es sentarme a repasar como por cuarta vez el mensaje de Alex. Me quiero asegurar de que lo entiendo todo y de que no me salto ningún paso importante. Sin embargo, eso se complica cuando me encuentro con una escena que, aunque me toma un poco por sorpresa, al mismo tiempo, no me sorprende tanto como parece. Suena contradictorio, pero creo que a cualquiera le habría pasado lo mismo: Lydia y Jordi están charlando en el parque.

Me acerco a ellos con toda la naturalidad, y los dos se sorprenden mucho al verme.

—¡Perdón! Ahora te iba a contestar —dice Lydia—. Es que este idiota se ha presentado a primera hora de la mañana vete a saber para qué.

—Encima me insultas —dice Jordi—. Solo quiero que arreglemos las cosas. Hace poco las arreglaste también con Izan, ¿no? Por favor…

—No te compares con Izan —dice Lydia con desprecio. Me ha alegrado escuchar eso.

—¿Puedes irte? —le digo a Jordi, con todo el descaro—. Tenemos cosas que hacer, y tú sobras.

Jordi me mira muy serio. Normalmente, cuando le suelto una de estas, me mira sonriendo, desafiante, burlón… Controlando la situación, no sé. Hoy está muy serio.

—¿Quieres que me vaya? —dice, mirando a Lydia.

—¡Sí! —grita ella, sin mirarlo a los ojos—. Por Dios…

Jordi cierra los ojos y agacha un poco la cabeza. Después se da media vuelta y se va sin decir nada más.

Cuando me aseguro de que ya está lejos, me acerco a Lydia para preguntar.

—¿Qué pasa ahora? ¿Otra vez te acosa?

—Ahora está intentando darme pena. Antes se ha puesto a llorar, te lo juro. Yo ya no sé qué hacer con ese tío…

—Te está manipulando. No me pega nada que ese sujeto tenga la capacidad de llorar de forma sincera.

—No lo sé, Izan… Jordi tiene sus cosas, también. O sea, yo estoy harta de él, sinceramente, pero… Bueno, que tiene sus historias. Él también lo ha pasado mal y es un poco así por eso.

—No sé si me vale —digo—. No podemos justificar a alguien que te manipula y acosa de manera reincidente una y otra vez solo por su pasado. Siempre es como muy recurrente eso de justificar a la gente tan chunga pero que engancha. Sabes que sé de lo que hablo.

—Ya, ya… Fallo mío. Vamos a olvidarnos de esto. Vamos a correr un estúpido velo.

—Eso me ha sonado al típico juego de palabras de nuestros padres.

—¡No me juzgues! Hay un canal que dice que mi personalidad, cuando se estresa, recurre a frases clásicas y a cosas del pasado, o algo así.

—Pues sí que te estresas de forma rara…

—Oye, ¿y tú qué haces aquí a estas horas de la mañana? —pregunta.

“El tercer paso: tú no quieres estar solito en tu búsqueda, así que te vas a buscar a Flora con Lydia. Dile que tienes una pista increíble porque el más guapo de tus amigos te la ha dado. Ella, sin dudar de quién se trata, te dirá: ¿Qué pista ha encontrado Alex?”

—¿El más guapo de tus amigos? ¿Qué frase es esa? —pregunta Lydia.

—Perdón, se me ha metido tanto en la cabeza el texto que lo estoy repitiendo sin pensar. Alex dice que tiene una forma de encontrar a Flora, y que necesitaré tu ayuda. En realidad, tiene puntos en común con lo que hicimos en aquella época en que se murió mi profesor, ¿te acuerdas de lo que hicimos?

—Como para olvidarme… Nos encerramos en tu casa y apagamos el móvil para que no nos pasase nada ni a Eric ni a mí. Pensaba que me iban a matar, te lo juro.

—Pues ahora haremos algo parecido, pero con un matiz importante. Hay que jurar que, pase lo que pase, no nos moveremos del sitio al que iremos.

Lydia me mira, confusa.

—No sé si te sigo…

—No basta con ir a un sitio en concreto y apagar el móvil. Hay que jurar que no nos moveremos de ese sitio en todo el día.

—¡Espera! Me lo tendrás que explicar muy bien, Izan. ¿Puedo leer el mensaje de Alex?

—No, todavía no.

—¿Qué…?

—Tienes que jurarme que no nos moveremos del sitio al que iremos ahora.

—No creo que pueda hacer eso. Tengo cosas que hacer en casa hoy, y esta semana estoy trabajando en el turno de tarde, que ya se me han acabado las vacaciones, te lo recuerdo.

—Bueno, entonces júrame que te quedarás en ese sitio todo el tiempo y que me dejarás quedarme a mí en ese lugar cuando tú te marches a trabajar. Yo soy el que encontrará a Flora, según el calendario, así que lo que importa es que yo no me mueva del sitio.

—¿Dejar que te quedes…? Eso quiere decir…

—Exacto.

“El cuarto paso será decirle a Lydia que os tenéis que quedar en su casa todo el día. O, como mínimo, TÚ te tienes que quedar en su casa todo el día. Hasta que sean las 0:00 o hasta que encuentres a Flora. Lo que ocurra primero. Y sin móvil ni nada. Todo el día ahí. Y, atiende bien a esto… NO BASTA con hacerlo. Antes de eso, hay que tener un compromiso mutuo de que será así pase lo que pase. De que no hay forma de que salgas de ahí bajo ninguna condición ni excepción. ¿Entiendes por dónde voy?”

Después de explicarle mejor este punto a Lydia, consigo que me jure que no nos moveremos de su casa en todo el día, en especial yo.

No parece muy convencida con la idea, pero hay que apegarse al plan de Alex, ya que el paso cinco, el último, es el que tiene más sentido de todos. De ahí pueden salir tres posibles escenarios, de los cuales dos son muy positivos, así que merece la pena intentarlo.

En uno, el malo, todo se descontrola o rompemos el calendario, y no pasa nada como queremos por motivos imposibles de predecir; En el segundo, no sabré si encontraré a Flora hasta dentro de no se sabe cuánto tiempo, pero, por lo menos, habrá ciertas garantías de que se encuentre bien; En el tercero y más deseable, la encuentro muy pronto.

Mientras subimos en el ascensor, veo que Lydia está cada vez más nerviosa.

—¿Qué te pasa?

—Siento que me has puesto en una encerrona muy rara solo porque Alex te lo ha dicho, sinceramente.

—Oye, es un plan para encontrar a Flora y que esté bien. ¿No te preocupa cómo esté ella?

—¡Claro que me preocupa! ¿Por qué dices eso?

—Porque no te he visto nada volcada con el tema de su desaparición. Conociéndote, hubiese esperado que mostrases más desesperación, rabia, indignación…

—Ya… —dice, cabizbaja—. Pues te equivocas. Yo soy la que más se preocupa por Flora. Más que tú, que lo sepas.

—¿Más que yo?

—Pues sí… —llegamos a su rellano y empieza a abrir la puerta—. Bueno, es que lo verás tú mismo.

“El quinto y último paso es la clave de todo. ¿Entiendes lo que pasará si te quedas todo el día incomunicado en casa de Lydia? ¡Querrá decir que ese será el único lugar del planeta donde podrías encontrar a Flora! De ahí pueden salir tres opciones. La peor de todas es que me esté equivocando y Flora aparezca por otro sitio, o rompas el calendario, o vete a saber qué. La intermedia es que Flora aparezca llamando a la puerta de Lydia. Eso querría decir que ha estado vete a saber dónde, pero que, ahora que vuelve a ser libre, tiene suficiente autonomía para elegir a dónde va, y ha elegido la casa de Lydia, por lo que la niña no estará en tan mal estado. Y la mejor, mi opción favorita…”

Al abrir la puerta, Lydia entra primero y dirige su voz hacia su habitación.

—¡Puedes salir!

Miro en dirección a su habitación y veo como la puerta se abre.

“Y la mejor, mi opción favorita… En todo momento, desde el principio de todo este drama, Flora siempre estuvo a salvo en casa de Lydia.

Asegúrate de que, pase lo que pase, juras no moverte de casa de Lydia en todo el día, y te digo yo que, de las tres opciones, esa será la más probable. Si lo juras y te comprometes, será como si lo hubieses hecho. El mundo sabrá que no hay otra forma de cumplir la predicción., ya que no caerás víctima de ninguna tentación que te haga irte. La única forma será poner a Flora ahí, en ese lugar tan seguro llamado Casa de Lydia. Así que, dime… ¿Soy, o no soy un genio?”

Pues sí, Alex… No lo podría negar jamás después de esto.

—¿Qué hace Izan aquí? —dice Flora.

—Creo que tendría que preguntarte lo mismo, socia —digo.

—No pareces muy sorprendido —dice Flora—. ¿Lydia ya te lo había contado?

—Pues no. Ella no me ha contado nada. Pero tenía la intuición de que Lydia se comportaba raro, y tu enemigo Alex me dio la idea de venir a su casa por sorpresa para confirmar que estabas aquí.

—Vaya, Alex acertando en cosas —dice Flora—, las sorpresas existen.

—Si no te importa, Flora, voy a llevarme a Lydia un momento para hablar en privado.

—¿En serio? —dice, molesta—. ¿Vas a dejarme fuera de la conversación como si fuera tonta? Pensaba que me tenías en más alta estima.

—Vale… Joder, tienes razón —bueno, no del todo, ya que le quería decir cosas relacionadas con el calendario. Pero va, la primera parte del tema la haré delante de Flora—. Pues venga. Contadme a quién se le ocurrió la genial idea, cuál es el plan y por qué vamos camino a morir todos a manos de los LuLu, si no es que la policía nos atrapa antes.

—A ver… —dice Lydia—. ¿Te acuerdas del día que fui a tu casa y me encontré con la pelea verbal entre Alex y Flora?

—Claro. Fue una batalla legendaria y una victoria muy limpia por parte de Flora.

Ella se tira empuja una coleta hacia atrás, con satisfacción.

—Ese día es el que volvió Lucas —continúa Lydia—. Todos nos fijamos en lo mal que estaba Flora ese día en cuanto vio a su padre, ¿verdad?

Flora y yo asentimos.

—El día que me fui de fiesta con Alex, que fue al día siguiente, hice lo posible por encontrarme con Flora “de casualidad” por los rellanos, para ver si le podía preguntar cómo estaba. Me la encontré al día siguiente, cuando me desperté después de la fiesta. Ese día tú estabas en el mercado.

—Yo buscaba cualquier excusa para no estar en casa —dice Flora—, y Lydia me buscaba, así que era normal que nos acabásemos encontrando cuando bajé una vez a comprar el pan.

—Díselo tú, Flora —dice Lydia—. Dile a Izan lo que me contaste ese día.

Flora está con la cabeza agachada. Le cuesta hablar.

—Antes todas las peleas eran a gritos. Mis padres me gritaban, los dos, pero también se gritaban entre ellos. Era horrible, pero por lo menos me dejaban en paz muchas veces por enfrentarse el uno al otro todo el rato. Ahora, desde que mi padre ha vuelto, ya no es lo mismo.

—¡Te juro que no daba crédito! —grita Lydia—. ¡La cosa se iba a poner peor que antes!

—Ahora mi madre ya no se enfrenta a él —dice Flora con la voz casi rota—. Ya nunca lo hace. Ahora le tiene miedo. En vez de eso, cada vez que yo respondo un poco, me pellizca muy fuerte para hacerme daño, me tapa la boca, me mira con odio, me dice que si mi padre se entera, me voy a arrepentir…

—Y no sabemos cómo respondería Lucas —dice Lydia— porque por lo visto ahora da mucho más miedo que antes, y Flora ni se atreve.

—Le dije a Lydia que ya le contaría. Que no sabía si era cosa de solo esos dos días, o si seguirían igual.

—Entonces lo que hice fue darle mi número —dice Lydia—, para que hablase conmigo cuando quisiera. Así que llevo comunicándome con Flora desde entonces… Y, te lo juro, Izan, no podía más. Tenía que sacarla de ahí, sinceramente.

—O sea, que Lucas ahora da mucho más miedo y Lucía es sumisa con él y te hace daño en silencio… Qué asco me dan, lo siento.

—No pasa nada —dice Flora—. A mí también.

—Pero, espera… —digo, haciendo cuentas—. ¿Eso cuándo pasó? Flora desapareció el jueves pasado, y tú —señalo a Lydia— estabas conmigo desde el día anterior, y dormiste en mi casa y todo. Ese día yo tenía insomnio y me paseé por los rellanos de madrugada. ¿Cómo y cuándo te llevaste a Flora?

—Bueno… —dice Lydia—. No tuviste insomnio toda la noche, ¿no? Como tenía el número de Flora, lo que hicimos fue esperar a que todos, tanto tú como sus padres, estuvieseis dormidos de verdad. Además, a ver… Je, te quité la alarma.

—¿Me quitaste la…? Ah. Qué hija de puta…

—Sí, me lo contó —dice Flora, riendo.

No, si me lo tenía que haber imaginado. Ese día nos despertamos tardísimo porque la alarma no sonó. En todo ese tiempo, a Lydia le dio tiempo a hacer de todo. ¿Por qué iba a estar la alarma desconectada si no?

—¡Lydia, maldita miserable, me llegué a pensar que habían entrado en casa y me habían desconectado la alarma!

—Claro —dice Flora—, el misterioso ladrón que entra en casas para evitar que la gente madrugue.

Las dos se ríen.

—¡Oye! En serio, ya he tenido malas experiencias con que la gente entre en mi casa. Menos risas, por favor.

—Pues eso, ya lo pillas, ¿no? —dice Flora—. Cuando todo el mundo dormía, quedamos en el portal a eso de las seis de la mañana y nos fuimos para su casa. Me quedé aquí y ella volvió contigo para que no sospecharas nada.

—Y luego me hice la ocupada para poder irme, je, je… —dice Lydia, la muy…

—Cuando no parabas de mirar el móvil… Yo pensaba que era por Jordi.

—Ah, bueno, también. Jordi no se callaba, eso es verdad. Pero vaya, que la que me hizo estar pendiente todo el rato era Flora, que no paraba de hacerme preguntas muy acertadas sobre su estancia aquí, sobre sus libertades para coger comida, toallas y cosas así.

—Vale, a ver… —digo, moviendo las manos para pedir calma—. ¿Soy el único que sabe que esto es un delito y que podemos acabar fatal por todos lados?

—Algo se me ocurrirá —dice Flora, y se señala la cabeza—. Mi cerebro nos dará el triunfo.

—Creo que voy a desfallecer aquí mismo… —digo, y encima me cuesta respirar—. Que yo soy propenso a desmayarme, por favor…

Después de un poco de conversación más que no iba a ningún sitio, aprovecho un momento en que Flora va al lavabo para tener una de mis charlas de gritos susurrados con Lydia.

—¿Tú sabes que los LuLu me quieren matar en la predicción del sábado? ¿Y que al día siguiente alguien me amenaza de muerte, y a lo mejor son ellos?

—¡Yo que sabía! ¡Lo hice en el calendario de agosto, y no tenías todavía el de septiembre!

—¡Da igual! ¡No se secuestra a una menor! Bueno… ¡No se secuestra a nadie!

—¡Salvo que un calendario mágico te diga que alguien la hará desaparecer! Para que le pase cualquier cosa mala, la hago desaparecer yo aquí, segura y tranquila.

Me quedo callado un momento antes de sentenciar con un último grito lleno de falsa dignidad.

—¡Pues también es verdad!

—¡Por fin razonas! ¡Y deja de quejarte ya, pesao!

—Me voy a marear… —eso último ya lo digo hablando normal—. Creo que me quiero ir a casa, que encima no he ni desayunado.

—Anda, pilla unos cereales. Soy generosa y te invito.

—Todo un detalle que la persona que más me ha gorroneado la cocina en toda mi vida, de tanto en tanto, me invite a desayunar en su casa.

—No es nada, ya me lo devolverás.

Me quedo a desayunar con ellas mientras las escucho divagar sobre cómo proceder con el tema del secuestro. Yo ya no me atrevo a discutir, porque estoy muy cansado mentalmente y creo que no podría contra ellas. Además, ya está hecho, así que solo queda confiar en lo que se les ocurra a las dos.

La conclusión a la que han llegado es que, como muy tarde, mañana me dirán si tengo que hacer algo por ellas o no, y se encargarán de que todo el tema del secuestro se mueva y que sus padres sepan algo. Miedo me da eso, la verdad.

Técnicamente, ahora soy cómplice de un delito. No paro de sumar cosas reprochables a mi lista, en serio…

Escribo a Alex para explicárselo todo y para agradecerle su estrategia, y así regalarle los oídos, y me encierro en mi habitación a replantear las decisiones de mi vida.

Lucía sigue llorando. A lo mejor le tendría que decir a Flora cómo lo está pasando su madre…







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