Capítulo 60
Paso uno de mis mejores días
“Parece que terminaremos bien el mes… Menos mal.”
Hoy es día de mercado, y por lo visto hay un evento especial muy cerca de donde vamos siempre. Anna nos ha dicho a todos que, en lugar de quedar donde siempre, tenemos que ir a la feria del bizcocho que se celebra hoy en nuestra ciudad, y que nadie conocía salvo ella. Por lo visto, en uno de los puestos, servirán algunos bizcochos hechos por la propia Anna.
Al llegar al lugar, veo que estamos todos los de siempre del mercado, y una persona más que no nos esperábamos. Lydia y yo señalamos con el dedo al nuevo miembro del grupo y exclamamos a la vez.
—¡Eric!
—¿Qué tal chicos? ¿Cómo vosotros por aquí?
—Izan, sabes lo que está pasando, ¿verdad? —me dice Lydia.
—Sí, que Eric es un cabrón de cuidado.
—Exacto. Ayer quedamos con él, y no nos dijo nada. Y sabe que vamos a reaccionar así, y él lo disfruta. Mira, mira Iris como sonríe —me dice señalándola.
—Sí. Bueno, es su expresión habitual, pero sí, está sonriendo.
—¡No! No es la habitual, Izan. Fíjate bien. Su expresión habitual es más relajada, como si nos dijera siempre “qué majos sois, chicos, especialmente Lydia”. Pero en su lugar, ha subido un poco más las comisuras y entrecerrado un poco más los ojos, como diciendo “debéis estar haciéndoos muchas preguntas, chicos, especialmente Lydia”. Lo disfruta, Izan, hazme caso. Ella lo disfruta. ¡Es su cómplice! Son pérfidos los dos…
—Van a jugar con la ambigüedad de si son pareja o no durante todo el día para, al final, no dar ninguna respuesta, ¿verdad? —digo.
—Exacto… —dice Lydia mirando fatal a la pareja de schrödinger.
—¿Todo bien, compañeros? —pregunta Eric con una sonrisa.
—¡Todo bien! —dice Lydia—. Vamos a pasarlo bien en la feria del bizcocho y a desear que no te atragantes de manera dramática con ninguno de sus productos.
Eric solo mira a Lydia con una sonrisa tranquila. Casi parece que imite a Iris. Lo están disfrutando.
Pese a esta especie de pique entre la parejita y nosotros, debo decir que la presencia de Eric en este grupo resulta ser más positiva de lo esperado. Puedo ver a otro de mis mejores amigos en un ambiente más relajado que en el trabajo, y se está adaptando bien al grupo. Pese a lo serio que parece muchas veces, sabe hacer reír a los demás y sabe divertirse.
Por otro lado, como era de esperar, paso la mayor parte del tiempo con Abril. La mañana, de todos modos, no es feliz solo por estar con ella. Hoy noto el ambiente más feliz, en general. Por lo visto, hacía falta cambiar un poco la rutina del mercado. A algunos nos viene muy bien esa rutina, nos ancla, nos proporciona una cierta cordura… Pero entiendo que no todos lo necesitarán igual, y que no todos serán como yo. Anna, por ejemplo, es de las que más necesitaban un plan así. Siempre se muestra como una persona alegre y con mucha energía, pero hoy la veo más feliz que nunca. La repostería es su sueño, y que todos lo pasemos bien parece también una necesidad para ella. Que eso sea lo que está ocurriendo en una feria donde han expuesto sus productos debe de ser el cielo.
Más de una vez he pensado que me gustaría llevarme mejor con Anna. Ella tiene una fuente inagotable de energía, o eso parece desde fuera. Para según qué momentos, puede venir genial para mover y motivar a alguien tan encorvado y desganado como yo. Por suerte, Abril cumple también con esa capacidad, y lo hace respetando un poco más mi espacio. No creo que encuentre a nadie mejor para mí.
Mi cara de estúpido enamorado debe de ser muy visible para Lydia porque, para el final de la mañana, se me acerca para tener una de nuestras charlas de gritos susurrados.
—Oye, Izan. ¿Cuándo avanzará lo vuestro?
—¿Qué? ¡No lo sé, no me presiones!
—¿Cómo que no? —casi se deja la garganta ahogando ese grito susurrado—. Llevas dos meses enamorado de esa chica, y ella te sigue el juego cada vez más. ¿No habría que ver hasta dónde podéis llegar o qué te pasa?
—¡Me da miedo! ¿Vale? No quiero romper lo que tenemos ahora.
—No me digas que lo que pasa es que te da miedo porque no tienes un calendario que te diga cómo irá la cosa el mes que viene.
—¡Puede! ¡No mires dentro de mi cabeza!
—Vale —eso ya lo ha dicho con voz normal, aunque bajita todavía—. Esperaremos a las predicciones de mayo para que te quedes tranquilo, y si no dice nada raro como para cambiar de idea… En mayo te declaras. ¿Estamos?
—Definitivamente te llevarías muy bien con Flora… —digo con los brazos caídos y la cabeza agachada.
Al acabar la mañana, me voy despidiendo de todos. Eric e Iris se van juntos, seguramente para continuar jugando con nuestras cabezas. Serena es la siguiente, aunque hoy ha hablado poco. ¿Le pasará algo? ¿Tendrá que ver con el mino regio que me dijo el otro día? Después se van Oliver y Anna y, finalmente, Lydia, que me hace señas con la mirada para que recuerde nuestra conversación. Abril y yo nos quedamos a solas.
—Cien montaditos —dice.
—¿Qué?
—Que me apetece comer ahí. ¿Te apetece? Lo acabo de pensar ahora mismo. Yo voy a comer ahí. ¿Tú vienes conmigo?
—¡Pues claro! —ahí, que no se me note la desesperación.
Comemos, paseamos, vamos a mi casa, vemos series, jugamos… He visto a parejas que hacen menos cosas juntos. Lydia tiene razón, me tengo que declarar. Y puede que ella quiera eso también.
Por la noche también cenamos juntos, pero en mi casa. Para beber sacamos un vino que no me acuerdo ni de por qué lo tengo. Abril me confiesa, después de más de una copa, que a ella le sube enseguida, y que su perfil de persona borracha, según sus amigos, es la de alguien que hace toda clase de preguntas raras. Creo que si me pregunta si siento algo por ella, no sería raro precisamente.
—Izan… Atiende a esta pregunta —me dice, buscando mi mano—. Si tuvieras que poner una canción que sea el ambiente perfecto para nosotros ahora mismo, ¿cuál sería?
—Pues tienes razón… Es una pregunta muy rara. Tendría que pensar, porque será por canciones…
—¡No! No pienses. Piensas demasiado. Eres un ser pensante, Izan. Te dejas llevar muy poco. Por intuición tiene que ser. Pones el Youtube, lo conectas a los altavoces esos guapos que tienes en el salón y pones la canción que te nazca del corazón. Si lo piensas más de cinco segundos, has perdido.
Corro hacia el móvil para poner el nombre de la canción. Hasta el último instante no sé cuál será. Una canción suena en mi cabeza, así que pongo el nombre y la reproduzco en los altavoces: Can’t Fight the Moonlight, de LeAnn Rimes.
—Guau… —dice Abril, aparentemente maravillada con la canción—. Me suena. Me gusta. Vamos a bailarla. ¿Es lenta o es rápida? Da igual, nos adaptamos.
—Hay canciones con las que conectas sin motivo, y esta es una de ellas —digo.
—Qué mono eres… —me dice poniendo su mano en mi mejilla—. Izan… Que… —se empieza a reír un poco—. Que yo no sé si podré volver a mi casa en este estado, ¿eh?.
—Ya, ya me lo imaginaba.
—¿Y qué hacemos? —me pregunta, todavía riendo.
—Dormirás en mi cama.
—¡Izan! Eso ha sido muy indecente.
—¡Que no! Tú dormirás en mi cama y yo en el sofá.
—Oye, oye… La invitada soy yo, tú deberías dormir en tu cama.
—Ya, pero es que yo soy muy buen anfitrión.
—Eso sí. Me siento muy bien cuando vengo aquí…
Al decir eso, Abril me abraza. En ese momento me siento feliz. Tengo el día que ha dicho la predicción, estoy convencido de ello. Nada lo cambiará. El problema es que tengo que lidiar con una última cosa…
Mientras nos abrazamos, el olor vuelve. El misterioso olor que me dice que algo no está en su sitio. Y, si solo fuera eso, no sería ningún problema. Pero hoy, el olor se siente más intenso que nunca. Un olor dulce y familiar. Además, me hace pensar que la música es su cómplice. La canción que yo mismo he elegido y el olor están destrozándome el corazón por dentro entre los dos. Me están gritando.
—Izan… ¿Estás llorando? —me pregunta Abril—. ¿He dicho algo que te ha ofendido?
—¿Qué?
Estoy llorando. No me había dado ni cuenta. Notaba el dolor en el corazón, pero pensaba que estaba lidiando con él de la mejor forma para que no se me notase. Pero estoy llorando. Mi cuerpo grita y llora, y yo no sé lo que me quiere decir.
—Es… Son muchas cosas. Lo siento —le digo.
—¿Es por lo de tu profesor?
—No. Bueno, sí. No lo sé… Perdón, creo que estoy cansado y confuso. Igual es la música, que me toca el alma. Por eso la he elegido.
—Izan…
Me da un beso en la mejilla, casi en la comisura de los labios, y luego me sigue abrazando. Poco después, noto que su peso empieza a caer.
—Oye, ¿Abril?
—Creo que tengo sueñito.
—Pues venga, a la cama.
—¡Yo al sofá! —me dice, con el puño levantado, reivindicando su derecho a sacrificarse en casa ajena.
—Las personas borrachas no tienen opinión.
—¡Me silencian! ¡Estado totalitario!
Mientras grita cosas así, la acompaño hasta mi cama y la dejo caer con suavidad.
—Tu colchón, aunque sea muy cómodo, no hará que me aburguese… —dice mientras se da cuenta de que ha caído bajo el efecto de una cama blanda en los últimos momentos de la noche.
Yo me llevo mi ropa de dormir, mis zapatillas y mi Nintendo Switch para el salón. Antes de irme, Abril me dedica unas palabras más.
—Izan… El mes de abril es mi mes de la suerte, ¿lo sabías?
—Sí, lo sabía. Parece que tu nombre ha marcado tu vida, ¿no?
—Sí… Pero no todos los meses de abril han sido felices.
—No podía ser una ciencia exacta —le digo, siguiéndole el juego.
—Pero este si lo ha sido.
—¿De verdad?
—Sí… —se está durmiendo y, aunque no se la escucha bien, todavía dice algo más—. Ha sido gracias a ti. Muchas gracias, Izan…
Me siento en mi sofá, sabiendo que no dormiré casi nada en toda la noche. Lo último que me ha dicho ha sido un golpe en el corazón. Ha terminado de dar forma a mi día.
Ha sido uno de los mejores días de mi vida, no lo puedo negar. Y, por primera vez, siento que tengo fuerzas para declararme.
Pero no lo entiendo. El olor me ha golpeado con más fuerza que nunca, y ahora la canción… Can’t Fight the Moonlight. ¿Por qué? ¿Qué es esta sensación? Algo no está bien. Duele muchísimo. Siempre que aparece estoy con Abril, pero no todos los días importantes con ella han tenido este olor. No consigo identificar cuándo sí y cuándo no. Tampoco consigo identificar lo que es. A qué huele. Es familiar, agradable y doloroso, como la canción. No sé lo que pasa, ni lo quiero saber… Porque siento que, si lo descubro, tendré que alejarme de ella.
… Eso no puede pasar.

Kommentare