Capítulo 53
Abril me consuela
“El consuelo que me da solo con leer esto ya sería suficiente.”
Lo primero a destacar en el mercado es que Lydia y yo nos las apañamos para apartar a Iris e interrogarla sobre lo de Eric. Ella no se altera lo más mínimo y nos contesta siempre con sus sonrisas más tranquilas.
—¡Mírala la Iris! ¡Parecía tonta cuando nos la encontramos! —dice Lydia mientras le da codazos.
—Si no quieres soltar prenda, tendré que secuestrar a Eric y obligarle a que me lo cuente él mismo, aunque sea por el camino de la fuerza bruta —digo yo crujiendo los nudillos e imitando una especie de tono mafioso, o eso creo.
—Ya os he dicho que no es nada importante —nos contesta Iris, todavía con su sonrisa—. Me gusta quedar con él, pero no ha pasado nada de lo que estáis diciendo.
—Ya… —dice Lydia, y luego me mira—. Otra igual. Esto es una epidemia.
Al decirme eso, miro inconscientemente a Abril.
Seguimos caminando por el mercado y, al rato, Abril se acerca a mí.
—Izan, voy a ser directa.
Yo me quedo paralizado, así que ella sigue hablando.
—¿Esta tarde prefieres estar solo o distraerte con alguien?
—¿Qué? —tardo en procesar, a mi ritmo—. Ah, Lydia te habrá contado lo de mi profesor, ¿no?
—Sí… Lo siento muchísimo, Izan. Por eso necesito saber si prefieres estar solo o no, porque si es que no, y si te va bien, me ofrezco a pasar contigo toda la tarde.
Solo con esto ya me ha consolado. Es el poder de esta chica. Es increíble.
—Si es contigo, claro que quiero estar acompañado… —le digo, sin preocuparme por como suene eso.
Ella sonríe. Creo que le ha gustado mi respuesta.
—Hoy vamos a hacer un plan doble. Tu estilo y mi estilo. La mitad de la tarde la pasaremos jugando a baloncesto y la otra en casa jugando a algo o viendo alguna serie. ¿Cómo lo ves?
—Perfección… —digo con los ojos muy abiertos pero la boca pequeña.
La tarde es tal y como Abril promete. Jugamos a baloncesto en la misma pista donde jugamos hace mes y medio ya, esta vez ella y yo solos. Dice que me está entrenando por el honor de los Crimsons. Lleva mi muñequera puesta, y eso me hace sonreír sin control alguno sobre la cara que estoy poniendo.
Después de la primera media hora ya estoy para el arrastre, pero saco fuerzas de la nada para jugar un poco más. Quitando que no puedo respirar, todo lo demás me está haciendo mucho bien.
Al terminar de jugar, nos vamos a mi casa. Le digo que se duche ella primero mientras yo me siento a recuperar mi movilidad.
—¿Seguro que podrás mantenerte en pie cuando te duches? —me pregunta.
—Lo sabremos en breves… —digo, mirando al suelo.
—Si me necesitas puedo sostenerte mientras te duchas.
Esa frase no debe de haberme llegado bien al cerebro. He colapsado. Solo la miro, confuso.
—¡Es broma! —me dice, ignorando que pudo haberme dado un infarto por esto—. Aunque, bueno, si lo necesitas mucho, lo podemos estudiar.
Siento que mi yo habitual tendría problemas para procesar cuánto hay de broma en eso, pero el yo de ahora lo tiene incluso peor. No doy para más.
Al final me ducho yo solo y sin caerme. Lo primero era de esperar, y para lo segundo, suspiro de alivio.
Después me siento con Abril en el sofá. Ella intenta darme fuerzas con su actitud enérgica.
—¡Va! ¿A qué jugamos? ¿Qué vemos?
Sin embargo, no puedo contestar. Estoy distraído recordando la última vez que vi al profesor. Ese día, además, Abril estaba conmigo.
—Izan… ¿Quieres hablar del tema? ¿Qué estás pensando ahora?
—Estaba pensando que la última vez que vi a mi profesor. Que tú estabas conmigo.
—¿La última vez? ¡Ah! En el teatro… Esa fue la última entonces…
—Sí. Me acuerdo que pensé que luego tenía que contarle cosas —lo que no le quiero contar a Abril es que esas cosas tenían que ver con ella, con cómo nos veía el profesor y qué pensaba cuando me guiñó el ojo—. También me imaginé comentando la obra con él, y luego explicándole a mi amigo Alex qué dijo el profesor sobre el trabajo de su hermana.
—Si esa fue la última vez, puedes decir que fue algo bonito.
—¿Encontrarlo en la puerta del teatro?
—Lo que te dijo. Mucha gente pierde a sus seres queridos sin recordar cuándo fue la última vez que se vieron o cuáles fueron sus últimas palabras para ellos. Pero tú sí tienes ese privilegio.
—Ah… ¿Sí? —en realidad no me acuerdo bien de lo que me dijo porque estaba tan nervioso con que estuviera evaluando mi relación con Abril, que mi cabeza funcionaba a medias.
—Tranquilo, que yo tengo buena memoria. Mira —Abril saca la muñequera de la bolsa de la ropa sudada—. Yo le enseñé esta flamante muñequera a tu profesor y le dije lo que habías hecho para conseguirla a tiempo. Él quedó impresionado y entonces se giró hacia ti. ¿Recuerdas lo que te dijo?
—Sí… Es verdad, eso pasó… —empiezo a recordar esa escena, pero todavía no logro formar la frase completa. Es Abril quien finalmente me la dice, citando al profesor.
—Robles, eres un chico que vale oro —Abril hace una pausa y me acaricia la mejilla—. Esas fueron las últimas palabras que te dedicó tu profesor.
Con una sonrisa, veo que Abril me está tocando un poco por debajo del ojo. No me he dado cuenta hasta ahora, pero estoy llorando, y ella me está secando las lágrimas.
—Perdón… —digo, secándomelas yo mismo.
—¿Perdón? ¿Por qué?
—No quería llorar.
—¿Pero de qué hablas, tonto? ¿Cómo vas a pedir perdón por eso?
—No sé…
Abril me abraza y mi cara queda enterrada frente a su hombro.
—Llora todo lo que quieras. Es mucho mejor llorar cuando alguien que te quiere está a tu lado, que llorar a solas. Aprovecha este momento.
Pasamos los siguientes minutos abrazados. He llorado todo lo que necesitaba y Abril me ha consolado. Su voz me calma, y su forma de abrazarme también. Esperaba que viniese el misterioso olor a ensombrecer lo bonito del momento, pero no. El olor que me hace sentir que estoy haciendo algo mal, hoy no aparece. Hoy, está todo en su sitio.
El resto de la tarde lo pasamos jugando a los videojuegos y viendo la serie que acordamos días atrás.
Cuando llega la hora de irse, Abril vuelve a decir algo que me hace feliz.
—¿Quieres que repitamos este plan el sábado que viene? Tenemos partidas y series empezadas, tendré que venir de tanto en tanto.
Yo pienso en la predicción del calendario. La del sábado que viene es que paso uno de mis mejores días.
—Sí, por favor.
—Hecho —me acerca su puño para que lo choquemos y luego me da un abrazo y un beso en la mejilla, largo.
Cuando se va, noto la casa vacía.
Me lo he pasado muy bien, he podido estar mucho con ella, no ha habido ningún olor raro que me haga sentir mal y, además, me ha recordado las últimas palabras que me dedicó mi profesor. Soy un chico que vale oro…
Por la noche hago la cena y, sin querer, hago más cantidad de la cuenta. Por acto reflejo, saco el recipiente donde suelo guardar lo que ha sobrado para dárselo a mi profesor. La tristeza me dura unos segundos, pero tanto mi profesor como Abril me han dado ánimos hoy. Mi ánimo no puede decaer tanto solo por esto. Soy fuerte. Valgo oro.
Determinado a hacer lo que tengo que hacer, que es seguir hacia delante, miro el calendario para recordar cuál es el siguiente paso a seguir. Mañana pone que investigo todo el día. Si no tiene nada que ver con la muerte, entonces tiene que ser otro tema importante, y yo me imagino cuál es.
Repaso la predicción del martes. Estrella desaparecerá. Mi última oportunidad para hablar con ella es mañana o pasado.
Le mando un mensaje y no tarda en contestar.
[Izan. 21:03]
¿Mañana o pasado puedes quedar?
[Estrella. 21:09]
Hola Izan.
Sí, mañana puedo quedar por la mañana.
Dime hora y lugar.
Gracias por ponerte en contacto conmigo.
Mañana toca investigar qué pasa con Estrella y qué pasa con este maldito calendario.
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