Capítulo 46
Lydia y Estrella tienen una discusión
“Hoy es el día clave para entender qué hago con el tema de Estrella.
Aunque, conociéndome, igual pasa todo delante de mi cara y yo me quedo igual.”
Empiezo el día acompañando a Lydia desde la puerta de su casa y recriminándole lo pesada que ha estado diciéndole a todo el mundo que el martes me perdí. Ella se ríe un poco, pero sabiendo cuál es la predicción para hoy se la ve, sobre todo, asustada.
Una vez llegamos a la cafetería, vemos como Estrella está sentada en una mesa con Iris y Serena, tirándoles las cartas. Julia, la camarera, también está con ellas.
—Ha venido a por mí… —dice Lydia.
—¿Seguro?
—Que sí. Ella sabe que yo por las mañanas de los sábados estoy con este grupo. La hemos visto más de una vez por aquí, ¿no? Sabe que, si se queda con Iris y Serena, acabaré apareciendo.
—Sí, no te lo puedo negar…
—No me quiero acercar, Izan. Vámonos.
Yo detengo a Lydia poniendo mi brazo de barrera frente a su vientre.
—Hoy no podrás evitar a Estrella. La predicción lo dice claro.
—Oye, Izan… ¿Y si probamos a ir en contra de alguna predicción de tanto en tanto?
—Eso ya lo hemos intentado y nunca sale.
—Lo habrás intentado tú. Yo lo quiero intentar hoy. ¡O podemos engañar a la predicción! Adopto a una mascota, le pongo de nombre Estrella y me pongo a discutir con ella. ¿Qué te parece?
—Enfermizo. El tipo de idea que dura vigente como mucho cinco segundos y luego te preguntas “¿Por qué he dicho eso en voz alta?”
—Sí… Ya han pasado los cinco segundos y ya empieza a hacer afecto.
Oliver entra en la cafetería en ese momento y se encuentra con nosotros dos de pie frente a la puerta, y Estrella en nuestra mesa.
—Anda —dice él.
—Pues eso digo yo —añado.
—¿Por qué no vais a la mesa? —pregunta Oliver—. ¿Es porque está Estrella?
—Tú lo has dicho —le digo.
—¿Os cae mal?
Lydia mira para otro lado.
—Bueno, hay algunos problemas personales, sí —digo yo.
—Izan, yo me voy —dice Lydia.
—¡No, espera! —grito, y por lo visto lo hago más fuerte de lo que pensaba, porque Estrella y las demás se giran de golpe y nos ven—. Mierda…
Estrella se levanta al ver a Lydia y se acerca a ella poco a poco. Lydia la mira con expresión de terror.
—No te acerques… —murmura mientras Estrella camina en su dirección.
—Lydia. ¿Podemos hablar a solas?
—No.
—Es solo un momento. Por favor… —Estrella se acerca a ella un poco más y le tiende la mano.
—¡Que no! —Lydia la aparta de un manotazo. Toda la cafetería nos mira—. Y mucho menos a solas. ¿Cómo me voy a quedar a solas contigo? ¿No tienes memoria?
—No te voy a hacer nada, te lo prometo…
—Tus promesas valen muy poco. Es tu culpa, así que ahora no te hagas la víctima.
—¿No hay ninguna manera de que hablemos un momento? —pregunta Estrella, creo que desesperada.
Lydia se lo piensa un momento y me mira. Yo le hago una señal con los ojos para decirle que le diga que sí.
—Podemos hablar, pero no a solas. Quiero que Izan esté con nosotras.
Estrella me mira de reojo. Yo la saludo con la mano, supongo que con cara de imbécil.
—De acuerdo, Izan puede venir. Pensaba que no querría, porque el otro día salió corriendo al verme.
—Eso… —empiezo a decir— es que tenía prisa.
Lydia me mira con los ojos muy abiertos. Puedo entender qué me está diciendo con exactitud: ¡¿No me contaste eso?!
Los tres nos vamos a una zona apartada detrás del mercado, donde hay unos bancos en una plaza pequeña en la que no hay nada ni nadie. Antes de irnos, llegan Abril y Anna. No puedo detenerme a hablar con ellas por la situación. Maldita Estrella y maldito calendario…
—En realidad me viene bien que estéis los dos —dice Estrella—. Lydia… ¿Izan me huye porque le has contado nuestra historia?
Me quedo paralizado. El miedo se apodera de mí ya del todo. Lydia la mira enfadada.
—¿Tienes algún problema con que le cuente la verdad a mi mejor amigo? Yo no le he contado nada que no sea cien por cien real. ¿O me vas a venir con que también tiene que escuchar tu versión? Porque hay cierta frase que no puedes negar que dijiste, salvo que sepas con seguridad que estás mintiendo.
—No puedo negar nada de lo que dije, eso es verdad —dice Estrella con su serenidad habitual—. Seguro que lo que le has contado es verdad. Una verdad de hace siete años y sin entender todo lo que había detrás, pero verdad, al fin y al cabo.
—Claro, debes de haber cambiado muchísimo en ese tiempo —contesta Lydia—, pero es que, ¿sabes lo que pasa? Que no me apetece nada comprobarlo. Hay gente que merece segundas oportunidades y gente que no. ¿Cuál crees que eres tú?
—Entiendo… Vale, ahora me gustaría preguntarle una cosa a Izan en privado —dice Estrella, y yo me vuelvo a paralizar.
—¿Ya me puedo ir? —dice Lydia.
—No, por favor. Pero le quiero hacer una pregunta rápida a Izan.
—Dispara —le digo, preguntándome por qué me reservo las respuestas más penosas solo para cuando me habla Estrella. Ella se me acerca, apartándome un poco, y me susurra.
—¿Lydia sabe lo del calendario?
—Sí —contesto sin detenerme a pensar si la acabo de cagar monumentalmente al revelar eso.
Estrella se retira de mi lado y vuelve a hablar con Lydia.
—De acuerdo. Le he preguntado a Izan si tú conocías lo de sus cosas extrañas con un calendario misterioso del que todavía no me ha contado casi nada. Lo he hecho en privado para asegurarme de que no estaba revelando un secreto personal para Izan.
—Qué buena eres… —dice Lydia con cara de puro desprecio y cinismo.
—Lo que te quería decir es que tú tienes derecho a huir de mí. Pero, por favor, no hagas que Izan quiera evitarme. Necesito hablar con él de su calendario. Hay cosas importantes que tenemos que tratar.
La miro con los ojos muy abiertos. ¿Tan importante es que hablemos del calendario? Yo se lo quería contar para ver si me podía ayudar, pero ella tiene también algo en mente. Ahora tengo claro que, si se lo cuento, o bien será una grandísima ayuda, o bien me utilizará para algún fin malvado.
—Yo solo le conté a Izan el tipo de persona que eres.
—¡Que era! —responde Estrella, alterándose por primera vez en la conversación—. Perdón. Que era… Hace tiempo. Ya no. Ya no soy así. Nunca más seré así…
—Lo tienes dentro, Neus, no se cambia del todo en tan poco tiempo.
¿Neus? Ah, es verdad, Estrella no me quiso decir si ese nombre era real o no. Ya veo que no.
—No ha pasado tan poco tiempo. Han sido casi siete años. Y empecé a cambiar cuando te perdí.
—¿Siete ya? —dice Lydia—. Pues yo lo tengo presente como si hubiese sido hace nada. ¡Tengo grabadas a fuego todas tus amenazas!
—¡Y lo siento! —contesta Estrella, cada vez más alterada—. Ya sé que no me merezco que vuelvas a hablar conmigo. Pero dame la oportunidad de que pueda hablar con Izan sin que se piense que le haré nada malo. ¿Por qué tiene que afectarle a él?
—¿Y para qué quieres acercarte a Izan y a su calendario? ¿Es que la magia de ese calendario ha sido cosa tuya o de algún amigo brujo?
—Yo no tengo nada que ver… Yo no sé nada del calendario. De hecho, Izan no me ha contado casi nada todavía. Lo único que sé es que pudo predecir una cosa que yo haría y que usó ese calendario para tal fin. También sé que Izan, como persona, tiene una energía extraña. Es todo lo que sé de Izan. Si él y yo hablamos como es debido, seguro que podremos ayudarnos a saber mucho más sobre esto.
—Izan puede hacer lo que le de la gana —contesta Lydia—. Pero si le haces algo o si le pasa algo malo por tu culpa, te aseguro que me darán igual tus magias y tus amenazas. Me encargaré de que pagues multiplicado por mil.
Estrella cierra los ojos e intenta serenarse. Luego me mira a mí.
—¿Podemos quedar el martes que viene? —me pregunta.
Y aquí es donde tengo un conflicto. La predicción de los dos siguientes martes me parece incompatible con todo, ya que el martes que viene pone que Lydia se autoinvita. ¿Cómo voy a quedar con Estrella si estaré con Lydia? Y el martes siguiente es el día en que Estrella, en principio, desaparece. Le puedo decir de quedar ese día, sabiendo que no podrá ser porque ha desaparecido. Pero si hago eso, será una garantía de que no tendré la posibilidad de hablar con Estrella en ningún momento. Si luego desaparece y no la vuelvo a ver, perderé esta oportunidad de saber mucho más del calendario. Aunque tampoco sé si de verdad quiero hablar con ella. ¿Qué hago?
—¿Te lo puedo confirmar en otro momento? Tengo tu contacto.
—De acuerdo… Esperaré tu mensaje, entonces.
—¿Me puedo ir ya? —pregunta Lydia.
—Lydia… Sé que sonará egoísta, pero… Me gustaría tomar algo contigo y hablarlo con más calma. Pero sin estar tan cerrada. Escuchándome, mirando dentro de mí. Sé que si te abres verás que…
—No me da la gana. No tienes ese derecho. ¡Déjame en paz!
Con ese último grito, Estrella cierra mucho los ojos y aprieta los labios. Luego mira con determinación a Lydia.
—Si estás tan cerrada, no podrás ver lo que hay a tu alrededor. Serás infeliz siempre.
—¿Perdona? —contesta Lydia abriendo mucho los ojos. Yo ni me atrevo a meter baza, la verdad—. ¿Te preocupa que sea infeliz? ¿Te preocupa que sea desconfiada? Podrías haberte preocupado por eso cuando tocaba, ¿no?
—El pasado te pesa demasiado. No eres capaz de ver lo que tienes a tu alrededor. No puedes mirar a los ojos de una persona y ver su verdad. Siento mucho si eres así por mi culpa, por eso si quedamos, me gustaría ayudarte a…
—¡Que no! Qué pesada eres, Neus. No pienso quedar contigo. No quiero volver a hablar contigo. ¿Lo has entendido ya? ¡¿Puedo irme ya?! ¡¿Me puedes dejar en paz ya?!
Estrella se tapa los oídos mientras escucha los últimos gritos y se agacha un poco con los ojos cerrados. No puede soportar la situación. Mi impulso es hacer algún gesto para preguntarle si está bien, pero siento que, si lo hago, traicionaría a Lydia. Me quedo todo lo quieto que puedo. Estrella abre de nuevo los ojos y empieza a caminar. Se marcha sin despedirse. Se acabó la discusión.
Lydia y yo nos quedamos solos y callados durante unos segundos. Al final, soy yo el primero en hablar.
—Cuando podamos pensar mejor en lo que ha pasado, miraremos qué hacer. Ahora lo mejor será que respiremos hondo y, cuando estemos mejor, volvamos con los demás.
—Vete tú —dice Lydia—. Yo me voy para casa. Tú tienes que disfrutar del resto de la mañana con Abril y los demás.
—¿Quieres que te acompañe?
—No. Total, hoy no me pasará nada. El martes estaré en tu casa, autoinvitándome.
—Sí…
—Pero acuérdate, Izan. Si el miércoles que viene soy yo la que se muere… Ha sido Estrella. Tenlo muy claro.
Yo no contesto a eso. No puedo contestar a eso. No consigo creérmelo, pero Lydia no lo quiere escuchar.
Se vuelve para su casa y yo voy a paso lento con los demás del mercado. Recordar que la muerte es el miércoles que viene hace que note que está mucho más cerca de lo que pensaba. Empiezo a comerme la cabeza con la peor predicción de los dos meses y también con qué hacer con Estrella.
Lo mejor que puedo hacer es esperar a ver quién muere y confirmar si Estrella ha podido tener algo que ver o no. Si Estrella no ha hecho nada malo, el momento para hablar con ella será entre el jueves que viene, después de la muerte dolorosa, y el lunes siguiente… El día antes de la desaparición de Estrella.

Comments