Capítulo 270
Oliver sigue confiando en mí
“Eso siempre es algo bueno, ¿no? Para variar un poco.”
Todavía no me acostumbro a ver a todo el grupo quedar por las mañanas en la cafetería, mientras yo trabajo y les sirvo lo que me piden. Sí, todavía siguen exigiendo al local que su camarero en exclusiva sea yo, y mis compañeras de trabajo se lo toman a risa.
Estoy esperando la oportunidad para hablar con Oliver y ver cómo se cumple la predicción de hoy, pero la que pasa por mi lado es Abril, para ir al baño.
No me atrevo a hablar con ella. Todavía no le he explicado por qué esperaba la pelea entre Enzo y Saúl… ¿Cómo explico eso?
Mientras estoy barriendo, me habla por detrás.
—¿Qué tal?
—Ah…—me giro—. Hola. ¿He hecho bien el café?
Por favor. ¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Cómo puedo dar tantísima pena cuando me pongo nervioso?
—Estaba bien. ¿Tú estás bien? —pregunta. Está seria. Siempre está seria, desde principios de septiembre… Por mi culpa.
—Sí, sí…
—¿Nada que contarme?
—Pues, ahora no sé, estoy aquí con la escoba y…
Por favor, que alguien me calle.
—Claro. No te preocupes.
Abril empieza a volver a su mesa, pero se detiene un momento. Yo me quedo quieto, también. Espero a ver qué hace.
Se da la vuelta hacia mí y me da un abrazo. Es un abrazo triste, con poca fuerza y con la cabeza agachada.
No me dice nada más. Vuelve a su sitio sin volverme a mirar.
Sea lo que sea que signifique el abrazo… Yo tengo que hablar con ella en algún momento. No puedo dejar que la situación siga siendo así.
Cuando llega la hora de recoger, Julia me dice que alguien me está esperando en la salida. Tengo la esperanza de que sea Abril. Sigo sin saber qué decirle, pero empiezo a ver urgente lo de hablar con ella.
Claro que, para pensar que Abril me estaría esperando, era imprescindible olvidarme de la predicción. Es Oliver el que me está esperando.
—¡Hola de nuevo! —dice.
—¿Qué haces aquí todavía? ¿No vuelves a casa?
—He tenido que volver para unos recados y he pensado en esperarte.
—Ah, pues… Genial. ¿Cómo te va todo?
—¡Izan! —grita, así, de repente—. El otro día te dije algo un poco feo.
—¿A qué te refieres?
Pobre. Con todo lo que me pasa, lo que sea que me dijera es una mota de polvo… Pero, para él, seguro que ha sido un mundo.
—Lo de que no confío en nadie. Y te incluí. Me sentí fatal.
—¿Qué dices? Yo sé que no era nada personal. Estás cauto con el mundo, y no voy a pedir un trato de favor.
—¡Es que sí que puedes pedir un trato de favor!
—¿Qué dices?
—Izan… Este año ha sido difícil para mi familia. Para mí, para mi hermana… Para mi madre. Y yo, para darme cuenta de que tengo cosas buenas en la vida… Bueno, mi psicóloga me recomienda que apunte en un cuaderno cómo me siento y qué personas me inspiran. Que relacione qué personas me hacen sentir mejor y qué personas me hacen sentir peor, para que sepa lo que quiero y lo que no quiero en mi vida. También apunto si alguien me inspira, o si acudo a esa persona en mi cabeza cuando estoy mal y quiero consejo. Puedo ver la progresión para saber si he mejorado o empeorado en algunas cosas a lo largo del tiempo, también.
Vaya. Me ha sorprendido eso. Y me ha gustado. A mí me encantan ese tipo de cosas… Pero, el mejor ejemplo que le podría enseñar ahora es mi cuenta privada de Twitter (bueno, llámalo X), donde escribo cómo me siento cada día desde que tengo el calendario. Una pena no poder compartir eso… Pero lo entiendo. Lo entiendo muy bien.
—Es algo genial, Oliver. De verdad.
—¿Lo dices en serio?
—Sí. Me gusta mucho llevar el control del año de alguna forma, ver cómo evolucionamos, qué es importante y qué no… Admiro que hagas eso día a día.
—Gracias… ¡Pues eso es lo que te quería decir! Que, gracias a eso, me doy cuenta de que acudo mucho a ti, y de que relaciono lo positivo contigo. Si tengo que confiar en alguien, es en ti. Ya sabes que confío en poca gente… En Anna, en mi psicóloga… Con el resto del grupo me llevo bien, pero no somos tan cercanos. Con Iris, tal vez, pero no nos hemos contado muchas confidencias. Siento que soy muy torpe socializando… Y creo que a ti te pasaba lo mismo. Pero te he observado. Sé que has mejorado mucho en eso, y que estás perdiendo el miedo.
—¿De verdad me ves así…?
—Sí. Por todo eso, quiero que sepas que sí que confío en ti. Es que, si no confío en alguien que siempre me ha querido ayudar, escuchar, y que me reunió con mi padre… Si no puedo confiar en alguien así, ya no podría remontar.
—Gracias. Pero… ¿No podrías remontar?
—Sí. Deja que un día te cuente algunas cosas sobre mi familia, Izan… Deja que comparta contigo algunas cosas, ¿vale?
—Ah… ¡Claro! Cuando tú quieras, Oliver. Yo te quiero ayudar en lo que haga falta.
¿Será una perspectiva distinta de todos los asuntos turbios de la familia Santalla Sallares? Eso puede ser digno de escuchar…
—Muchísimas gracias, de verdad, Izan. Y… ¡Perdón otra vez!
—¡Deja de disculparte, por favor!
Los dos nos reímos. Poco después, una vez le aclaro que no importa si no lo quiere contar hoy, nos despedimos. Ha sido una bonita charla. Un pequeño tanque de oxígeno en mitad de una semana en la que el miedo cada vez se vuelve más intenso… Por los puntos suspensivos de mañana.

Yorumlar