top of page

Sábado 8 de abril de 2023

Joel Soler

Actualizado: 11 oct 2023


Capítulo 39

Tengo una… ¿Cita?

“Lo que más me gusta de mí es lo claro que lo tengo todo siempre.”



El cumpleaños de Abril se celebra en la cafetería de Julia. Aunque el cumpleaños fue ayer, y ya le mandé un mensaje, hoy es el día de dar regalos.

Anna ha hecho la tarta y ha liderado el regalo conjunto en el que hemos participado todos. Son unas zapatillas de deporte porque Anna dice que Abril siempre va con unas que da pena verlas. Iris le regala un libro del que hablaron alguna vez. Oliver unos moldes para hacer galletas, que casi seguro que se los ha recomendado Anna. Serena ha hecho unos chilenitos, unos dulces caseros de su tierra que tienen muy buena pinta. Y Lydia le ha regalado la zarigüeya skater, que todavía sigo sin entender muy bien por qué existe.

Solo falto yo. Todos me miran con expectación, lo cual me aterra. A Lydia se le escapa la risa.

—Yo he traído dos regalos, porque había uno que no sabía si te lo podría conseguir, así que traje este otro para asegurar… —digo mientras saco de la bolsa la pelota de baloncesto con símbolos de fuego, envuelta.

Todos ponen caras o sonidos que indican que me ven como alguien adorable y yo me muero de vergüenza. Abril sonríe y abre ilusionada el regalo. La expresión al ver lo que es me da confianza: boca y ojos muy abiertos mirando el balón para luego mirarme a mí.

—¡Izan! ¡Es guapísimo esto!

—No tienes ninguna pelota así, ¿no?

—¡Qué va! Tengo una pelota normal, sin dibujos y que está preparada para la jubilación. ¡El fuego de esta me encanta!

—Está flama —dice Lydia con su tono de comentario rápido e ingenioso, y todos ríen.

—Bueno, pero el regalo principal es otro. Creo que no lo tienes, o eso espero… —digo mientras saco de la bolsa la muñequera por la que me fui a Madrid—. Si no lo tienes, seguro que te gustará.

—¡Mira cómo saca pecho el Izan! —grita Serena.

—Ahora tiene que estar a la altura —añade Anna—. ¡Va, que confiamos en ti!

Abril se ríe con todas y luego abre el regalo. Cuando lo ve, se levanta de golpe de la silla y me mira con los ojos muy abiertos.

—¡¿Esto existe?!

—Sí. Es de la tienda oficial.

—¿Qué? ¿En serio?

Abril empieza a hiperventilar. Dudo de si lo hace para exagerar o si de verdad está hiperventilando. Adora las muñequeras y adora a ese equipo. Ha sido todo un éxito.

Después de contemplarla unos segundos con veneración, se lanza a darme un abrazo y varios besos en la mejilla.

—Parece que tenemos ganador —dice Iris con una sonrisa tranquila.

—Nos tendremos que conformar con el segundo puesto —dice Lydia mirando con melancolía a la zarigüeya skater.

—¡Esperen a que pruebe mis dulces! —grita Serena.

—¡Oye! ¿Y mi pastel? —dice Anna, ofendida con el comentario de Serena.

Todos ríen y Abril sigue contemplando su muñequera.

—Abril, tienes que saber una cosa —dice Lydia, y acto seguido me mira con una cara que solo podría definir como de “aliada cabrona”.

—No por favor —digo yo.

—¿Sabes cómo ha conseguido Izan esa muñequera?

—Lydia, no hace falta… —digo, pero no tiene ningún sentido intentar detenerla. Me voy a morir de vergüenza y la mitad de los que están aquí, o más, pensarán que estoy fatal de la cabeza.

—Izan te la quería comprar por internet en cuanto descubrió que existía, pero por lo visto iba a llegar el lunes, así que no estaría a tiempo para tu cumpleaños.

—Qué dices… —dice Abril mirándome—. ¿Y cómo lo has hecho?

—Bueno… —digo yo, pero Lydia no tarda en pisarme con su contestación.

—Llamó a la tienda, le contó por qué necesitaba el artículo para hoy y viajó hasta Madrid para encontrarse con el vendedor.

—¡¿Qué?! —Abril se levanta de golpe y me mira con la boca abierta.

—Es que encima —continúa Lydia— la tienda estaba cerrada por semana santa, pero él conmovió al vendedor para que quedasen en la estación y se la vendiese en mano. Volvió casi de madrugada a su casa.

—¡Pero Izan! —exclama Anna—. ¿Cómo gastas tanto? ¿Estás loco o qué te pasa?

—Yo… —saber que todos me están mirando de esta manera me da taquicardias, lo que hará que me exprese peor de lo habitual, si es que eso se puede—. Es que tenía que tenerlo para hoy…

Todos están hablando a la vez. Escucho cosas como que soy muy mono o que estoy muy loco. Serena dice cosas que no entiendo como bacán o algo de una raja. Oliver me hace una señal de complicidad, como diciéndome “ese es el camino, camarada”. Yo salgo de mi trance cuando me doy cuenta de que Abril me está abrazando. Un abrazo mucho más cercano que todos los que me ha dado hasta la fecha. Me cuesta respirar.

Después de que todo se calme un poco, en parte gracias a que Lydia consigue pasar a otros temas, por fin terminamos la celebración y salimos de la cafetería. Damos una vuelta por el mercado y yo me acerco a Lydia para tener una de nuestras charlas de gritos susurrados.

—¿Por qué lo has contado con tantos detalles? —le digo.

—¿Qué pone en la predicción de hoy?

—Que tengo una… ¿Cita?

—¡Pues eso! Yo me aseguro de prepararte el terreno para que la cita sea con Abril sí o sí. Y de la mejor forma.

—Pero ahora pensará que estoy loco…

—¿Tú has visto cómo te ha abrazado, animal? ¡De verdad que no te enteras de nada!

Después de que Lydia me diga que soy un ciego en las relaciones humanas, vemos que Abril se acerca a nosotros como si pidiera turno para hablar conmigo. Lydia lo entiende y empieza a poner un tono teatral.

—¡Siento unas ganas atroces de molestar a Oliver! ¡Lo siento, Izan, pero no puedo seguir molestándote a ti, el deber me llama! —me toma de los hombros por detrás y me empuja hacia Abril—. Venga, cumpleañera, te encargas tú ahora de molestar a Izan por mí, ¿vale?

—Hecho —dice Abril acompañada de una leve risa.

Lydia se va y veo como pega un empujón a Oliver y le grita cosas. Lo que pasa después de eso ya no lo veo, porque solo tengo ojos para Abril.

—Izan… ¿Cuánto te has gastado por esta muñequera? —extiende el brazo para mostrarme cómo le queda.

—Bueno, no estaba mal para ser un producto así. 19,99, y no me cobraron gastos de envío ni nada.

—¡Claro que no! Más bien gastos de desplazamiento.

—Bueno, está a dos horas y media…

—Izan. ¿Cuánto te has gastado en total? Muñequera, viaje y el balón, ya de paso.

—Eso no importa, de verdad…

—¿Cuánto? —me dice acercándose mucho a mí. Yo no respiro con facilidad, pero lo intento disimular, casi seguro que sin éxito.

—Bueno, si contamos todo eso que has dicho y mi parte del regalo conjunto… —hago el cálculo de cabeza y Abril me espera pacientemente—. Pues, nada… 123,43 euros. Y sin contar la cena en el Burger para esperar al tren de vuelta. Pero pedí poca cosa.

Abril se pone las dos manos en la cara.

—¿Por qué te has gastado tanto?

—Quería que la tuvieras hoy.

—¡Pero Izan! Podías haberme dado un vale para decirme que el regalo sería la semana que viene.

—No habría sido lo mismo.

—Ya, pero no sé si compensa con todo ese dinero gastado…

—Abril. Tu cumpleaños fue ayer y la celebración con nosotros ha sido hoy. Si no te lo pude dar ayer, mi cabeza solo podía entender que te lo diese hoy.

—Pero Izan…

—Te haría mucho más feliz si era hoy. El recuerdo bonito de una celebración con todos y con muy buenos regalos sería hoy. Por eso tenía que ser hoy.

Después de decir eso con una intensidad que roza lo enfermizo, no tengo ni idea de con qué ojos me ve Abril. Si le encanta lo que he hecho, si le parece exagerado, si cree que debería ir a un psiquiatra…

—Izan, ¿has visto la película nueva de Super Mario?

Aunque me he imaginado muchas posibles respuestas, esta no era una de ellas.

—¿Qué?

—La película de Mario. Tienes que saber que hay una, la campaña publicitaria no ha escatimado en gastos.

—Sí, sí, claro que lo sé… No, no la he visto.

—¿Pero la querías ver?

La verdad es que sí quiero verla, pero no sabía si ir solo o no, ni tampoco qué día ir. El calendario me hace creer que cada uno de los días los tengo que tener libres para estar en guardia con las predicciones. Por ejemplo, el miércoles que viene es día del espectador y saldría barato, pero es el día en que Frank me contará toda la verdad, así que no me atrevo a reservar una entrada. Y así, enlazando una cosa con otra, nunca voy al cine.

—Sí. Estaba esperando a un día del espectador o algo, porque en el estreno no la pude ver…

—A ver, Izan… ¿No te quieres gastar el dinero de una entrada de cine un día normal pero sí el dinero de un viaje a Madrid para comprarme una muñequera?

—Sí, lo has sintetizado muy bien.

—No sé qué hacer contigo, de verdad… —sacude la cabeza y luego me agarra de las dos mejillas para que la mire a los ojos en lugar de mirar al suelo como estaba haciendo—. Izan, ¿quieres ver esa película o no?

—Claro que sí.

—Pues vamos esta misma tarde. Yo te pago la entrada, las palomitas y la bebida.

—¿Qué? No, espera, espera… —estoy tan emocionado que me cuesta mucho hacerme el fuerte y decir lo que se espera que diga en este momento—. ¿Cómo voy a dejar que pagues tú todo si es tu cumpleaños?

—Pues por eso, Izan. Porque es mi cumpleaños lo haremos a mi manera. ¿Me vas a llevar la contraria en mi cumpleaños? —me dice guiñándome el ojo. Yo me tenso y me pongo recto como si ella fuese mi superior en el ejército y niego con la cabeza.

—Pues ya tenemos plan. Luego te mando la entrada y te digo la hora. ¿Te apetece o no?

—¡Por supuesto que sí! —y me gustaría ser todavía más efusivo, pero me siento abrumado.

—Quedamos así. No me falles, ¿vale?

El resto de la mañana en el mercado lo paso en una nube. No puedo pensar bien, me ha colapsado el cerebro.

Cuando nos despedimos, Lydia me hace una señal como diciéndome “si ya sabía yo…” y Abril me hace otra que imagino que hace referencia a que nos vemos luego, a que no llegue tarde o a que me ponga guapo. Vete a saber.

Ya en mi casa, Lydia me escribe para recrearse sobre su plan. Dice que sabía sin ninguna duda que Abril amaría lo que hice por ella y que eso sería el detonante para la cita.


Por fin llega la hora. Estoy en la puerta del cine veinte minutos antes de la hora a la que hemos quedado, que es a su vez media hora antes del inicio de la película.

Abril ha llegado dos minutos antes de la hora, así que solo he tenido que esperarla dieciocho minutos. Esos dos minutos extra son mi premio por llegar antes. Son dos minutos más que pasaré con ella. “Pero no estás enamorado”, diría Lydia para burlarse de mí.

—Izan, ¿estás ahí? —me pregunta en uno de mis muchos momentos de quedarme bloqueado. No estoy dando la talla como compañero de cine. Estamos en la cola de las palomitas.

—Sí, perdón, es que estaba pensando que el actor de voz de Luigi en castellano me suena mucho —por ejemplo.

—¿El de Luigi? A ver… —saca el móvil para mirar el tráiler—. Ah, sí, lo tengo escuchado de muchos sitios. Es Cuphead, ¿no?

—¡Cierto! Es verdad. ¿Has visto esa serie y jugado al juego?

—Al juego no he jugado —dice Abril—, pero Izan... Estás ante una cinturón negro de series de dibujitos occidentales. No hay edad límite para dejar de disfrutarlas.

—Yo he visto pocas.

—Mi favorita es Gravity Falls —dice ella con los ojos iluminados.

—No la he visto.

—¡¿No has visto Gravity Falls?! Izan, tengo que educarte. Un día la empezamos juntos y ya cuando te enganches la sigues tú si quieres. Y si lo tienes, tú me enseñas el juego de Cuphead. ¿Es cooperativo? ¿Lo tienes disponible?

—Sí... A las dos cosas.

—Vale, yo soy Cuphead. ¡A ti te pega Mugman!

El corazón vuelve a golpearme desde dentro. Tenemos pendiente lo del juego con un personaje de fuego, y ahora también comenzar una serie juntos y jugar a otro juego largo y cooperativo. Es una pena que la predicción del sábado que viene sea la pelea entre Lydia y Estrella que me hará estar con Lydia todo el día, porque hubiese sido un momento perfecto para quedar con Abril. Y el sábado después de ese seguro que quedo con Abril, pero para que me consuele por lo de la muerte misteriosa. Por culpa de este calendario, no puedo ilusionarme con la posibilidad de quedar con Abril dentro de muy poco y hacer todas esas cosas que hemos ido dejando en el aire.

Después de la cola y de comprar palomitas y bebidas, entramos en la sala con bastante antelación. Antes de que empiece la película nos dedicamos a hablar sobre todo lo que sabemos cada uno sobre los videojuegos de Mario, para ver quién es más fan y quién podrá entender y explicar más referencias. Creo que el resultado será que nos podremos complementar bastante bien, porque yo conozco mucho mejor la etapa clásica y la rama principal, y ella los nuevos y los spin-off.

Vemos la película. Paso uno de los mejores ratos de mi vida. La película me ha gustado mucho, pero lo que más recordaré es todas esas veces en que ella se reía a carcajadas y yo la miraba. Otras veces nos reíamos juntos y a veces me daba algún golpe. Se ríe de una forma muy llamativa, a veces incluso bota en el asiento. Es una risa preciosa y divertida.

Cuando la película termina, me dice que estoy obligado a cenar con ella para comentarla y que me saldrá gratis.

—¡Que no! Cada uno se paga lo suyo.

—Izan, déjame invitarte. Por el buen rato que hemos pasado juntos, ¿vale?

Todavía no me creo que todo esto esté pasando por haberme ido a Madrid. Lo más probable era que me tratase como alguien loco y desesperado, ¿no? Pero ella no lo ve así, y yo tampoco. Bueno, yo un poco, pero cada vez menos.

—Ha sido un día muy guay —me dice cuando ya nos estamos despidiendo.

—Tenemos pendiente lo de empezar Gravity Falls —digo. No quiero que un día como hoy se acabe, y mi único consuelo es pensar ya en los siguientes.

—¡Es verdad! Y lo de crear a un personaje que sea yo, pero de fuego, que no me he olvidado.

Que todavía recuerde eso es algo que me hace muy feliz.


Cuando llegamos a la zona en que se separan nuestros caminos, charlamos media hora más y luego llega el momento de la despedida. Abril me da un abrazo muy largo y luego me da un beso, también largo, en la mejilla. Si hubiese una cámara y la gente estuviera viendo esta escena, no sé si pensarían que este era el momento perfecto para intentar besarla, o para decirle lo que siento por ella, o si mejor no hacer nada y seguir así. Yo no lo puedo saber, pero si sé que, tal y como estamos, por ahora ya estoy feliz. No quiero perder lo que tenemos ahora y tampoco sé si estoy capacitado para intentar una relación estable. No después de lo de Nora.

Por ahora dejaremos las cosas así, pero… Quién sabe lo que pasará en el futuro. Lo de hoy no sé si es una cita o dos amigos quedando para ir al cine. También me hace dudar el hecho de que Abril me haya querido invitar a todo. ¿Le motiva más la pena por mi gasto en Madrid, o el querer pasar una tarde así conmigo? En cualquier caso, hemos terminado como amigos, así que no sé si es una cita o no. Estoy muy verde en estas cosas.

Sea como sea, yo vuelvo a casa feliz y recordando todos los momentos bonitos vividos el día de hoy. Siempre recordaré el ocho de abril como uno de mis mejores días.

Pero, de nuevo, vuelve a pasar. Aunque todo es feliz al pensar en lo que ha pasado hoy… Ha vuelto ese olor. ¿Qué es? ¿Por qué un olor que no sé identificar me avisa de que algo no está en su sitio?









36 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Epílogo y texto final

Epílogo: Más allá del calendario Este es el final de la historia. La historia que Izan ha vivido durante todo un año. La historia de doce...

Jueves 29 de febrero de 2024

Capítulo 366 Todos miramos a Oliver. Su frase se ha quedado a medias. —¿Oliver…? —pregunta Anna. —¿Qué? —pregunta él, con una expresión...

Miércoles 28 de febrero de 2024

Capítulo 365 A (Parte 1) CDLS al completo en el templo “Eso no ocurrirá. Y ya no importa de quién sea la otra letra. Acabaremos hoy, pase...

Comments


bottom of page