Capítulo 151
Alex me llama
“Él va como al revés de todo el mundo. Vuelve a casa por vacaciones,
y da vueltas por todo el mundo el resto del año. A ver qué dice.”
Aunque sigo considerando a Alex uno de mis mejores y más importantes amigos, tengo que reconocer que a veces me molesta un poco que sea tan parecido a mis padres. En las últimas semanas intenté hablar con él varias veces, pero nunca daba señales de vida. Hace poco me volvió a hablar, pero ya no le quise contar nada porque, en ese momento, no lo necesitaba. Ahora, como suele pasar cada verano, aparecerá de nuevo para, lo más seguro, decirme que se pasará por España y que quedemos, o que si se puede quedar a dormir en mi casa o algo así.
Por la tarde, Alex me llama.
—¡Izan! A ver, lo primero de todo, pon la espalda bien recta.
—¡Pero si no me estás viendo!
—¡Pero sé que tienes la espalda encorvada! Venga, tú hazle caso a tu amigo, cada año un poco más sabio que el anterior.
—Qué quieres, Alex.
—Oye, a mí no me hables tan borde, que se me rompe el corazón.
—¿Qué quieres, mi buen amigo Alex, el sabio?
—Pues verás. Lo primero, pedirte perdón por haber desaparecido tanto tiempo. Ha sido un viaje complicado y, bueno, ya te contaré. Lo segundo, que tienes que saber que he hablado con Lydia, y me ha contado que estáis un poco mal y me ha contado también lo de la maldita bruja satánica malvada de Nora. ¿Qué hace Nora en tu vida otra vez? O sea, ya no está, ¿no?
—No. Ya no está.
—Menos mal. O qué pena, porque ya mismo voy para allá, y ojalá me hubiese podido encarar a ella. ¡Ah! Y ese es el tercer tema, que vuelvo a España la semana que viene, pero por lo visto mi casera no me ha guardado más tiempo el piso porque dice que soy un desastre y que no me comunico y cosas así. La he intentado convencer con palabras bonitas, pero es dura como una roca la señora. Que me he quedado sin casa, vamos. Estaré solo unas semanas, y puedo pagarme todo ese tiempo una aburrida pensión cochambrosa, o…
—O te quedas a vivir en mi casa todo ese tiempo, ¿no?
—¡Por favor! Te pagaré bien, por supuesto.
—¿Bien? ¿O muy bien?
—Izan, eres un pesetero… Bueno, un “euroero”. No suena tan bien…
—No es eso. Es que justo ayer me despidieron del trabajo.
—No me jodas…
—Sí. No puedo perder de vista ni un euro ahora.
—Bueno, pues sí, te pagaré bien. ¡Te invitaré a cosas! Sé que te gusta que te invite a cosas, no mientas… Tontorrón, que al Izan le gusta que le inviten a cosas…
Sabe que me vuelvo débil cuando me recuerda que me invita a cosas y que no me puedo resistir a eso.
—Entonces, ¿qué? ¿Voy para tu casa? Sería a partir del jueves que viene. Te he avisado con tiempo, ¿no?
—Para ser tú, sí. Venga, puedes quedarte. Pero tenemos que hacer números y tengo que quedar satisfecho con el resultado.
—Quedarás muy satisfecho… —me dice con una voz que pretende ser sexy.
Parece que tendré a Alex en casa durante un tiempo. Puede que no me venga mal, ya que nunca me aburro con él y siempre consigue sacar el lado más optimista de mi persona. A lo mejor es clave para terminar de reconstruir las piezas de mi vida. Aunque, tal y como aprendí hace poco, no debería tener pensamientos que impliquen depender de los demás… Pero, puedo pedir ayuda, ¿no?
Durante el resto del día, lo único destacable es que Aurora me dice de quedar al día siguiente. No me sorprende, porque ya me lo decía el calendario… Pero es verdad que, con todo lo de la empresa y la jugada y tal, no me había dado tiempo a procesar lo que implicaba eso. Voy a conocer a Aurora en persona. Me acaba de dar un ataque de timidez enorme. Un poco de ansiedad también. ¿Cómo voy a comportarme con Aurora en persona? ¿Qué ropa me pongo? Por favor, tenía que haberme preparado desde antes… Pero es que esta semana no he podido dar para más.
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