Capítulo 158
Alex me obliga a salir
“Anda que ha tardado… Y espérate que conozca a Aaron y compañía. Ahí me mato ya.”
Alex se ha ido por la mañana, creo que a correr o a pasear o no sé, y acaba de volver con una cantidad de energía abrumadora.
—¡Izan!
Yo, que estaba sentado mirando a la nada y desconectado de toda realidad, tardo bastante en contestar.
—¿Eh…?
—Izan. He conocido a uno de tus vecinos de abajo. Aaron se llama. Nos vamos a ir de fiesta con él, pero ya.
—Ya me lo imaginaba —digo, temblando por lo que se me viene encima—. ¿Vamos a salir todos esta noche?
—¡Por supuesto! —ahí está, su aportación a la predicción.
—Pues venga, no se diga más. Contrólame, por favor. Que, por lo visto, no sé beber.
Alex se ríe un poco de mí. Creo que le encantaría verme borracho, así que no tiene mucha intención de detenerme.
El día lo pasamos bastante tranquilos. Alex lleva toda la mañana jugando con Espino y haciéndole fotos y vídeos. Creo que ahora le está obligando a hacer un recorrido de obstáculos por la casa. Se lo pasa bien con él.
—Este gato tiene infinitas posibilidades, Izan.
—Pero si es muy tranquilo, suele estar quieto siempre.
—Es como tú, pero en gato. Tú pareces así, y luego fíjate todo lo que tenías guardado. A saber qué hace este gato cuando nadie lo mira.
—No por favor. Lo que me faltaba, que hasta mi gato me oculte cosas.
Llega la hora de irnos de fiesta. Como la otra vez, Pol y Gemma se toman su tiempo para prepararse. Alex ya me ha avisado de que no hacía falta llegar tan puntuales, pero yo no lo he podido evitar.
—Míralo el Izan qué callado se tenía a un amigo así —dice Aaron—. Yo pensaba que te juntabas con gente más tranquilita. Más como tú, vaya.
—Bueno, un poco de todo… —digo, como una de mis respuestas para salir del paso y luego sentir vergüenza.
A Alex se le escapa un poco la risa.
De fiesta, el plan es similar al de la otra vez, pero siento que vamos a sitios como más ruidosos y amenazantes. De nuevo, han venido alguna de las personas del otro día. Rubén y como se llamen los demás. Yo los llamo Rubén rubio, Rubén chica y la de los piercings. No me consigo quedar con sus nombres.
Empiezan a invitarme a la bebida. Le he pedido a Alex que controle lo que bebo, pero me siento un niño pequeño pidiendo eso. Por otro lado, teniendo en cuenta que le sacamos como diez años a esta gente, Alex se ha mimetizado bastante bien con el entorno.
Ya empiezo a beber más de la cuenta. No sé si con algún añadido de los amigos de Aaron o no, pero me siento con bastante confianza, porque Alex sabe beber bien y se mantiene responsable. Él aguanta el alcohol y, además, es que ni lo necesita para pasárselo bien. Su vida entera es la previa a una borrachera constante.
Lo importante es que Alex controle que no hago ninguna tontería y que luego me lleve a casa. Yo me olvido de todo lo demás. Me tengo que olvidar por un rato, porque es que me cuesta mucho afrontar cada principio de mes con tanta nueva información. Es todo un calendario lleno de predicciones que me vuelan la cabeza. Por eso las tacho, joder. Por eso las tacho. Si no las tacho, siento que siempre serán unas treinta frases que me intentan hacer daño y que no puedo con todas. Si las voy tachando, cada día hay una menos, y cada día es más llevadero. Hasta que llega el siguiente mes, y vuelta a empezar. Joder, vaya mierda.
—Eh, Alex, controla a estos cabrones. Me meten cosas en las copas.
—¿Es verdad eso? —dice Alex, mirando al resto.
—¡Te juro que yo no! —dice Aaron—. Pero claro, los otros… Pues vete a saber. Aquí cada uno hace lo que le da la gana.
—Son peligrosos… Son ultraliberales… —digo.
—Vale, Izan, no bebas ninguna más —dice Alex.
—¿Pero y si me invitan?
—Solo si te invito yo, ¿vale? —me dice Alex con una sonrisa que me da tranquilidad.
—Ah, vale. Pues me espero. Gracias.
Creo que he intentado hacer caso a Alex, pero hay un par de momentos que no me ha quedado muy claro quién me daba qué. A mí me parece que es el Rubén ese, el que no es rubio. El Rubén que se llama Rubén. Ese se lo pasa muy bien a mi costa. Menudo cabrón.
Estoy pensando en Abril. Siempre que me emborracho pienso en Abril. En que quiero que todo esté bien, pero también en que quiero que no sufra por mi culpa. Oye, Abril todavía no ha hablado conmigo. ¿Debería pedirle que hable conmigo? Voy a pedirle que hable conmigo.
No me dejan. No sé. La puta música esta no me deja pensar. Y hay como luces intermitentes infinitas. Lo que faltaba para terminar de desorientar a un animal sin cabeza como yo.
¿Pero entonces no le puedo decir a Abril que es la más maravillosa del mundo? Ah, no puedo, vale. Pues no sé.
Ya no sé lo que estoy diciendo. Ya no sé nada.
Dejaré que Alex me guie. Yo desconecto. A tomar por culo. Voy a pegar saltos y a cantar cosas inventadas, porque la música que está sonando es una mierda.
Capítulo 158 B
¡Por supuesto!
“Izan, Izan, Izan… He tenido que venir yo para que te actives.
No te preocupes, que ya estoy aquí.”
Llevo bastantes días sin hacer un poco de ejercicio, así que salgo a correr. A Izan no se lo voy ni a preguntar, porque es bastante vago. Igual le convenzo otro día. Hoy lo que voy a hacer es correr un poquito y luego me voy a dar un paseo por el barrio. Hace muchísimo que no vengo por esta zona, y quiero saber qué tal están las cosas.
Puf, de verdad, España es uno de los sitios más estresantes y donde peor conduce la gente. Se respira ansiedad por todas las calles. Y eso que no estamos en una de las localidades más violentas. Lo de Barcelona o Madrid es ya cosa de otro mundo.
Después de darme un buen paseo y de ponerme un poco al día con la zona, vuelvo al edificio. El pobre Izan seguro que está durmiendo todavía. Contarme todo lo del calendario le consumió más energía a él que a mí asimilarlo. Pero, la verdad, cuando me he despertado por la mañana, no he tenido nada claro si todo lo del calendario había sido un sueño o no. Pero sí, pasó. Es raro de cojones.
Cuando llego al edificio, me cruzo con un chaval musculoso y con el pelo rubio de punta. Creo que es bastante más joven que yo. Veintipocos tendrá. Me está mirando con deseo. Normal. Voy a decirle algo para que no crea que me puede mirar sin consecuencias.
—¿Puedo ayudarte en algo, o solo estás mirando? —le digo.
—Uy, perdón —dice el chico—. No, solo estaba mirando. ¿Puedo ayudarte yo en algo? Creo que no vives aquí.
—En realidad, ahora sí. Durante unas semanas. Me quedo en casa de alguien.
—Ah, pues mucho gusto. Por tu edad… Tú tienes que ser amigo del Izan, ¿no? Por descarte, vaya, porque los demás… Madre mía el cuadro que hay en este edificio.
—Has acertado. Me llamo Alex. Tú eres uno de los chicos de abajo que son tres jóvenes que se llevaron a Izan de fiesta, ¿no?
—Lo has acertado también. Me llamo Aaron —me da un abrazo para saludarme. Muy majo el tipo—. Pues oye, qué bien tener a un chico tan guapo y animado en el edificio. ¿Tú sales de fiesta de tanto en tanto, o prefieres ser más casero, así como tu amigo?
—Yo no podría ser más opuesto a Izan en esto, mi buen amigo Aaron. Yo soy de los que se pondrá de tu parte si le dices a Izan que se vaya de fiesta otra vez.
—Me haces feliz, Alex. ¿Salimos hoy mismo? A mis dos compañeros les caerás genial.
—Ya tenía pensado llevarme a Izan a algún lado, así que me vienes de perlas.
—Joder, qué bien, qué fácil todo, ¿no? —dice—. Así da gusto.
—Sabemos lo que es vivir.
—Pues sí, la verdad.
Vuelvo a casa de Izan. Él está empanadísimo en el sofá, como si se estuviera recuperando de una experiencia traumática. Pobrecito mío.
—¡Izan!
—¿Eh…? —me dice, muy lento. Izan por la mañana es un espectáculo.
—Izan. He conocido a uno de tus vecinos de abajo. Aaron se llama. Nos vamos a ir de fiesta con él, pero ya.
—Ya me lo imaginaba.
—¡Por supuesto! —uy, eso ha sido tal cuál lo que está puesto en el calendario. Qué miedo.
—Pues venga, no se diga más. Contrólame, por favor. Que, por lo visto, no sé beber.
Se me escapa un poco la risa. No se lo voy a decir, pero es que ahora han aumentado mucho más mis ganas de ver a Izan borracho.
Pasamos la mayor parte del día con bastante calma. De tanto en tanto me gusta relajarme así. Además, no me puedo aburrir si está aquí Espino. Este gato es maravilloso. Pone caras super graciosas y puedes manejarlo como si fuera un juguete, y le da igual todo. A ver si puede hacer un recorrido de obstáculos…
—Este gato tiene infinitas posibilidades, Izan.
—Pero si es muy tranquilo, suele estar quieto siempre.
—Es como tú, pero en gato. Tú pareces así, y luego fíjate todo lo que tenías guardado. A saber qué hace este gato cuando nadie lo mira.
Mientras no tenga también su propio calendario…
—No por favor. Lo que me faltaba, que hasta mi gato me oculte cosas.
Vale, ya es la hora. Bueno, yo me lo tomo con bastante calma, porque tiene pinta de que Aaron y sus amigos son de los que tardan en prepararse, porque les da igual todo. Izan está un poco más angustiado con la hora, y llegamos super puntuales por eso. Él se siente mejor consigo mismo si no somos nosotros los culpables de llegar tarde.
Pero vamos, que estaba claro. Están tardando lo que les da la gana y más. Aaron es el primero que está listo. Los otros dos, Gemma y Pol, se les ve mucho más pasotas todavía. No me parece mal tampoco.
—Míralo el Izan qué callado se tenía a un amigo así —dice Aaron—. Yo pensaba que te juntabas con gente más tranquilita. Más como tú, vaya.
—Bueno, un poco de todo… —dice Izan con el tono ese que pone cuando se arrepiente de haber dicho una frase. Se me escapa un poco la risa, porque me parece muy entrañable esa faceta suya.
Una vez de fiesta, veo que los locales a los que van esta gente me podrían dejar desfasado incluso a mí. No lo puedo permitir, claro. Yo tengo una adaptabilidad superior a la de la mayoría, eso que ni lo duden. Me tocará demostrarlo. Sin problema.
Me presentan a cuatro personas más. No me molesta conocer a gente nueva, pero no tengo mucho interés en aprenderme los nombres. Me aprendo los de las chicas: Paula y Estefanía. Bueno, a la segunda, que es la que tiene muchos piercings, la llaman Estefi. No sé si solo los que tienen más confianza con ella o no usan ese nombre, o si lo hace quien quiera. Ya probaré.
—Alex, por favor —dice Izan—. Que me están dando ya de beber. Controla lo que bebo, te lo suplico.
—¡Pero bueno! —digo—. ¿Cuántas llevas?
—Una.
—¿Una? ¿Quién te la ha dado?
—Rubén.
—¿Y quién cojones es Rubén?
—No sé. Para mí, todos se llaman Rubén.
Los dos nos reímos.
Mi faena ahora es encajar bien con esta gente, y también controlar que no me droguen a Izan. Y, claro, pasármelo bien. Importante eso también, ¿no?
Los locales a los que vamos dan pie a que pueda dar rienda suelta a todos mis encantos. Por suerte, aguanto bien el alcohol, y no necesito que nadie me invite a nada, así que voy bien con eso.
Es verdad que no puedo estar por todo al cien por ciento, y creo que el tal Rubén está aprovechando para meterle un poco de droga a Izan en la copa.
Izan está muy gracioso y cariñoso con todo el mundo, aunque creo que está empezando a decir cosas que no tendría que decir.
—Las tacho, Aaron. ¡Las tacho, porque no puedo con todas!
—¿Pero que tachas el qué? —dice Aaron riendo.
—Eh, Izan, aquí. Atiende —le digo—. ¿Cuántas copas llevas?
Izan se ríe mientras baila fatal.
—Je… ¿Tú te crees que yo sé eso?
—Pues no. La verdad es que no —admito.
Después de unos minutos, Izan se deja caer sobre mí. Casi nos caemos.
—Eh, Alex, controla a estos cabrones. Me meten cosas en las copas.
—¿Es verdad eso?
Me lo imagino desde hace rato, pero si se ha dado cuenta Izan borracho, tiene que ser así. Miro a los demás. Aaron está a nuestro lado y se da por aludido.
—¡Te juro que yo no! —dice—. Pero claro, los otros… Pues vete a saber. Aquí cada uno hace lo que le da la gana.
—Son peligrosos… Son ultraliberales… —dice Izan.
—Vale, Izan, no bebas ninguna más —digo.
—¿Pero y si me invitan?
—Solo si te invito yo, ¿vale?
—Ah, vale. Pues me espero. Gracias.
Izan se ha quedado super tranquilo cuando se lo he dicho. Menudo cambio. A lo mejor puedo ejercer una fuerza enorme en él incluso cuando está borracho. Es bueno saberlo.
De todas formas, no lo puedo perder de vista ni un segundo, porque creo que el tal Rubén no para de rondarle para reírse de él. Me acerco a ellos, a los dos chicos. No sé cuál es Rubén, pero me da igual.
—¿Estáis echando algo en la copa de mi amigo?
Los dos se miran y se ríen. Parece que son un par de gilipollas.
—Relájate, ¿vale? —dice el moreno—. Que tu amigo está bien.
—¿Qué le has echado?
—Oye, que yo no te he dicho que le haya echado nada. Calma, hermano.
—A la próxima me daré cuenta. Mejor que no tengamos ningún problema.
Los dos se vuelven a mirar y se vuelven a reír. Cuando les haga lo que les tengo que hacer, me parece que se van a reír poco. Ahí se harán las víctimas y me preguntarán que qué hago. Y se enfadarán. Son putos clones unos de otros. Me parece hasta raro que vengan con Aaron. Ya hablaré con él de esto.
Los tengo más o menos vigilados, pero se me acumula la faena. Por culpa de eso, no puedo ligar en paz con ninguna de las tres presentes. Me quedará como cuenta pendiente. Y menos porque, de repente, Izan se me empieza a enganchar en modo borracho llorón.
—Abril… Tengo que hablar con Abril…
—¿La que te gusta? ¿No aprendiste que no puedes hablar con ella mientras estás borracho?
—¡Pero yo tengo que hablar con ella! ¡Es importante!
—Izan, para —le quito el móvil. Él lo intenta recuperar, pero soy más rápido que él. Bueno, cualquier persona en el mundo será más rápido que él ahora mismo—. No. Quieto. Izan, ¿tú qué quieres con Abril?
—Hablar con ella y que todo acabe bien. Quiero un final feliz.
—Vale, pues no será hoy. Pero yo te ayudaré, ¿vale?
—¡Fiesta!
—Por supuesto. Fiesta. Pero nada de mensajes ni audios, que nos conocemos.
—Tú me guías —me dice—, que, si no, me muero.
—Vale, yo te guio, pero no digas cosas tan tétricas, anda.
Desde este punto, Izan empieza a bailar y a cantar, pero parece más controlado. Antes creo que él mismo buscaba las situaciones para beber más o para hablar a escondidas por el móvil, pero ahora está más a la vista. Se ríen de él o con él, depende de la persona, y, aunque mañana no se acordará de nada, por lo menos creo que ahora sí que se lo pasa bien.
Pobre Izan… Creo que se quiere anestesiar él solo con todo esto para olvidarse de todo lo demás. Además, que de todos sus problemas, me saque precisamente lo de Abril… Puf. Creo que tengo mucha faena con Izan estas semanas que me quedo con él. No solo le tengo que ayudar a recuperar a Lydia. También tengo que ayudarle con lo de Abril. El problema es que ni la conozco.
Pero te ayudaré, Izan. Durante estos días, pienso hacer tu vida mejor pase lo que pase. Y aunque me marche a otro sitio, pienso ayudarte desde la distancia con ese calendario maldito que, venga de donde venga, creo que te queda muy grande.
¿Es mucha faena? ¿Me costará mucho? ¿Perderé parte de mi libertad? No importa. Te mereces que alguien te ayude a que tu carga sea menos pesada. ¡Por supuesto!

Comments