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Sábado 14 de octubre de 2023

Joel Soler

Actualizado: 15 oct 2023


Capítulo 228

Me dan regalos

“Mi cumpleaños es mañana, pero lo celebramos el sábado en el mercado.

Estoy nervioso, no sé si ahora quiero ser el centro de atención…”



Mi cumpleaños es mañana. Treinta y dos años ya.

Algunas veces, sobre todo los cumpleaños que caen muy cerca de los sábados, y si todos podemos, se celebra el cumpleaños en la cafetería del mercado. Dejamos la opción de dar regalos como optativa, para no sentirnos demasiado responsables. Ese tipo de protocolos sociales no siempre funcionan, porque, el que te da un regalo, casi seguro que esperará uno de nivel similar el año que viene. Al final ya no sé qué he regalado otras veces o qué me han regalado a mí. Eso me quita mucha energía, y más ahora que estoy con todo este laberinto de predicciones, mafias y brujería.

Al llegar a la cafetería de Julia, me encuentro al grupo entero a excepción de una persona: Abril.

Duele, pero no hay motivos para sorprenderse.

—¡Compadre! ¡El desaparecido! —grita Serena—. ¿Cuánto hace que no te veo?

—Hola… Perdón, perdón —digo—. ¿El mino regio no ha venido contigo?

—Qué va, no pudo. ¿Qué te cuentas? Ya me han dicho que vives cerquita de mi casa.

—Sí, eso parece. Si me quieres recomendar sitios por el barrio o algo, soy todo oídos.

—Se me ocurren unas cuantas recomendaciones, sí.

No lo había visto porque estaba sentada, pero cuando se levanta para saludarme, me impacta ver lo avanzado que está el embarazo. Bueno, primero me impacta el embarazo en sí mismo, porque se me había ido de la mente por completo cuando he venido aquí.

—Hostia…—digo, mirando fijamente a la barriga—. ¿De cuánto estás?

Ella se ríe.

—Ay… Pues veinticuatro semanas. Un poquito más.

—Veinti… A ver…

—Izan lo quiere en meses —dice Lydia—, porque, si no, se pierde.

Serena se ríe.

—Cinco meses y medio, más o menos.

—¡¿Cinco meses y medio?! —grito, y creo que me mira todo el local. Ahora que lo pienso, aquí es donde trabajaré dentro de unos días, así que lo peor que puedo hacer es empezar a hacer el ridículo.

—Sí. Hace poco empecé a notar el movimiento. Mi pololo se puso a llorar.

—Y tú también, no mientas —dice Lydia.

—Bueno, bueno… ¡Pero él más!

Todos se ríen. Al hacer un barrido con la mirada a los que se están riendo es que me doy cuenta de que Eric también ha venido. Y de que Anna lleva el pañuelo del color ese que está entre el verde y el azul, que es muy clarito… Turquesa, creo.

—¿Ya sabéis si es niño o niña? —digo casi en piloto automático, porque me ha dado la sensación de que todo el mundo esperaba que yo hablara, y me he puesto nervioso.

—¡Sí! Nos enteramos a principios de mes. Es niño, así que ya estamos tirando ideas para los nombres.

Minito regio, ¿no? —digo—. O minín.

Varios se ríen. Anna es la que más se ríe.

Cuando ya nos sentamos y charlamos un poco, Lydia da la orden al grupo de que empiecen a llegar los regalos.

—Bueno —dice Serena—. Yo no tengo ni idea de qué te gustaría, así que te voy a invitar a lo que quieras tomar hoy.

—Me gusta —digo.

—Me toca —dice Iris. Se levanta y me da un papel.

Lo leo en voz alta.

—Te regalo mi perdón sincero por no haber venido a mi cumpleaños y no haberme felicitado.

La miro con terror. Ella me mira con una sonrisa helada, pero muy simpática. Eric asiente con la cabeza como diciendo “ya te avisé…”, y el resto hacen diferentes sonidos y se toman el regalo de diferentes formas. Unos la aplauden, otros le dicen que se ha pasado, otros que da miedo… Cosas así.

—Me toca —dice Eric—. Mira, soy un desastre con los cupones del Diamond Glass, de esos de “te tomas diez y la siguiente es gratis”. He rebuscado y he encontrado varios casi terminados que todavía valen. Eso son varias consumiciones. Todos para ti.

—Maravilloso —digo.

—Como me he sentido cutre regalando solo eso, también te he traído una botella de un vino que creo que te gustará.

—Eso ya me cuadra más —añado.

Eric es más de este tipo de regalos. Al final me ha hecho dos. Quiere que me emborrache, ese es el mensaje.

—Yo estoy igual que Serena —dice Oliver—, pero te puedo dar un bono de masajes gratis en mi clínica. ¿Te parece bien?

—Me parece lo mejor que me podías dar —digo, y parece contento con mi respuesta. Se nota que estaba agobiado por no traer nada.

—Perdón, ¿puedo? —dice Julia, la camarera—. Yo también te he traído algo.

—¿En serio? —digo.

—Toma. Dos bolsitas de haba Tonka. Gratis, para ti.

Miro las bolsitas como si me hubiesen dado oro hecho especia.

—¡Muchísimas gracias!

—De nada, majo. ¡Felicidades!

—Bueno, me iba a dejar para el final —dice Lydia—, pero le concederé ese honor a Anna ya que es la que ha hecho la tarta.

—No podía ser de otra manera —dice Anna, con una sonrisa encantadora.

—¡Así que ahí va el mío! —grita Lydia.

Es una figura de un personaje anime. Sabe que estoy obsesionado con este personaje, y lo bueno de Lydia es que sabe qué figuras tengo y cuáles no, así que siempre acertará con este tipo de cosas. Decorará genial mi nueva casa.

Procedemos a comer la tarta. Antes de probarla, pregunto.

—¿De qué es…?

—Pruébala —dice Anna, nerviosa.

Por el olor ya lo puedo notar. Ha usado haba Tonka. También canela. No sé qué más. No es como los pastelitos, aunque tiene un aire. Es otro tipo de receta. Está casi igual de buena.

—¡Izan! ¿Estás llorando? —pregunta Serena.

—¿Qué? Ah, bueno… Es que está increíble.

—Joder, Izan, cómo lo vives —dice Eric.

Todos están muy animados. Anna está muy contenta. Después de unos minutos, cuando cada uno está un poco más a su aire, se acerca a mí.

—Te he comprado una tontería —dice.

Me da una cajita. La abro y hay una pulsera. Es elegante y bastante bonita. La pieza principal es un ala.

—Las alas de un pegaso —dice—. De pequeña decía que era mi símbolo. Quería regalarte algo que me simbolizase y que te pudieras poner. Espero que te guste.

—Es preciosa…

Me pongo la pulsera. Es cómoda.

Creo que volveré a llorar. No quiero que se burlen de mí.

Le doy un abrazo a Anna.

Como tradición, una cosa que se suele hacer es que el cumpleañero paga las bebidas. Como Serena me ha invitado a lo mío, me saldrá algo más barato.

Después de terminar el cumpleaños, Anna me acompaña hasta la puerta de casa. Nos despedimos con un abrazo muy largo.

Cuando Anna se va, entro en el portal y una persona me toca la espalda de repente. Me asusto, claro.

—¡Perdón! —dice. Es… Vaya. Es Abril.

—Ah… Hola.

—Perdón por no haber ido hoy.

Está mirando de reojo a Anna, que se aleja.

Está triste.

No me siento nada cómo con esto…

—No pasa nada. Lo entiendo. Pero no quiero que dejes de venir por mi culpa a planes así…

—Oye. Toma. Te lo compré después de lo del pueblo de Anna. Supongo que todavía te hará ilusión.

Me da un regalo. Lo abro y es… Una lámpara, muy manejable, con el símbolo de los Crimsons. Es un producto oficial.

—¿Esto es de…?

—Lo compré en Madrid. Es lo que hiciste tú por mi muñequera. Me pareció muy significativo hacerlo de la misma manera. Lo podía haber pedido por internet, pero tenía miedo de que se rompiera por el camino, y por eso fui yo misma.

Fue a Madrid… Lo hizo para hacer lo mismo que hice, y también para asegurarse de que el producto llegaba bien. Lo hizo cuando pensaba que teníamos posibilidades. Cuando me mandó aquel mensaje declarándose. Y yo… Yo soy un…

—Felicidades, Izan. Pásatelo muy bien mañana también —me da un abrazo, muy rápido, y se va corriendo.

—Graci…

Se ha ido.

Miro la lámpara.

Me da pena. Me siento mal. Me siento muy, muy mal…

Ver esto me hace recordar por qué empezó todo con Abril. Pero lo de Anna es…

¿Qué es más real? ¿Quiero más a Abril, que es con quien he estado teniendo toda esta historia de forma consciente? ¿Quiero más a Anna, con quien hay una historia reprimida en mi memoria y me hace sentir cosas increíbles? O, lo más sensato… ¿Debería aceptar que tengo que estar solo y que ninguna persona merece que la maree de esta manera?






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