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Sábado 6 de mayo de 2023

Joel Soler

Actualizado: 13 nov 2023


Capítulo 67

Frank se deja la mano en un puñetazo

“Y, por supuesto, el calendario no me quiere decir contra quién

va dirigido ese puñetazo. Así le da más misterio, ¿no?”



En el mercado, estoy un poco nervioso. Si veo a Frank por aquí, podría significar que el puñetazo ocurrirá en mi templo de los sábados. No sería agradable, sea cual sea el contexto.

La primera parte del día es tranquila. Hablamos mucho de los gatos, y tanto Lydia como yo queremos volver pronto a casa para ver cómo se encuentran y si necesitan algo.

Creo que Abril quiere decirme algo, pero no llega a hacerlo. Yo le quiero preguntar, pero no sé cómo hacerlo. Me visualizo preguntando “¿querías algo?”, pero sueno, o muy tonto, o medio agresivo.

Cuando llego a mi edificio, veo a Frank en la puerta, sentado en el portal y con muy mala cara. Habíamos quedado después de comer, así que no debería estar aquí a la una del mediodía.

Al verme, se levanta y viene hacia mí, cabreado.

Me quiere pegar. Es todo lo que puedo pensar ahora mismo. Encima se dejará la mano. Adiós a mi cara tal y como la conozco. Espero que Espino me sepa reconocer.

—¿Qué le dijiste a Dana?

—¿Qué…? —yo estoy con los ojos medio cerrados por si me cae ya el golpe—. ¿Con Dana?

—Izan, joder. ¿Te estás haciendo el tonto conmigo? No quiero que lleguemos a eso, ¿eh? Conmigo no, Izan. Conmigo no.

—No me estoy haciendo el tonto, es que proceso de manera deficiente. El otro día hablé con Dana, sí, y fue una conversación muy rara.

—Ya me imagino que fue rara. Joder, Izan, ¿qué le dijiste a mi abogada? Estaba nerviosa y me preguntó que cuánto te había contado sobre ella. Que si te había pasado una foto y no sé qué historias más. Yo no te pasé una mierda, ¿por qué piensa eso?

—Tu abogada me miró y dijo mi nombre. Ya sabes que no soporto que esa persona conozca tanto de mí sin ningún motivo conocido, así que me tiré a la piscina y dije su nombre, asumiendo que era ella —tengo que decirle una verdad a medias, por lo menos hasta que le cuente algún día lo del calendario. Hoy, por la forma en que viene, no pienso hacerlo—. Sabía que esa mujer era abogada y además me conocía, así que me la jugué. Es lo único que hice. En todo caso, es ella la que dijo cosas raras. ¡Es a ella a quien le tienes que preguntar! Me llamó pusilánime, dijo no sé qué de que las coincidencias existen y también dijo que yo no debería de comportarme así. Ah, y que tenemos un amigo en común, uno que no eres tú —al final, me estoy alterando yo más que Frank—. ¿Y es ella la que dice que yo dije cosas que no debería? ¡Soy yo el que debería quejarse de eso, no me jodas!

—Vale, Izan, tranquilo.

—Es que me tiene muy harto todo el tema de tu abogada, te lo juro. ¡Bastantes cosas tengo en la cabeza como para jugar al misterio y al quién es quién con esa persona!

—Frena, Izan. Vamos a respirar los dos. Estamos muy nerviosos. Respiramos, ¿vale?

—No te puedo decir nada más de Dana. Que hable ella.

—De acuerdo, de acuerdo… No te reconozco. Joder, algo te pasa y no me lo cuentas…

Miro al suelo. No me gustaría seguir ocultando mucho tiempo más lo del calendario para Frank, pero siento que no es el momento, al menos hasta que sepa en qué tipo de peligros se meterá este mes, tal y como indican las predicciones.

—Y tú, ¿por qué has venido a esta hora? —le pregunto.

—Ah, no he venido solo para hablar contigo. Quiero hablar con Lucas.

Parece que sí le caerá el puñetazo a Lucas. ¿Qué habrá pasado?

—Nos vemos luego, ¿vale? —me dice Frank, y se despide de mí mientras saca el móvil para hacer una llamada.

Yo subo a mi casa.

Desde que dejo a Frank en el portal, pasa más o menos una hora. Yo me estoy preparando la comida, y entonces escucho a Lucía gritar muy desesperada. Más de lo habitual.

Del sobresalto, salgo corriendo hasta el segundo. El matrimonio anciano que vive frente a los LuLu también se ha asomado. A los pocos segundos de bajar y esperar frente la casa de mis vecinos de abajo, Frank abre la puerta y pasa por mi lado a zancadas para salir del edificio lo más rápido posible. Alcanzo a ver que su mano está destrozada y con sangre.

Antes de girarme a ver qué ha pasado, Lucía pasa por mi lado persiguiendo a Frank, y Flora ha salido también para abrazarse a mí.

—¡Te has metido en un problema! ¡Tú sabes lo que te pasará! —grita Lucía en dirección a un Frank que ya no la oye.

Me asomo al interior de la casa y veo a Lucas en el suelo con la boca ensangrentada y sin conocimiento.

Flora está temblando.

—Son vecinos muy problemáticos… —dice la señora Ángela, no sé si a su marido, o directamente a Lucía. La madre de Flora se da por aludida.

—¡Cállese, señora! ¡Dejen de cotillear lo que no les importa! —grita Lucía, para luego mirarme a mí—. Y tú, apártate ya de mi hija. Venga, Flora, para dentro —la agarra de la nuca y la arrastra hasta casa.


Como mi forma de procesar es lenta, creo que me paso en el rellano del segundo más tiempo de la cuenta, incluso aunque los demás ya han cerrado sus puertas. Subo a casa a ver si consigo recomponerme. Lo comento con Abril, para ver si me aporta algo de paz. Con Lydia también, para desahogarme. Ella sigue indignada con lo de Flora, y piensa que tal vez el puñetazo que le ha pegado Frank a Lucas está justificado. Por último, le pregunto a Frank, que solo me dice que hoy no podremos quedar.

Después de algunas charlas triviales, Abril dice algo que cambia por completo el tramo final de mi día.


[Abril. 19:23]

Oye…

¿Puedo quedarme a dormir en tu casa?

Así conozco a tu gato.

Además…

El otro día no me dejaste dormir en el sofá.

¡Quiero reivindicar ese derecho!

[Izan. 19:26]

¿Pero no es muy tarde?


No sé por qué le he dicho eso. ¡Acepta su idea, idiota!


[Abril. 19:29]

Es que puede que a partir de mañana esté un poco más ausente…

Y quería aprovechar

Será temporal, no te preocupes.


Abril llega a las ocho y media. Está apagada, aunque jugar con Espino le da algo de vida. Es lo más normal.

—¿Te ha pasado algo malo?

Abril me mira mientras acaricia a mi gato. Sonríe con los ojos tristes.

—Se acabó el mes de la suerte. Es lo normal, pasa cada año…

—Disculpa, no entiendo nada.

—Mañana hablaré con mi madre…

—¿Por qué? ¿Y qué pasa con eso?

—Hablaré con ella porque es el día de la madre.

Es verdad… Entonces, mañana tal vez deba llamar yo también a la mía. Lo que me faltaba.

—Y, qué pasa con eso… —continúa Abril—. Bueno, digamos que puede llegar a absorberme mucho, y no solo ella. Será pasajero, no te preocupes.

No le puedo sacar nada más.

Pasamos el resto de la noche tranquilos, jugando con Espino, viendo una película, cenando, comentando cosas que nos han ocurrido…

Tal y como ha pedido, yo duermo en mi cama y ella en el sofá.

No puedo evitar imaginarme una y otra vez escenas en las que ella viene en mitad de la noche y quiere dormir conmigo, o como mínimo tumbarse un rato para charlar o estar abrazados. A cada ruido que me parece escuchar, pienso que esa fantasía se cumplirá.

No ocurre.







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