Capítulo 45
Tres personas, dos sombreros y una copa
“Y a lo mejor me creo gracioso o profundo apuntando estas cosas.
De verdad, ¿qué es esto?”
Mi única opción es que sea algo de la obra de teatro. En el título y la sinopsis no sale ninguno de esos elementos, pero quién sabe.
Después de un complicado día de trabajo, vuelvo a casa y me pongo guapo para la ocasión. Por lo menos, dentro de mis posibilidades.
Abril me manda un mensaje diciendo que vendrá ella a la puerta de mi casa. Me parece raro, porque el teatro queda más cerca de su casa que de la mía, pero así pasaré más rato con ella.
Bajo cinco minutos antes de la hora. Ella ya estaba ahí esperando. Me abraza para saludarme.
—¿Por qué has venido tú hasta aquí? El teatro te queda más cerca.
—Bueno, es que Lydia me ha hablado esta mañana.
—No por favor…
—Me ha dicho que te ponga la mano en el hombro con compasión y que te diga mirándote a los ojos lo siguiente: Izan, no permitiremos que te pierdas.
—Oye, en serio, cuando la vea, mi venganza será terrible.
Abril se ríe y a mí se me pasa cualquier atisbo de cabreo al verlo. Todavía me encuentro mejor cuando me coge del brazo y me dice “¿vamos?”, con la voz más dulce que le he escuchado a nadie jamás.
El paseo al teatro ya ha hecho que este se convierta en uno de los mejores días de todo el mes. Charlamos de todo, cada vez con más complicidad. Hoy tengo más claro que esto es una cita, pero no soy capaz de saber si Abril me ve solo como a un amigo o si también cree que podría ser algo más. Y no me atrevo a preguntárselo, porque lo que más me aterra es que perdamos lo que tenemos ahora.
Al llegar al teatro nos encontramos con algunas caras conocidas. Por un lado, mi profesor Rafael ha venido. Está con sus gafas de cerca mirando con atención el panfleto de la obra.
—¡Hombre, Izan Robles!
—¡Profesor! Te han avisado Alex o su hermana, ¿verdad?
—Sí, los dos. Alicia me parece una chica muy capaz y con mucho talento. Me gusta ver que está en el mundillo de la cultura.
El profesor me hace una señal con los ojos para que le presente a mi acompañante.
—¡Ah! Esta es Abril, una amiga —me giro hacia Abril—. Este es mi profesor Rafael.
El profesor la saluda con un gesto reverencial y elegante, y Abril lo imita con una sonrisa adorable.
—Ya no soy tu profesor desde hace años. Ahora soy tu vecino —el profesor mira a Abril—. Oye, muy buen vecino el chico, a veces me da su comida si cocina de más, y es mi compañero de los cotilleos de la escalera.
Abril ríe.
—Sí, Izan es muy bueno —responde ella y le enseña la muñequera de los Crimsons—. ¿Sabe que movió cielo y tierra para conseguir esto a tiempo para el día de mi cumpleaños?
—¡Pero bueno! —exclama mi profesor, y me mira—. Robles, eres un chico que vale oro —Rafael se mira el reloj—. Bueno, jóvenes, es hora de ir entrando. Que lo paséis bien con la obra.
El profesor me da la mano, le hace el gesto reverencial a Abril otra vez y, justo antes de perder el contacto visual, me guiña el ojo, creo que de manera cómplice, como diciéndome que hago buena pareja con Abril o que sabe que me gusta o algo así. Ya le preguntaré.
Cuando tomamos asiento en la sala del escenario, vemos que a lo lejos están ahí sentados Oliver y Anna, que también han venido.
—¡Mira! —le digo a Abril—. ¿Han venido juntos?
—¿También conocerán a alguien de la obra? —se pregunta Abril.
—¿Por qué habrán venido los dos juntos? ¿Estarán saliendo?
Al decir eso, me doy cuenta de lo que implica indirectamente decir esa frase. Abril me está mirando con una sonrisa que me parece casi condescendiente, pero nada hostil.
—¿Si vienen los dos solos es que están saliendo?
—Eh… ¡No! Bueno, puede ser como nosotros, ¿no? O, no sé, porque… —mi cabeza ha colapsado. Mi esperanza es que Abril tome las riendas de la conversación, que alguien nos interrumpa o que apaguen las luces y empiece la obra. Como no pasa nada de eso durante unos segundos, lo único que hago es el ridículo, hasta que Abril se apiada de mí y se ríe para que me relaje.
—No pasa nada. El que nos vea a nosotros también pensará que es una cita. Y, bueno, ¿por qué no? Seguro que tu profesor ha pensado lo mismo.
Al decir eso, las luces se apagan, y yo me quedo con cara de idiota.
La obra empieza. Al principio me cuesta poner atención porque no paro de pensar en lo que ha dicho Abril. Luego la obra empieza a llamar mi atención por méritos propios.
La puesta en escena y los recursos son algo pedantes en unas ocasiones, y demasiado ingenuos por otro, pero hay toques que están muy bien traídos, en especial por la música.
La historia trata de cuatro personas que son invitadas a una casa por motivos de una herencia. El anfitrión es uno de los cuatro, pero se ha camuflado entre los invitados. El que consiga la herencia tiene que ser el que demuestre mejor paladar. Es una historia un poco extraña al principio, pero conforme ves los motivos del anfitrión, gana algo de fuerza e incluso engancha.
Una de las mejores escenas es la que da forma a la predicción de hoy. Los personajes cantan una canción mientras deciden quién será el ganador del juego. Ya saben quién es el anfitrión, y los otros tres deben conseguir la copa, que es lo que los llevará a la herencia. Hay dos sombreros y deben decidir si se los ponen o no, por lo que uno se quedará sin sombrero. No saben si el que se queda sin sombrero gana o pierde, y debaten mientras cantan consigo mismos sobre las pistas a lo largo de las anteriores pruebas.
Después del primer estribillo, el que se queda sin sombrero pierde, y los dos que tienen el sombrero deben buscar una copa con un vino específico, y ese será el ganador.
El estribillo repetía una y otra vez “Tres personas, dos sombreros y una copa”. Pegadiza como ella sola.
La obra muy bien, la experiencia con Abril genial, pero… Sigue pasando lo mismo. No, hoy es muchísimo peor. El olor que aparece de tanto en tanto los días que paso un momento especial con Abril ha vuelto, pero las otras veces solo indicaba que algo no estaba en su lugar. Hoy, en cambio, me hace sentir un dolor punzante e insoportable. Una sensación de tristeza y de impotencia que contrasta con lo bien que estoy al pasar un día así con Abril.
Soy incapaz de darle una forma racional a este olor y a este sentimiento.
Cuando la obra termina, me acerco a saludar a Alicia, la hermana de Alex. Después de eso, busco con la mirada a Oliver, Anna o al profesor, pero ya se han ido todos. Abril y yo volvemos a casa dando un rodeo y comentando la obra. El estribillo de Tres personas, dos sombreros y una copa aparece de tanto en tanto en la conversación. Es pegadiza, la verdad.
El paseo termina en la puerta de su casa. Se despide dándome un beso largo en la mejilla y diciéndome “hasta mañana”. Eso me hace feliz, porque no recordaba que mañana es sábado y la volveré a ver en el mercado.
Ha sido un buen día. El sentimiento que he tenido con el olor ha sido amargo, pese a que es un olor dulce y agradable, pero puede ser cualquier cruce de cables del cerebro sin ningún sentido. Todo ha ido genial y mañana la veo otra vez, aunque no será lo más destacado del día, por desgracia. Mañana es la discusión entre Lydia y Estrella. Tengo que pegarme a Lydia para garantizar que no me la pierdo. Pero bueno, eso es problema del Izan de mañana, ¿no?
El resto del camino me lo paso tarareando alegremente.
—Tres personas, dos sombreros y una copa…
Tengo que preguntarle a la hermana de Alex si tiene una grabación de la canción o algo.
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