Capítulo 276
Conversación difícil con Dana
“Todo es difícil a estas alturas, pero me duele muchísimo lo de Dana.”
Hoy he pedido que me dejen teletrabajar, y así me he tomado el día con algo más de calma para iniciar la semana. Es un pequeño privilegio que solo tengo los viernes.
Comento algunas predicciones con Lydia, pero no nos funciona la cabeza. Es normal, teniendo en cuenta la batería de amenazas e información confusa que recibimos ayer.
Intento averiguar de quién es la letra del día cinco. Me puede sonar, pero no la tengo ubicada ahora mismo.
—Si te suena, será de alguna de las notas secretas que has recibido alguna vez, ¿no? —dice Lydia.
—Claro… Es muy posible. Me sonarán más esas que las letras de mis amigos.
Reviso las notas y puedo confirmar que sí, que hay una coincidencia con una.
—No me jodas… Mira. Es la misma letra, ¿no? —digo, comparando la predicción con la nota que pedía que impidiera la relación entre Iris y Eric, para luego arrepentirse de esa petición.
—¡Es verdad! ¿Qué sentido tiene eso? —dice Lydia, arrebatándome el calendario de las manos—. ¿Esa persona te ayuda con lo de Frank? Y eso es ya mismo, la semana que viene. Qué fuerte…
—Es Saúl —digo, sin pensar.
—¿Sí? ¿Cómo lo sabes?
—¿El qué? —pregunto.
—Que como sabes que la letra es la de Saúl.
—¿La de Saúl?
—Izan… ¿No es eso lo que acabas de decir?
—Sí, creo que sí.
—Madre mía, qué mal estamos, te lo juro…
—Sí…
¿Por qué he dicho que es la de Saúl? Bueno, si lo pienso, puede tener sentido… La persona que acosó a Iris decía ser mi amigo, y ahora se siente con confianza para ayudarme con lo de Frank. No entiendo qué tiene que ver Saúl con Eric o Iris, pero… Me podría cuadrar.
Lydia aumenta sus ganas de sacarle la verdad a golpes a Saúl, y yo estoy cada vez más confuso, y más si lo sumamos con la predicción del día seis…
Después de comentar bastantes predicciones, llamo a Dana para preguntarle si puedo hablar con ella. Acordamos quedar en casa de Dana, y Lydia aprovecha para volver a la suya.
Al llegar, Dana me abre la puerta sin saludar y vuelve a su sofá. Está a oscuras, con todo desordenado y en mal estado. Ella se encuentra en el peor estado de ánimo que le he visto hasta la fecha. Creo que todavía está esperando a Martí…
—¿Qué tal el calendario de este mes? —dice.
—Hay cosas complicadas. Sale bastante Olivia… Y también hay una predicción que pone que es el fin de los VDLS.
—¿Sí? Yo pensaba que estábamos acabados desde hacía bastante tiempo. Desde que Olivia mató a Rojo.
—Sí. Ya veremos lo que significa, entonces.
—Así que una conversación difícil conmigo, ¿no? ¿Qué me contarás? Seguro que tú estuviste cuando mataron a Manuel, así que… A lo mejor sabes lo que le pasó a Martí.
—Sí… —digo, y luego caigo en lo que me acaba de decir—. Espera, ¿conocías a Manuel?
—No. No conocía a Manuel Merino personalmente.
—Manuel Merino… ¿Manuel Merino?
Merino… Vaya. Recuerdo que Pablo Merino tenía contactos con la policía. Recuerdo, también, que Pablo lleva muy mal varios días. Eran familia…
—Me siento culpable, Izan… Estoy segura de que Pablo le habló a Manuel de mí y que, tirando de ese hilo, es que Manuel pasó a ser el topo de Frank. Si yo no hubiese estado en la ecuación… A lo mejor nunca lo hubiesen matado.
—No sé, Dana… Si Manuel quería dar información a alguien, lo iba a acabar haciendo. Y… Espera, entonces, ¿sabías que Frank sí contaba con un topo?
—Lo supe la semana pasada. Pablo sí que lo sabía. Frank fue un mentiroso conmigo.
—Sí, conmigo también… En varios temas.
—Es increíble que estuvieras presente cuando murió Manuel. Eso no lo sabía, solo lo he pensado porque llevas muchos meses metido en todos los fregados posibles, y suponía que Salvador y los Abad empezaban a apretarte más de la cuenta desde que empezaron las amenazas…
—Ahora que los mencionas… Los hermanos Abad murieron ese día también, ¿lo sabías?
Dana cambia la cara por fin. La he impactado con esa noticia.
—¿Víctor y Lucas? ¿De verdad? ¿Quién los mató?
—Bueno… Fue algo complicado, pero… Podríamos decir que fue una jugada de Salvador Santalla al sospechar que esa familia quería traicionarlo.
—Se han cargado a los Abad… Es increíble. Aunque hubiese preferido que se muriera Salvador.
—Oye, Dana...
—¿Mataron a alguien más? —pregunta, con una voz que denota haber asumido que le diré que Martí murió también ese día. Pero no le diré eso… Le diré la verdad.
—Escucha, por favor…
—Dime sí o no. ¿Murió alguien más?
No voy a contestar a eso. Si le digo que sí, estaría mintiendo. Si le digo que no, durante un momento, tendrá esperanzas de que Martí regrese con ella.
—Martí no volverá —digo. Creo que es lo mejor para que no se haga ilusiones de ningún tipo.
Dana intenta contener las lágrimas. No puede hacerlo. Me mira con desesperación.
—¿Estás seguro…?
—Dana, me he planteado si mentirte y decirte que está muerto. Sería mucho más fácil eso…
—¿Qué quieres decir…?
—Mira, escucha con calma… Es algo complicado, y…
—¡Deja de marearme y dímelo rápido! ¡De una sola vez, por favor!
Cierro los ojos. Sí, creo que decirlo rápido es lo mejor, o lo estropearé más.
—Martí es el que mató a Manuel. Lo hizo porque nunca fue un rehén. Martí trabaja para Salvador Santalla, y estaba contigo porque te estaba vigilando.
Dana se queda paralizada. Ahora me arrepiento de haber sido tan brusco, pero… No se me ha podido ocurrir ninguna forma que fuese mejor que otra.
—Lo siento… —digo—. Lo vi claramente, y me lo dijeron ellos mismos antes de irme.
Sigue sin contestarme.
A veces noto que niega con la cabeza, con la velocidad de un espasmo. No llora ni reacciona, solo se ha paralizado.
Yo tampoco quiero decir nada más. Entiendo que esté así, y no creo que me escuche si añado más cosas. Solo puedo esperar en silencio.
A lo mejor tenía que haber partido en dos o tres tramos la información. Le he dicho muchas cosas de golpe…
Casi un minuto después, me contesta.
—No te inventarías eso —dice—, pero… Te pueden haber engañado, ¿no?
—No lo sé. Pero que mató a Manuel es algo seguro. Fue por orden de Salvador, claro, pero… No dudó ni un segundo.
—No.
—Lo siento…
—Yo conozco a Martí. Sé que no puede ser.
No puedo contestar a eso.
—Te han podido engañar, a lo mejor, ¿no?
—No creo. De hecho, las naranjas que cultivaba Martí eran las mismas que comía Salvador. Huelen diferente de las naranjas normales, así que…
—¿Las naranjas? ¿Me tomas el pelo? ¿Esa es la prueba? ¿Las naranjas de Martí huelen igual que las de Salvador? ¡¿Te estás quedando conmigo o qué?!
—Dana, por favor… Lo de las naranjas también me lo confirmó el propio Salvador, y solo te lo digo por añadir algo más. ¿Cómo puedo saber si no que Martí cultiva naranjas? Y, da igual… Lo que sí te puedo asegurar es que yo vi todo eso que te he dicho.
—Pues no me fio. Vete a tu casa y piénsalo un rato, anda. Te pueden haber engañado de muchas maneras. Va, mejor te largas un rato. Va.
—¿Seguro que quieres que me vaya?
—Sí, vete. ¡Vete!
Sin decir nada más, me levanto y salgo corriendo de allí.
No sé si lo he hecho mal. No sé si había una forma mejor de decir las cosas. Pero si tan malo era decirle que murió, como decirle la verdad… Elijo la verdad.
Lo siento mucho… Ojalá pueda traerte a Martí para que tú misma puedas hablar con él, pero lo dudo mucho.
Me ha faltado darle el último mensaje que Martí me encargó para ella, pero creo que no era el momento. Tal vez lo haga en un futuro… Pero no creo que sea relevante que Dana sepa que Martí no la odiaba, porque él solo es un asesino y un mentiroso. O tal vez le otorga algo de consuelo. No tengo ni idea… Ni me veo en condiciones para pensar en ello.
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