Capítulo 162
Roban en el edificio
“¿Quién roba qué a quién? ¿Es en todo el edificio o a alguien concreto?
¿Se llevarán los extintores? Me tiene preocupado.”
He quedado con Abril por la mañana para desayunar en una cafetería. He preparado con Alex posibles conversaciones que puedo tener con ella, pero noto que se me está olvidando todo.
Alex se ha quedado en casa para asegurar que el robo de hoy no sea contra mí. Ha dicho que él cuidará de Espino y de mis cosas, que le robarán a otro, no a mí. Por lo menos me quedo tranquilo con eso.
Aunque creo que he llegado pronto a la cafetería, Abril ha llegado más pronto que yo, y ya está sentada ahí. Cuando la miro, veo que su cara está apagada. Está triste. Recuerdo cada momento con ella en marzo, abril e incluso mayo. Antes de que todo se estropease. Recuerdo el tipo de persona que era, y lo triste que está siempre ahora. Incluso aunque pueda estar decaída por cualquier otro motivo… Ella ha dejado de ser lo que era hace unos meses en gran parte por mi culpa. Yo he hecho eso. Yo he roto a una persona tan alegre como era Abril.
Luchando contra esos sentimientos intrusivos y contra las ganas de llorar, me acerco poco a poco a la mesa y, cuando hago contacto visual con ella, la saludo con la mano de la forma más patética que se me podía ocurrir.
Abril se levanta y me da un abrazo que no sé cómo interpretar. Se ha sentido como el de una persona cómplice que ha sufrido mucho, se encuentra con otra que también ha sufrido, y se abrazan para consolarle, como diciendo “te entiendo, y por fin podemos tener un momento de paz”. Esa es la sensación que me ha dado, pero no me termina de encajar con nuestra historia. Siempre he sido muy idiota a la hora de descifrar algunas cosas que ocurren entre Abril y yo. Así me va.
Después de un poco de charla trivial sobre cómo estamos, qué pedir, la hora que es o el puto calor que hace, por fin saca uno de los temas importantes.
—Perdona que no te haya avisado desde que te dije que hablaríamos pronto —dice—. He tenido problemas desde ese día, y bueno… Es un follón.
—¿Qué problemas? ¿Estás bien? ¿Es algo con tu familia?
—No, mi familia ya se está empezando a calmar un poco. Este año ha sido algo antes… —sonríe un poco, pero no deja de estar triste—. Suelen relajarse en septiembre, volver a la carga en diciembre, y volverme a olvidar poco después de eso, hasta que llega mayo.
—¿Y qué te ha pasado?
—Me despidieron del trabajo sin ningún motivo. Todo estaba bien, pero me dijeron que tenían que prescindir de mí. No me dieron ninguna explicación, pero me indemnizaron bien. Lo comenté con Serena y dice que no tiene ningún sentido.
—¿En serio…?
—Sí, pero lo raro es lo que pasó después. Me llamaron para una entrevista en otro gimnasio. Mismo puesto, mejores condiciones. ¿A día de hoy en este país te caen las ofertas en la cara sin que nadie te haya recomendado por lo menos? Me pareció muy raro…
—¿Dijiste que no?
—Me acerqué a ver qué pasaba. Anna y Serena me acompañaron. Investigamos y no nos parecía que hubiese nada ilegal o extraño. Era un gimnasio con bastantes años y muchísimos clientes. También tiene buenas reseñas. No entendíamos dónde estaba la trampa.
—¿Supiste por qué te llamaron?
—Le pregunté al jefe. Dijo que alguien de mi anterior trabajo les facilitó mi contacto. ¿Primero me despiden y luego me recomiendan a otro sitio?
—A lo mejor fue alguien a quien le pareció injusto tu despido.
—Sí, lo pensé, pero entonces no entiendo por qué esa persona nunca me ha dicho quién es. Me sigue pareciendo raro, pero las condiciones eran tan buenas y todo parecía tan normal que… Bueno, acabé entrando. Ahora trabajo ahí.
—¿Y qué tal va?
—Estoy bien, pero… Me siento un poco incómoda con el jefe. Creo que se toma demasiadas confianzas conmigo.
—¿En serio? ¡Pero qué cabrón! ¿Le has dicho algo o has hablado con alguien o algo así?
—No… Por ahora no es que me haya hecho nada en concreto. Me incomoda un poco, pero a lo mejor es cosa mía.
—A la mínima señal, haz algo. Habla con quien tengas que hablar. No dejes que te incomode —le digo, y consigo que por fin sonría.
—Gracias por preocuparte… Es solo que, desde que estoy ahí, no me siento bien. Ya no es solo que me incomode o que no haya conectado con nadie todavía… Es que no entiendo por qué me echaron del buen trabajo que tenía antes. Tenía buenos amigos ahí, ¿sabes? Y también me llevaba bien con muchos de los que asistían a las clases. Ha sido todo muy extraño…
—Es una mierda… Y ya somos dos que hemos perdido el trabajo hace poco. Pero yo sí que sé por qué me ha pasado.
Le cuento a Abril toda mi historia con el trabajo. Gracias a eso tenemos un buen tema de conversación para charlar más rato de la cuenta. Poco a poco, noto que me resulta algo más sencillo hablar con ella.
Después de hablar de temas así, toca sacar el de la borrachera, lo que nos llevará al tema más importante: nosotros.
—¿Qué pensaste cuando recibiste todo ese texto y ese audio asqueroso? —digo.
Abril me mira y sonríe. Lo hace de forma compasiva.
—¿Te asustaste mucho cuando te diste cuenta al día siguiente?
—No te imaginas cuánto.
—Cuando lo leí, y cuando escuché luego tu audio… Bueno, lo primero, que entendí perfectamente que fue culpa del alcohol y de la situación. Tienes pinta de no saber beber, y más cuando no estás en tu mejor momento, ¿verdad?
Asiento.
—En mi defensa diré que sospecho que me metieron algo en la copa. Ya, suena a la típica excusa, pero es que salí con un grupo que madre mía…
—¡Oye! Eso es muy peligroso. Si crees que eso ha pasado de verdad, tienes que vigilar mucho. No me quiero ni imaginar la de cosas malas que pueden pasar con eso.
—Sí… Soy bastante desastre. Salí una segunda vez con ellos, pero un amigo mío me ayudó mucho a que no se repita el peligro. De hecho, evitó que te volviese a hablar estando borracho.
—¿Lo ibas a hacer otra vez? —pregunta.
—Ah, bueno… Es posible. Eso dijo mi amigo.
—Entiendo. Eso es porque llevas tiempo queriendo hablar conmigo, pero ese valor solo te sale cuando estás borracho, ¿no? Bueno, y hoy, claro.
—Sí… Quería hablar contigo y arreglar las cosas, pero me daba mucho miedo. Mi cabeza se bloqueaba y encontraba cualquier excusa para irse a otro lado y dejarlo para más adelante. Pero pasaban las semanas y nunca lo hacía… Me he sentido mal por eso todo este tiempo.
—¿Y qué es lo que quieres conseguir con hablar? Porque yo todavía no estoy segura de qué pasó ni de qué pensamos sobre el otro.
—Quiero… No sé. Me he perdido. ¿A qué te refieres?
—Lo que quiero decir es si estás pensando en que volvamos a intentarlo, o en que cerremos esa etapa, o en que quedemos como amigos, o… ¿Qué?
—Ah… No tengo ni idea. No he llegado tan lejos. ¿Tú qué piensas?
—No, tú. Te he preguntado yo primero —me acerca el dedo casi a la nariz y sonríe un poco—. No te hagas el tonto conmigo, Izan.
—No, si yo no…
No me hago el tonto. Vuelvo a sentirme tonto, pero de la mejor de las maneras. Durante las últimas semanas me he notado muy despierto, capaz incluso de expulsar a un jefe malvado de una empresa. Si alguien me asustaba, me bloqueaba, pero si no, mi confianza era mayor que la de siempre. Hoy vuelvo a sentirme como me solía sentir al hablar con Abril. Me siento tonto por los motivos más tontos, pero, de alguna forma, me gusta. Me transporta a esos días felices.
Bueno, todo eso es muy bonito, pero no tengo ni idea de qué le tengo que contestar.
—Te lo estás pensando demasiado. ¿Tú qué sientes por mí?
—¿Yo? Yo creo que eres la mejor…
—¿Crees que merece la pena volver a intentarlo?
Al preguntármelo así, recuerdo cuál es mi pensamiento habitual sobre este tema. Por un momento lo había olvidado.
—Creo… Que tú te mereces estar con alguien mucho mejor que yo. No creo que me merezca estar contigo.
—Ya veo… ¿Tú sabes que ese pensamiento es puro boicot? Hacia ti mismo. Y autocompasión, también.
—Sí, algo me imagino.
—Quiero que seas sincero y que me muestres el tipo de persona que eres ahora, Izan. Con todo lo que te define de verdad, no con tus secretos y tus problemas con tu expareja. Si veo al Izan que se ha liberado de todas las cargas y que puede ser él mismo, sin tonterías… Si veo al Izan real, podré ser yo quien decida con qué ojos te miraré.
—El Izan real… ¿Y cómo se hace eso?
—No lo sé, pero, por favor, no saques conclusiones sobre lo que yo merezco o lo que no. No pienses por adelantado si eres lo peor o no. Deja que sean otros los que decidan eso. Tú no tengas miedo de mostrarte como eres, y lo que piensen o quieran los demás de ti, ya se verá.
—No sé si soy capaz de dar la talla con eso. Soy muy penoso…
—¡Izan! Deja de insultarte. Mira, es que, de hecho, voy a aprovecharme un poco de una falla en tu pensamiento.
—¿Eh?
—Si te crees mucho peor que yo y que no me mereces, será porque piensas que estoy muy por encima o que me has hecho daño. Entonces, eso se podría traducir en que, o me debes una, o que querrías hacer algo por mí para compensar todas esas diferencias, ¿no?
—No sé yo si…
—Nada de no sé. Te voy a dar una instrucción, y te pediré que la cumplas a rajatabla, ¿vale?
—No parece que te pueda decir que no.
—Así me gusta. Ahí va: no puedes decir, por lo menos no de verdad, que eres alguien penoso o que no merece nada.
—¿Cómo?
—Puedes hacer alguna broma si está claro que es broma y puedes, incluso, exagerar un poco de tanto en tanto si el contexto lo pide. Pero si lo dices de verdad, si lo dices para fustigarte y porque no te quieres lo suficiente, entonces mi petición es que no lo hagas. Tienes que dejar de odiarte de verdad, y el primer paso es dejar de decir esas cosas. Está en tu mano aceptar eso o no.
—Pues… Es que me intento imaginar quitando eso de mí, y me cuesta muchísimo verme.
—¡Nada! Tienes que hacer eso para alejar al Izan autocompasivo que va dando pena por las esquinas. Ese Izan nos distrae a todos de ver al Izan de verdad.
—El Izan de verdad… —repito como un niño que está aprendiendo algo impresionante.
—Lo único que quiero es que estés relajado y bien contigo mismo. Cuando sepas quererte, podrás empezar a querer mejor a los demás. Eso es lo que necesito que hagas para que podamos ver qué pasa o qué no pasa entre nosotros.
Abril me ha convencido. El resto de la mañana la hemos pasado hablando de cosas más triviales y poniéndonos al día. Al volver a casa, me quedo con la sensación de haberme quitado algo de lastre de encima, pero todavía me sigue pesando un poco. Creo que he dado un buen primer paso, eso sí.
Cuando vuelvo, se lo cuento todo a Alex y me felicita por haber sabido gestionarlo.
—Perfecto, lo de Abril está en marcha —dice—. Siguiente tema. He estado pensando, y cuando me hablaste un poco de la niña esta, Flora, la del combate de mañana, me dijiste que Lydia estaba como loca con ella, ¿no?
—Sí, está loquísima con Flora. Es como la fan número uno o algo así.
—Bien. ¿Y Lydia sabe de la predicción de mañana?
—No, no sabe nada.
—Pues ahora le mandas un mensaje y le dices que le quieres enseñar el calendario y, en especial, la predicción de mañana. Que no se querrá perder por nada del mundo un versus entre Flora y yo. Porque es verdad, no se lo querrá perder. Así Lydia entenderá que la has tenido en cuenta para el calendario y también para cosas que le pueden interesar. Oye, igual te manda a la mierda, pero el gesto quedará ahí.
—Pues no es mala idea para nada, la verdad…
—¡Claro que no! Tiene un problema, eso sí.
—¿Cuál?
Alex me pega un manotazo poderoso en la espalda.
—¡Que se te tendría que haber ocurrido a ti! Piensa más en Lydia si la quieres recuperar. Y créeme, la quieres recuperar. Piensa más en estas cosas, ¿estamos o no?
—Joder, sí, tienes razón. Gracias por todo, de verdad. Voy a mandarle el mensaje.
—Eso es. A ver si se presenta aquí mañana, y así la veo un día antes de salir de fiesta con ella.
Mientras escribo, Alex recuerda algo.
—Ah, por cierto. Ha venido el presidente del edificio, o eso ha dicho que era. Un señor con gafas, mal afeitado y con las cejas levantadas hacia dentro.
—Sí, el doctor Gabriel —digo, distraído.
—Dice que esta madrugada, alguien ha entrado en casa de los ancianos del segundo primera. No se sabe muy bien qué han robado, pero parece ser que han removido bastante los cajones del salón y demás. Que si hemos visto algo.
—¿A los ancianos? Cómo se puede ser tan miserable…
No hemos vuelto a hablar del robo en todo el día. Como Alex dijo, surfearía los límites del calendario para poner el foco donde nos dé la gana a nosotros. Hoy ha sido uno de esos días, y estoy contento con el resultado.

Comentários