Capítulo 242
La… ¿Peor? Clienta
“No sé si es lo que me pienso, pero siento como mucha rabia, y creo que enfocada en mí, al ver ese interrogante. Es de esas cosas que me parecen poco fiables de mí mismo.”
Por la mañana, al ser sábado, viene todo el grupito del mercado. Está completo, con Oliver incluido. Anna y Abril también han venido.
Parece que Oliver ya está bien. Supongo que me informarán un poco mejor de las novedades dentro de poco.
Lydia me hace la vida imposible. Me he llegado a plantear si ella es la peor clienta, porque qué pesadilla. Ojalá algún día el destino le ponga en la cara un trabajo en algo público. Esa será mi oportunidad de venganza, y la voy a saborear.
Por la tarde, las horas con mayor volumen de trabajo son de cinco y media a ocho. Después la cosa se empieza a vaciar. Es cuando solo me queda una hora para irme que aparece Nora.
—Hola, dígame —dice Julia con una libreta.
—Hola. Me gustaría que me atienda el chico de los ojos caídos, por favor. El guapo.
Julia cierra la libreta, sonriendo con los ojos cerrados, y viene hacia mí.
—Eres popular, ¿eh?
—No te creas… Esa no cuenta.
Me acerco a ella con la libreta, preparado para lo peor.
—Pero qué regalo para la vista… —dice—. ¿Cómo te puede quedar tan bien la ropa de la cafetería?
—Qué quieres…
—Un besito aquí —dice, señalando su mejilla.
—No nos queda —le digo.
—Qué gracioso y qué mono eres.
—Has venido porque la predicción pone que viene la peor clienta, y no te lo querías perder, ¿no?
—Tú sabrás. Es tu letra. ¿No me vas a tomar nota?
—Qué desea…
— A ver… Quiero un café, corto, con nata montada y virutas de colorines. Y una galletita al lado, pero de esas que te vienen de regalo. Y, si puede ser, me lo decoras con un corazón por algún lado, pero solo si lo haces tú. No quiero que me haga un corazón ninguna compañera tuya, que no es lo mismo.
—Claro que sí. Un momentito.
Pasados unos minutos, le traigo un té verde con la nata montada y las virutas. También le traigo la galleta, pero, en lugar de un corazón, le he dibujado una sonrisa en la nata.
—¿Qué es esto? No es lo que te he pedido —dice, aunque sigue sonriendo la cabrona.
—¿Cómo que no? Mira: la nata, las virutas, la galleta… Está incluso la taza y el dibujo. Te he dado muchísimo. No quiero que me critiques por no darte lo que me has pedido cuando sí lo he hecho en gran parte. Sería faltar a la verdad.
—Pero eso es un té, no un café.
—Pobrecita Nora… ¿No ves que un té es lo que de verdad quieres?
—No, la verdad es que no.
Le pongo la mano en la mejilla.
—Quieres un té… Y no me puedes odiar, porque te he dado todo lo demás, así que tienes que valorar todas mis buenas acciones, perdonar las que te molestan y ser sincera contigo misma. Quieres un té.
—Me encanta que me toques la cara —dice.
Me aparto.
—Pues eso. Ahí tienes tu pedido. Que lo disfrutes.
—¿Y el dibujo? No es un corazón.
—Ah, bueno. Es que, en lugar de mostrar afecto, he preferido mostrar una sonrisa, y que tú la interpretes como te salga de los huevos. Las sonrisas son reconfortantes, ¿verdad? A ti te encantan, por eso te la he puesto.
—Bueno… —dice Nora—. No te ha quedado del todo mal la metáfora, pero se puede mejorar. Me has parecido monísimo haciendo esta especie de venganza simbólica. Me divierte. Lástima que el té no pega con la nata.
—Eso es verdad. Hay cosas que no pegan y que no pueden estar juntas… —digo, fingiendo estar abatido—. No tenía que haber insistido tanto si sé que hay cosas que no pueden ser.
Ella deja de sonreír.
—¿Sabes qué? Me lo voy a beber. Es lo que has decidido traerme, y yo lo aceptaré, sea lo que sea.
Ahora soy yo el que no sonríe. No me gusta que lo diga así, y siento que ya no tengo el control de la situación.
Durante todo el rato en el que ya no estoy con ella, Nora no me quita ojo. Sonríe todo el tiempo y me sigue con la mirada. Es incomodísimo.
Faltando veinte minutos para cerrar, mientras barro, me acerco a la mesa de Nora.
—Aparta los pies —digo, barriendo por la zona de debajo de su mesa.
—¿Qué forma es esa de tratar a una clienta? ¡La hoja de reclamaciones!
Julia y la otra compañera se giran al escuchar eso. A mí me da un pequeño parón cardíaco. Nada serio.
Nora las mira y hace un gesto que indica que está bromeando.
—Eres una hija de puta… —digo.
—Oye, que he venido a verte. No seas malo.
—Nora… ¿Estarás aquí hasta la hora de cerrar?
—No sé. Lo que me más me plazca. Hay buen ambiente y un camarero muy guapo.
—¿Puedo hablar contigo al salir?
—Oh, vaya. Eso no me lo esperaba. Yo que creía que deseabas que me apartara de tu vista. ¿Te estás volviendo a enganchar a mí?
No contesto. Asumo que me esperará.
Bueno, la muy cabrona hace el amago de levantarse e irse. De hecho, se va. Pero me asomo por una de las ventanas y está ahí, aguantándose la risa. Qué bien se lo pasa a mi costa.
Cuando por fin termina la jornada, corro para que no cambie de idea otra vez.
—¿Te acompaño a casa para que no te pierdas? —dice.
—No hace falta. Escucha… Tengo que pedirte un favor.
—Yo no hago favores a cambio de nada, eso lo sabes, ¿no?
—Necesito que me digas cuál es el último día en el que tu abuela es mencionada en el calendario de alguna forma.
Se hace el silencio.
Nora me mira con atención. No ha visto venir esa petición.
—Deja de nombrar a mi abuela.
—Nora, por favor…
—¿Para qué quieres ese dato? Sabes que no pienso anticiparte nada del calendario… No sería un juego divertido.
—Si no lo haces, tu abuela podría matar a Hugo. No, es que seguro que lo hará…
Nora vuelve a quedarse callada. Creo que quiere pensar con cuidado cada cosa que dice.
—Explícate.
—Tu abuela amenazó a Hugo. Le dijo que la última predicción en la que aparece es el diez de diciembre y que, después de eso… ¡Mira, no me acuerdo ni de lo que dijo, pero lo amenazó! ¡Y tu abuela ya ha matado a alguien delante de mí!
—Baja la voz… —dice, mirando a todas partes.
—No pienso callarme nada de lo que ha hecho esa asesina.
—Te conviene callarte —dice Nora, acercándose mucho a mí, amenazante—. No quieres que mis abuelos sepan que vas diciendo eso por ahí.
—Necesito saber hasta cuándo aparece tu abuela en el calendario.
—No sé cómo impedirá eso lo de Hugo.
—Pues porque si su última aparición es antes del diez de diciembre, solo hay que quitársela de encima antes de eso.
—¿Quitarte de encima a mi abuela…?
—Nora, por favor… Hazlo por Hugo.
Nora mira al suelo.
—No me gusta que esto haya llegado tan lejos… No me gusta nada. Él me dijo que iba a ser solo un juego… No sé qué hacen mis abuelos ahí…
—Pues están, y vivo amenazado todos los días. Tu abuela mató a Rojo… Y mi tío Mateo murió en parte por su culpa… Y Lydia está en peligro por tu abuelo…
—No me importan ni Hugo, ni Lydia. Lo siento.
—¿Y te importa Oliver? El otro día te enfadaste con Anna porque sugirió que no. ¿Sabes lo que será para Oliver si se muere su padre? ¿Sabes que ni Oliver ni yo te lo perdonaremos? Porque tú serás cómplice de tu abuela. Bueno, de tu abuela con un pedazo de tu alma muerta…
—¡Esa no soy yo!
El grito de Nora ha sido repentino y desgarrador. Me ha hecho perder la seguridad en mí mismo.
—Nora… Por favor. ¿Me ayudarás?
—Tengo que revisar enero y febrero, pero… Sé cuál es la última predicción de mi abuela en diciembre. Sé que el veintidós de diciembre hay… Un evento muy importante que solo podrá ocurrir si está ella ahí.
Acaba de confesar qué meses quedan exactamente. Creo que está muy nerviosa. No es que me sorprenda que el calendario termine en febrero... Pero es increíble que no se haya dado cuenta. ¿O me está engañando? Con ella nunca se sabe...
—¿Crees que ese es el último día en el que tu abuela saldrá?
—Como te digo, tengo que confirmar los que vienen después. No lo puedo hacer aquí. Pero… Creo que no había más. Aunque te lo miraré.
—¿De verdad…?
Nora se queda callada otra vez durante unos segundos. Luego me mira, pero con una expresión algo más vulnerable.
—Izan… ¿Soy la peor clienta?
—¿Qué?
—La predicción de hoy. ¿Soy la peor clienta que se puede tener? He aceptado ayudarte, y has podido bromear conmigo con lo del té con nata… ¿Soy la peor clienta?
—Tú eres… Tú. Joder, Nora… No me preguntes eso. Sabes todo lo que hay. Sabes lo que pienso de ti. Sabes por qué diría que eres la peor clienta. Es más, sabes que yo no recuerdo escribir esas cosas.
—Pero, de alguna forma, estás de acuerdo...
—No te voy a negar que pensé que serías tú, sí.
—Mi abuela sería peor clienta, ¿no?
—Tu abuela no sería una clienta. Solo considero clientas a las personas con un mínimo de humanidad. Tu abuela no entra en esa lista.
—¿Y una mujer que no conozcas y te trate muy mal todo el tiempo? ¿No sería peor?
—Pues no lo sé… No conozco a esa mujer.
Nora mira al suelo. Está… ¿Triste? ¿Qué hago? ¿Qué le digo? Normalmente me gustaría mandarla a la mierda, pero… Es que acaba de aceptar lo del calendario. Y, bueno... Me está dando un poco de pena. No sé cómo lo hace, de verdad.
—Mira —digo, enseñándole la imagen de la predicción de hoy en el móvil—. No estamos teniendo en cuenta el interrogante. Pone que eres la peor, pero tú me has hecho cuestionarme esa certeza. A lo mejor mañana conozco a la señora insoportable que mencionas. Así que, hasta que la cosa cambie, o hasta que lo piense mejor, lo dejamos en interrogante. ¿Te parece justo?
Nora me mira, y no sé si está triste, contenta, serena o vacía por dentro. No sé descifrar su cara. Está como en modo de espera. Como si procesase los pensamientos y su cara no quisiera dar pistas de la siguiente respuesta.
Al final, sin embargo, sonríe. Es una sonrisa aliviada y entrañable.
Se da media vuelta, haciendo como una floritura a lo largo del movimiento para que la melena ondee un poco y para parecer más mona o más elegante. Antes de irse, me mira una última vez.
—El té con nata estaba asqueroso. Me ha encantado.
—Es lo que habías pedido.
—Mañana por la mañana te diré lo que quieres saber. Y te demostraré que no soy tu peor clienta.
Se va.
Nora... No sé qué pensar de ti. De verdad, no lo sé. Pero ya te lo he dicho... Si eres la peor o no, eso todavía está en interrogante.
Todavía no te puedo pillar del todo. Han pasado todos estos años y no hay manera. Pero me ayudarás. Has decidido hacerlo al saber que Oliver y yo te podríamos odiar de verdad y para siempre. Eso es con lo que me quedaré.
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