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Sábado 1 de julio de 2023

Joel Soler

Actualizado: 9 jul 2023


Capítulo 123 No quiero salir de casa

“Este tipo de predicciones siempre son deprimentes, pero son mucho peores

cuando ocurren los sábados. Doy por hecho que mi templo ya ha sido destruido.”



Empieza el mes de julio. No sé si estoy capacitado para sobrellevarlo. Nora se irá, pero Frank no estará y me van a despedir. Eso es con lo que me he quedado. Tal vez debería revisar con algo más de calma el calendario.

Hoy toca día de mercado. Al igual que la semana pasada, tampoco voy a ir. Ya lo dice la predicción: no quiero salir de casa.

Intento avanzar faena del trabajo. Ignacio me dejó caer que tenía que estar todo listo antes del lunes que viene. Todavía me queda un montón, así que, aunque le quisiera llevar la contraria al calendario, lo mejor que puedo hacer es aprovechar el tiempo aquí.

Es tentador no hacer nada porque, total, me van a despedir a finales de mes. Pero es muy probable que eso afecte a mi último sueldo y a mi finiquito, así que mejor que no me la juegue.

Voy cambiando entre tumbarme en la cama, sentarme frente a mi ordenador y dar vueltas por la casa sin ningún sentido. Algunas veces, de manera enfermiza, me asomo a la mirilla para ver si veo salir a Nora.

Los del mercado me han hablado un poco, pero con muchas menos ganas que la semana pasada. Ya les da un poco más igual. Saben que hay algo que está mal, pero no quieren invertir sus energías en tirar de mí. Yo estoy de acuerdo con ellos, no merece la pena.

No he desbloqueado a Lydia todavía. Seguro que está muy enfadada. De ahí la predicción en la que me pega. Si me acuerdo, mañana le quito el bloqueo.

Avanzo algo de faena en un pequeño momento de concentración que me dura veinte minutos a lo sumo, y luego sigo dando vueltas, hasta que, asomándome a la mirilla por enésima vez, encuentro una escena que me descoloca.

Frank está saliendo de casa de Nora. No soy capaz de descifrar con qué tipo de actitud. No sé si han ido para hablar, o si se han estado amenazando, o si son amiguetes y yo no lo sabía.

—Si estás segura de meterte en esto, tú misma —dice Frank—. No me podría importar menos lo que te pase.

—Qué malo eres conmigo… —dice Nora.

—Antes de hacer nada, hablaré con mi abogada. Tendrás noticias nuestras.

—Claro, ve por lo legal, ningún problema. Aquí te espero, pero ya sabes, no puedes tardar.

Frank mira a Nora en silencio, resopla y baja las escaleras. No ha venido a verme a mí.

No sé de qué están hablando. Frank… ¿La ha amenazado con llamar a Dana?

Veo que Nora mira hacia mi puerta. Siempre hace lo mismo.

Se está acercando. Pega su boca a la mirilla.

—¿Te puedes creer que tu amigo cree que seré yo quien lo meta de nuevo en la cárcel? Qué mala idea… ¿Verdad?

Me aparto de la mirilla. Vuelvo a tener el mismo miedo que le tenía hace un mes.

¿Ha dicho que ella podría ser la que meta a Frank en la cárcel? ¿O solo se burla de que Frank sospeche eso?

Pero un momento… ¿Y si es lo primero? ¿Y si Frank entra en la cárcel de nuevo solo por haberse enfrentado a Nora por mí?

No, Frank no se merece eso… Tengo que hablar con Nora y decirle que no haga ninguna tontería.

—Izan, si estás ahí, dime algo —dice desde el otro lado de mi puerta.

Yo me quedo callado.

—No quieres salir de casa, pero no significa que no lo puedas hacer. Puedes salir porque te obligo, pero sigues sin querer hacerlo, ¿verdad? La predicción seguiría siendo real.

¿Y a ella qué le importa que una predicción así se cumpla…?

No la entiendo. No entiendo nada.

—Tú mismo —dice.

Antes de que vuelva a entrar en su casa, abro la puerta poco a poco.

Ella se gira con una sonrisa y me saluda con la mano.

—No es verdad… ¿No? —digo—. No serás tú la que metas a Frank en la cárcel… ¿Verdad?

Sigue sonriendo. No cambia la cara.

—Izan… Eres monísimo. Muchas gracias por existir, de verdad.

—Nora, por favor… Dime que no lo harás.

—Quién sabe. Dejaré que pienses lo que tú quieras. Porque tanto si soy yo como si no lo soy… No podrás hacer nada. El calendario ya ha hablado, ¿verdad?

—Sí… No puedo hacer nada respecto a Frank. Pero puedo hacerte daño a ti.

—Qué feo eso, Izan… Pero, ¿cómo lo sabes? ¿Qué pruebas tienes? Tú no sabes qué me puedes y qué no me puedes hacer. Yo tengo más información que tú, porque me han enseñado los calendarios de más adelante. Sé cosas de ese futuro escrito con tu letra que tú todavía no puedes saber. ¿A quién intentas amenazar?

—Puedo hacer cosas a pesar del calendario… —digo, sin mucha convicción.

—¿Estás seguro? Mírate… Si me estás hablando sin cruzar la línea de tu casa.

Miro al suelo. Tiene razón, mis pies siguen dentro de mi casa. He abierto la puerta, pero no he salido.

—¿Y qué pasa con eso…? —digo.

—Que a estas alturas te da pánico eso de llevar la contraria a tu calendario. Eso es lo que pasa. Así que no intentes amenazarme con el futuro… Porque estás atrapado en una jaula escrita con tu propia letra, y tú a mí no me podrás hacer nada.

Estoy hiperventilando poco a poco. Cierro los ojos y aprieto los dientes. Me duele mucho el pecho y no respiro bien.

—Eres un monstruo… Algún día pagarás por todo el daño que haces…

—Sí, lo sé. Pero hasta que llegue ese día, haré lo que yo quiera. Gracias por tu preocupación, cariño mío.

Nora entra en su casa y cierra la puerta. Yo hago lo mismo.

Me siento en el sofá.

No puedo hacer nada más en todo el día.







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