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Sábado 18 de marzo de 2023

Joel Soler

Actualizado: 5 oct 2023


Capítulo 18

Me enamoro

“No ocurrirá. Hoy no quiero hablar con nadie. Además, no entiendo por qué

lo he apuntado como si fuera un niño de primaria. Paso de todo.”



Hoy es día de mercado. Cuando no pude ir hace dos semanas me sentí muy mal, pero en cambio, al ir la semana pasada, acabó siendo un muy buen día. Está claro que si no voy sería boicotearme a mí mismo, pero es que no puedo. Si los demás me ven así, se centrarán solo en mí y en mis problemas, y no quiero eso. Además, hoy quiero estar aislado del todo y ver como este calendario maligno falla estrepitosamente. Ahora mismo me da igual. No tengo ningún miedo a que todo se trastoque, porque mi vida ya es una mierda ahora mismo.

Me enamoro, dice… Si no salgo de casa ni hablo con nadie por ningún lado, de quién me enamoro, ¿de mi almohada? Va, te reto.


Una o dos horas después de tomar del todo la decisión de encerrarme sin contacto con el exterior o con internet, ocurre lo que imaginaba: alguien toca al timbre.

—El amor llama a mi puerta… —murmuro, asqueado.

Ignoro los repetidos timbrazos. Me da igual quien sea, porque es el calendario quien está llamando. Quiere que deje de hacer lo que estoy haciendo y que interactúe amorosamente con alguien. No lo voy a hacer.

El timbre ya no suena, pero lo que se oye en su lugar es golpes muy enfermizos en mi puerta siendo aporreada sin compasión. Como las calidades de este edificio no son punteras, empiezo a temer por la posibilidad de un destrozo irreparable.

Me acerco un poco y escucho una frase que me hace cambiar de idea. Es la voz de Lydia diciendo: no nos queda otra que tirar la puerta abajo, ¿vamos?

Antes de que pueda hacer eso, que la veo capaz, abro la puerta.

Al otro lado me encuentro a Lydia en posición de preparar su patada demoledora de hogares, y detrás de ella están Abril, Anna y Oliver.

Ver a Oliver, el hermano de Nora, mi expareja, me recuerda que hoy no debo enamorarme. Que, si lo hago un día como hoy, volverá a salir todo mal.

—¿Qué haces? —me pregunta Lydia.

—¿Cómo que qué haces? —le pregunto—. Eres tú la que querías echar abajo mi puerta.

—¡Porque ayer no me contestabas y hoy no has aparecido por el mercado! Si una de esas dos cosas ya es para preocuparse, imagínate las dos juntas. ¡Pensábamos que te había pasado algo!

—A mí tampoco me contestabas —dice Abril enseñando su móvil con la pantalla encendida y nuestra conversación abierta. Al ver eso, me siento terrible por haberla ignorado. Si Lydia pudiese leerme el pensamiento, se quejaría de que con ella no me pase lo mismo.

—¿Y esto qué? —me dice Anna levantando una bolsa de supermercado en la que lleva algo envuelto en papel de plata.

—¿Esto qué de qué? —pregunto con torpeza.

—¡Que la semana pasada me pediste los pastelitos caseros para hoy! Y te dije que si no ibas a venir, me tenías que avisar, que los traigo solo por ti. ¿Qué es eso de hacer que prepare los pasteles y luego no venir? ¿Qué te pasa?

—Mierda, me había olvidado…

—¿Estás bien? ¿Por qué no has venido? —me pregunta Oliver, que me sorprende que también esté aquí preocupado por mí.

—Nos lo contará en el mercado —dice Lydia—. Ahora te duchas, te vistes, haces todo eso en un cuarto de hora, y andando. ¡Va!

No me da tiempo a defenderme. Antes de darme cuenta ya me estoy duchando. Pero todavía no está todo perdido. Todavía le puedo llevar la contraria al calendario.


Aunque voy sin ningún tipo de confianza en mí mismo, el día en el mercado vuelve a ser bueno. Tras un rato caminando se nos unen Serena e Iris. Estamos el grupo al completo.

Mientras caminamos, se suelen formar pequeños grupos. Lydia está caminando con Serena e Iris, y Anna está caminando con Oliver. Yo me quedo algo rezagado con Abril. La charla es cómoda y me hace sentir bien. Noto como todo lo que pasó ayer empieza a desaparecer, o como mínimo puedo decir que duele menos. Mientras estoy absorto en la conversación, veo de lejos como Estrella, la bruja, saluda a Serena y hablan un rato. Está algo lejos. Cuando se despiden, me mira y me saluda. No sé si quiere que me acerque o si… Vale, no, se ha ido.

Seguimos el camino, veo que Serena e Iris están caminando solas ahora. Lydia se había alejado del grupo y no me había dado ni cuenta.

Mi charla con Abril sigue por buen camino. Hablamos de los Crimsons, de mi pelea con Hugo, de los pasteles de Anna, de algunas series que hemos visto los dos y que yo no sabía que a Abril le gustaban también…

Cuando termina la mañana y cada uno se vuelve para su casa, recuerdo que una de las cosas que me ha contado Abril es que quería ir a una tienda de deportes para comprarse unas muñequeras y una cinta para el pelo de las que se usan para hacer deporte.

—¿Hay alguna tienda de deportes cerca de tu casa? —le pregunto.

—Cerca no. Tengo que dar un poco de rodeo, pero si no hay más remedio, se hace.

—Pues cerca de mi casa sí hay una tienda de deportes. No me asomo mucho —en realidad no me asomo nada—, pero debe haber muñequeras o cintas de ese estilo, ¿no?

—¿Sí? ¡Pues adelante! Tú me guías, yo te sigo —me dice con una sonrisa y una energía que me llenan por dentro. Por algún motivo, es esa respuesta la que me da un primer golpe. Pero no es amor. Estoy cómodo con ella y ya está. Ni siquiera estaba seguro de que el calendario hiciese referencia a Abril. He llegado a pensar que podría ser Anna, o Estrella cuando la he visto aparecer de lejos, o incluso una persona nueva.

Nos despedimos del resto. Veo que Lydia pone la cara de una combinación de dos emojis que serán los primeros con los que me hablará cuándo me escriba sobre esto, sin ninguna duda.


Abril y yo caminamos solos hacia la zona de mi casa y la llevo a la tienda de deportes, donde compra lo que tiene que comprar. Al salir me explica un poco sobre su afición.

—Izan, tienes que saber esto de mí. Soy la loca de las cintas y las muñequeras. Tengo una colección enfermiza de las dos cosas. De todos los colores y texturas, con diferentes dibujos y logos. Y cada una tiene su momento y su significado. He espantado a más de una persona por esto.

—A mi me encanta eso —le digo sin pensar muy bien lo que estoy diciendo. De alguna forma siento lo que he dicho.

—¿Qué dices? —pregunta ella golpeando mi espalda y echándose a reír—. ¿Te encanta?

—Sí, bueno… Es que la gente que tiene aficiones que no son habituales, siempre está disculpándose por tener esas aficiones. Y entiendo que hagan eso los que tengan como afición, no sé, fotografiar cadáveres de animales y solo si han perdido un ojo.

—¡Pero qué clase de ejemplo es ese!

—Perdón, perdón… Es lo que se me ha ocurrido. Lo que digo es que, siempre que no sea nada que roce lo peligroso o lo inmoral… ¿Por qué considerar que eso ahuyenta a la gente? ¿Por qué disculparte por eso?

Ella me mira muy atenta, y creo interpretar que le ha gustado mucho mi reflexión, o eso quiero pensar.

—Me ha encantado eso que has dicho. ¿Sabes qué pasa? Que siempre que cuento esta tontería, o se ríen de mí, o me dicen que soy rara, o me dicen que muy bien, pero entre risas, como si hubiese contado un chiste. Haciendo ver que no hay nada malo, pero dando a entender que se ríen porque saben que no estoy contando nada serio, ya que si fuese algo serio, entonces sí sería problemático. Claro, por culpa de eso, yo misma me veo contando esto como si fuera un chiste. Por eso me ha sorprendido tu respuesta.

—¿De verdad la gente te responde esas cosas? Bueno, de qué me sorprendo… A mí me tratan igual cuando cuento algo que también se pueda salir de lo común.

—¿No te parece un chiste que me ponga tan seria al hablar de coleccionar muñequeras y cintas?

—Qué va. Si a ti te hubiese parecido un chiste de verdad, lo sería. Si no te lo parece, no lo es. Es así de simple.

Abril se lanza a darme un abrazo efusivo. Hace muchos años que no me siento tan bien con un abrazo.

—Este abrazo te ha gustado más, ¿verdad?

—¿Qué? —digo con voz quebrada e insegura. Parece que ha leído mi mente.

—El otro día jugando a baloncesto te abracé, pero toda sudorosa. Hoy creo que huelo bien —se empieza a oler—. Sí, ¿no?

—¡Ah! Sí, sí. Hueles genial. O sea… Sí, no hay sudor.

Madre mía, qué susto.

Por fin llegamos a mi edificio, pero la charla no termina ahí. Nos quedamos hablando en el portal durante al menos cuarenta minutos más. No me quiero despedir. Tengo muchísima hambre, pero no quiero que se acabe.

Por desgracia, ella también debe de tener hambre, así que es la propia Abril la que pone fin a la conversación y me dice que nos veremos la semana que viene, que no me vuelva a escaquear del mercado.

—Oye, y si te encuentras mal o si estás harto de todo, al menos no me ignores los mensajes. Déjame ayudarte. Si no te apetece salir y ver a mucha gente, puedo venir yo sola y estar un rato contigo en casa, por ejemplo. Podemos ver una película de una de tus listas si quieres.

La idea de pasar un día con ella en mi casa viendo una película golpea con fuerza mi corazón. Incluso noto que una parte de mi cerebro empieza a maquinar cómo hacer para que eso sea posible lo más pronto que se pueda.

Nos abrazamos una vez más y se va, despidiéndose con una sonrisa preciosa. Siempre he pensado que sus rasgos son bonitos, pero no lo había visto tan claro hasta hoy.

Al llegar a casa, abro la conversación con Lydia, la cual empieza como me imaginaba.


[Lydia. 13:55]

🤭😏

Sabía que sería Abril

No solo porque el calendario diga que chateas mañana con ella todo el día

Es que se te nota mucho

Y ME ENCANTA LA PAREJA QUE HACÉIS, POR FAVOR

[Izan. 15:03]

Bueno, vamos a calmarnos.

Aunque el maldito calendario diga que me he enamorado.

Yo no lo tengo tan claro.

O sea, se debe referir a ella, no digo que no.

Pero tanto como amor…

[Lydia. 15:12]

Shhh…

No opines.

No sabes de amor

Pero hazme caso

Te has enamorado

Te lo he notado en el mercado

Y seguro que la cosa ha ido a mejor cuando os habéis quedado solos

¿Verdad?

[Izan. 15:15]

Bueno, sí…

Mejor sí ha ido.

Cállate, ¿quieres?😭

[Lydia. 15:17]

🤣🤣🤣

Pobre

Ánimo con el chateo de mañana

Anda que… Menos mal que te he sacado de casa

INCONSCIENTE

[Izan. 15:19]

Menos mal que no ibas a creerte lo del calendario hasta el 22.

Estás dentrísimo eh.

[Lydia. 15:21]

Es divertido

Pero lo de Abril puede ser o no ser por lo del calendario

Ahí las predicciones dan igual

Es amoooor


No quiero etiquetarlo de esa forma. Decir que me enamoro tal vez sea mucho decir. Una palabra tan fuerte debería estar más clara. No creo que sea tan así. De las dieciocho predicciones que han ocurrido hasta el momento, esta me parece la menos acertada.

Eso sí, mientras pienso esto, noto como una voz dentro de mí me dice: no te lo crees ni tú.


Pero no es tan sencillo. No se trata de aceptar o no que me he enamorado de Abril. No se trata de seleccionar con cuidado el significado de una palabra tan fuerte como es el amor, o qué significa eso para mí a mi edad y después de mi última experiencia con Nora. Ese no es el problema principal. El problema es que hace rato que mi intuición me está diciendo que algo no está en su lugar. Cuando intento pensar que el calendario ha vuelto a acertar, y que me he enamorado de Abril… Hay una lucha interna en mi cabeza. Una parte cree que así es. Otra cree que la palabra amor es fuerte, piensa en lo de Nora, niega lo que tiene delante, etcétera. Pero hay una tercera parte que es la que menos comprendo…

Al pensar que me he enamorado de Abril, y que el calendario tenía razón… ¿Por qué noto el recuerdo de un olor que grita desde algún lado de mi ser que esto no es así? Es un olor que me resulta muy familiar, pero desaparece al instante y no puedo recordarlo. Solo siento que debería reconocerlo sin ninguna duda…

¿Qué es? ¿Y por qué me grita que algo no está donde tiene que estar?









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