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Sábado 26 de agosto de 2023

Joel Soler

Actualizado: 27 ago 2023


Capítulo 179

Nos perdemos en unas ruinas

“Es llegar al pueblo y lo primero que hago es perderme.

¿Tú ves que no se me puede sacar de casa?”



La primera parte del día consiste en un paseo la mar de simpático por las calles principales del pueblo de Anna. Ella nos comparte la historia del pueblo, anécdotas que le ocurrieron a ella, a su familia o a sus vecinos, del estilo “ese boquete fue porque el dueño de la taberna, que es muy bruto…”

Mientras caminamos, yo estoy haciendo un poco el tonto con Lydia. Nos tomamos fotos, imitamos la forma en que nos ha saludado un señor (cuando ya se ha alejado) y cosas así. Anna se acerca a nosotros.

—¡Qué! ¿Nadie me cuenta qué ha pasado aquí?

—Oh, no —dice Lydia—, se me había olvidado que Anna es la secretaria de las relaciones de este grupo.

—Yo me limito a hacer lo que me pediste —digo—. Me he reconciliado con Lydia para que me hagas la receta mejorada.

—¡Pero bueno! ¿Y si te desreconcilio y te quedas sin receta mejorada? —dice Lydia.

Anna se ríe.

Hoy lleva el pañuelo rosa. No tengo ni idea de lo que significa, pero parece que está feliz.

—¿Y ha sido mérito tuyo? —me pregunta—. ¿O ha sido más cosa de Lydia?

—Bueno… —digo yo, y miro a Lydia para que conteste ella.

—Izan se encontraba mal y yo fui a verle —dice Lydia.

—Ya, ya me lo dijo. Parecía que se quería escaquear de venir a mi pueblo… —Anna me dedica una mirada poco amigable.

—Nada más ver que me preocupaba por él —continúa Lydia—, el muy tonto se emocionó y me suplicó perdón por todo.

—Hombre, si lo cuentas así… —digo.

—¡Espera, hombre! —grita Lydia—. Que no he terminado. Lo que pasa es que yo también estaba tontísima estos días. Izan tiene un amigo que también es amiguete mío, y me hizo ver que yo estaba muy a la defensiva en parte por culpa de mis ex. Y a Izan le pasó un poco lo mismo por culpa de Nora. Así que me sentí fatal por ser tan dura con él. Recordé que Izan está pasando por muchas cosas… —Lydia sabe que aquí se entendería mejor si explicase lo del calendario, pero intenta salir por otro lado—. Ya sabes, lo han despedido del trabajo, ha tenido problemas con otros amigos… —Lydia baja la voz—. Está el tema de Abril también…

—Sí, sí, lo entiendo —dice Anna, susurrando también. Le ha convencido la explicación.

—Y por eso no quise hacerme la dura más tiempo. Me sentí fatal por lo que estaba pasando este niño tontísimo —dice Lydia mientras me frota la cabeza.

—Yo solo quería que fuésemos como antes —digo—. Y también los pastelitos de receta mejorada.

Lydia deja de frotarme la cabeza y me pega una colleja. Es nuestro rollo.

Anna se ríe mucho. Está contenta viendo que todo a su alrededor está en su sitio. Anna es algo así como la guardiana del grupo. Así lo veo yo.


Después comemos en una pizzería que vuelve loca a Anna y, cuando hacemos un poco la digestión, nos metemos en la piscina.

Allí hacemos el tonto y jugamos con la pelota. Tengo muchos momentos de acercamiento con Abril. Cada vez veo más complicado no volver a declararme ahí mismo. No quiero que termine nunca. Cuando pienso que casi me escaqueo de este plan, me vienen ganas de pegarme contra una farola.

Por la tarde, Anna nos quiere enseñar unas ruinas enormes que son como la atracción turística principal del pueblo. La gente prefiere ir por la noche, ya sea por el clima o por la iluminación que ponen, así que vamos a primera hora de la tarde para no encontrarnos a tanta gente.

Las ruinas son bastante grandes y, aunque hay algunas flechas puestas por el ayuntamiento que indican un poco el camino, hay cierta libertad para verlas como tú quieras.

No sé si por casualidad o porque en el fondo lo queríamos así, Abril y yo nos separamos un poco del grupo. Quedamos absortos en charlas triviales y no nos damos cuenta de que lo más probable es que no estemos haciendo ni caso a las flechas ni a dónde van nuestros amigos. Tengo la sensación de que Lydia ha sido una especie de cómplice indirecta de todo esto y ha manejado al resto del grupo para que nos dejen a solas. Aunque, pensándolo bien, Anna y Oliver también podrían haber sido aliados y ayudado a que nos quedemos solos… Bueno, es que Iris también, que conoce la historia y, o le da igual, o nos apoya. Ahora que lo pienso, igual no es casualidad que Abril y yo hayamos quedado tan separados del grupo. Tengo grandes amigos, la verdad.

Lo de quedarme a solas con Abril, bien, pero… Tal y como dice el maldito calendario, es verdad que ahora no tendría ni la más remota idea de cómo volver. Me he desorientado muchísimo.

—Oye, ¿tú sabrías cómo volver? —dice Abril.

—Es lo que estaba pensando ahora. Parecía fácil, pero es muy engañoso este sitio. ¿Cómo nos hemos podido desorientar tanto?

—Se nos ha ido muchísimo la cabeza —dice, riendo.

—Yo una vez me perdí por mi propio barrio, creo que ya te lo conté.

—Sí, me lo contó Lydia —dice, riendo más fuerte.

—Ah, sí… Que Lydia se lo fue contando a todo el mundo para que cada día una persona diferente me lo recordase y me ofreciese acompañarme a sitios. Qué graciosa fue, sí, tan graciosa como una patada en el estómago.

—Es que te pones muy gracioso cuando te pasan esas cosas —dice, y la forma en que lo dice y cómo me mira me termina de rematar. Siento que todo está volviendo a su sitio.

—¡Bueno! Me entiendes, ¿no? Lo que quiero decir… Bueno, no sé lo que quería decir. Me he perdido.

Abril ríe.

—Me querías decir que no eres bueno orientándote. ¿Eso quiere decir que me toca a mí saber el camino de vuelta?

—En esencia sí, lo has resumido muy bien. O sea, si quieres lo intento, pero será como si te ayudase la nada misma. Poco más que eso, siendo optimistas.

—Pues, a ver, no creo que sea tan complicado. Pero es verdad que los muros y los árboles no me dejan ver ninguna referencia de si tenemos que ir para un lado, o el otro, o el otro… Lo malo de esto es que podríamos dar vueltas como tontos.

—Tú tampoco tienes cobertura, ¿no?

—Qué va —dice—. En este pueblo ya hay poca, pero en la zona de las ruinas es cero. Hemos vuelto al pasado por todo lo alto.

—Con razón el tabernero hizo el boquete aquel. Yo también me volvería loco sin internet ni nada.

—Es verdad… Qué persona tan bruta, por favor.

Caminamos un poco más. No sé si estamos poniendo todo de nuestra parte para salir de aquí, o si los dos estamos alargando un poco la situación.

—Oye, Izan… Creo que ya te lo he dicho antes, pero hoy lo veo más claro. Me encanta que hayas vuelto a ser tú. Me encanta que vuelvas a ser el mismo con Lydia y con todos. Que seas tú. Lo adoro, de verdad.

No sé qué contestar. Digo la primera tontería que se me pasa por la cabeza, de esas que suenan bien cuando las pienso, pero fatal cuando las digo.

—Ya sabes, lo bueno siempre vuelve por navidad…

—¿Qué dices? —ríe—. ¡Estamos en agosto!

—Deja que yo celebre la navidad cuando quiera. Ya sabes que voy muy lento.

Claro, ahora tengo que seguir adelante con la broma, aunque no tenga ningún futuro. Como si no me arrepintiese a cada segundo de lo que digo.

Ahora me gustaría poder darle la muñequera. Es el momento ideal. Lo malo es que sí, la he traído, pero la tengo en la maleta. Además, siento que todavía me falta saber si está saliendo con alguien o no. Con el musculoso aquel o quien sea. Siento que le quiero preguntar eso, pero que no tengo ningún derecho.

Me da miedo sacar cualquier tema relacionado con lo que siento por ella. Sin embargo, lo que sí que hago, y me sorprende que haya salido de mí, es abrazarla.

La abrazo. Ella se sorprende un poco al principio, pero no tarda en corresponder. Nos quedamos en silencio, abrazados. No quiero encontrar nunca el camino de vuelta. Quiero quedarme perdido en estas ruinas, con Abril. Quiero estar aquí. Quiero…

—No —digo, sin querer. No he pensado en decir eso en ningún momento, pero lo he dicho.

—¿No? —pregunta ella, confusa.

—No. Eh… No, no sé. ¿Por qué he dicho que no?

No sé por qué lo he dicho, pero sí que sé con qué está relacionado. He dicho que no en cuanto me ha atacado el olor. Otra vez ese maldito olor. Una y otra vez ese dulce y maravilloso olor que viene a romper momentos así, a hacerme daño y a sentir una especie de culpabilidad. Un olor que grita que me marche.

No solo eso. El olor viene acompañado de la imagen mental de un lugar de las ruinas. Una especie de pilar con una estructura circular con un agujero.

Miro hacia el lugar donde creo que está la zona y le digo a Abril que caminemos hasta ahí.

—¿Estás bien? —pregunta—. Tienes malísima cara.

—A lo mejor me ha sentado mal alguna cosa en la pizzería, o a lo mejor he tragado cloro cuando Lydia y Anna me han intentado ahogar.

No me contesta. Seguro que habrá pensado: ¿qué me está contando el flipao este?

Llegamos al pilar que tiene el círculo. Es tal cual lo que me he imaginado.

Lo examino y veo que hay como un cartelito que te dice el truco para utilizar este pilar como método de orientación para salir de aquí. Si miras de frente por el círculo, te marca en qué dirección está la salida principal de las ruinas.

No sé si me he vuelto loco o si no he entendido bien lo que me acaba de pasar, pero… ¿El maldito olor es el que me acaba de decir cómo salir de las ruinas? ¿El olor? ¿En serio? Yo de verdad que no entiendo nada…

Mientras salimos, pienso que no puedo dejar así a Abril, y que tengo que hacer que se quede tranquila de alguna forma. Si no, pasará lo de siempre.

—Oye, el “no” de antes ha sido por un espasmo sin sentido que no tiene nada que ver con cómo me siento ni nada. De verdad, algo me ha sentado mal, pero a mí… Bueno, que me ha encantado ese momento que hemos tenido ahí.

Ella sonríe.

—Gracias por aclarármelo… Tenía un poco de miedo que volvieses a apagarte después de que te pasase algo extraño. No es la primera vez que te pasa, ¿verdad?

—No, no es la primera vez… Yo tengo que vivir a todas horas conmigo, y es duro.

—Qué tonto eres… —me empuja un poco, con mucha suavidad. Nada que ver con lo que hubiese hecho Lydia—. Yo también he estado muy bien ahí contigo, perdida en las ruinas. Tenemos que repetirlo más veces.

—Vale, ya buscaremos otras ruinas, un bosque o un centro comercial de los grandes, a ver si nos perdemos. Pero perdernos bien, ¿eh?

Los dos nos reímos.


Al poco rato volvemos con el grupo. Todos nos miran con cara de “eh… pillines… mucho rato solitos, ¿no?”

No me he atrevido a darle la muñequera. Tampoco a preguntarle si tiene pareja. No creo que la tenga, ¿no? Después del momento que hemos pasado…

También me gustaría dejarle caer a alguien si podemos cambiar las parejas por la noche y dormir con otra persona. Me gustaría dormir con Abril, la verdad. Tenía la esperanza de que Lydia sacase el tema, pero por lo visto está cansadísima de todo un día de hiperactividad y no parece muy centrada. Al final, nadie dice nada y las parejas del dormitorio se quedan igual. Yo me siento idiota. No podrá ser.

Encima, mañana Anna me pillará, pero… ¿Haciendo qué? Será mejor que me porte bien para que no me pille haciendo nada de lo que me pueda arrepentir. Algo se me ocurrirá.







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