Capítulo 255
Nos estamos metiendo en un terreno…
“Dime en qué terreno. Así me voy preparando para lo que tenga que venir.
No me lo dirás, claro. Te gustan las frases crípticas. Ya nos vamos conociendo.”
Lo que da forma a la predicción de hoy es una llamada que recibo de Dana al mediodía.
—No te pillo trabajando, ¿no?
—No. Dime, Dana.
—¿Está Frank contigo? Quería hablar con los dos.
Le hago una señal a Frank y pongo el manos libres.
—Te escucho —dice Frank, sentándose a mi lado.
—¿Habéis molestado a la familia Abad?
—Mierda… —decimos Frank y yo a la vez. Me ha salido con su mismo tono.
—Me lo tomaré como un sí…
—¿Ha pasado algo? —pregunta Frank.
—Me han amenazado. Bueno, os han amenazado, pero lo han hecho a través de mí.
—Pero si llevan toda la semana amenazándome… —digo, con los brazos caídos, desesperado, harto de respirar.
—No sé quién te ha amenazado, pero no creo que lo haya hecho Víctor Abad. Él solo lo hace cuando se moviliza. Y parece que lo ha hecho.
—¿El jefe se ha empezado a movilizar? —pregunta Frank—. ¿Por qué dices eso?
—Me han amenazado mediante uno de sus hombres, de forma medio anónima, pero yo sé quién es. Ellos no saben que tengo el perfil de algunos de sus “hombres invisibles”. Gente a la que usan para que no puedan ser delatados. Tenía la investigación muy avanzada, pero, para lo que me va a servir… —hace una pausa, y nosotros no sabemos si intervenir o no—. El caso es que sé que la amenaza vino de parte de Víctor Abad. Quiere que dejéis en paz a su familia. Me ha mencionado vuestros nombres.
—Ayer tuvimos un encontronazo telefónico con Lucas, pero no tenía nada que ver con las mierdas de Víctor —dice Frank.
—Eso ya le molestó, pero… Creo que ese no es el único tema. Sospecha de Izan porque dice que últimamente está hablando con personas con las que no tendría que hablar. No me ha dicho nombres, claro, pero se referirá a Salvador Santalla, a Enzo, a Olivia… La verdad es que no lo sé con certeza.
—¡Como si yo hubiese querido algo de eso! —grito.
—Y de ti, Frank… Dice que cree que has empezado a moverte y a intentar sacar información de un posible topo. Creo que eso no está confirmado, pero me han dicho que no lo intentes más. También me han pedido que, si yo sé quién es el topo, se lo diga… Porque si descubren quién es y descubren que yo lo sé, entonces tendré problemas —Dana carraspea—. Perdón, se me seca la garganta al hablar de esto… A ver, por suerte, no tengo ni idea de quién es ese topo, y, si tú sí que lo sabes, ¡entonces no me digas nada! ¿De acuerdo?
—Claro, claro… —dice Frank.
—¿Te estás metiendo en temas de topos, Frank? Dime solo eso. No eres tan idiota, ¿no?
—No, tranquila.
—De acuerdo. A Izan ni le pregunto. Sé que todo lo que te pasa te lo encuentras, no hace falta que me lo jures.
—Gracias… Muy considerada.
—Por favor, portaos bien. Creo que ahora están en movimiento porque quieren dar no sé qué golpe y retirar a algunos de sus veteranos. Algunas de mis fuentes me dijeron eso hace poco, pero no quiero saber nada. Si se retiran los peces gordos, pues genial. Ya no será problema nuestro. Con un poco de suerte, Víctor y Salvador dejarán de hacer cosas. Ya tienen bastante dinero, hostia…
—No te preocupes, Dana. Descansa —dice Frank.
—Gracias por el aviso —añado yo.
—Mucha suerte —dice Dana, y cuelga.
Me desplomo contra el sofá y miro al techo.
—No me gusta cómo está sonando todo esto… Ya ni me acuerdo de lo que es vivir tranquilo…
Frank no contesta, así que me giro hacia él. Veo que está con una mano en la cara, agachado, negando con la cabeza.
—¿Qué te pasa? —pregunto.
—No entiendo cómo han sacado tan rápido lo del topo… Creo que la he cagado, Izan…
—Ah, que era verdad… Genial.
—Fue antes de que me dijeras que no moviese ni un dedo porque Salvador te amenazaba. Empecé a mover algunos hilos, y… Joder. Quiero que caigan, Izan. Necesito que caigan. Han jodido la vida de demasiadas personas, ¿entiendes?
—Pero, Frank… Es que a lo mejor nos estamos metiendo en un terreno que no toca, ¿no te parece?
—A lo mejor… Joder. Puta mierda. Ahora no sé qué hacer con mi contacto. Teníamos que seguir compartiendo información como mínimo una vez más. Puedo decirle esto, pero… Empiezo a dudar de si es una trampa. De si me quieren joder. De si es alguien que solo está ahí para comprobar si me quedo calladito después de una amenaza.
—¿No te fías de tu topo?
—Pues, hasta hace poco, me fiaba muchísimo de él. Pero ahora me doy cuenta de que no me puedo fiar de nadie. De que, a lo mejor, se me ha quedado cara de gilipollas. No lo sé, Izan… No lo sé.
No se me ocurre nada para añadir. Me tengo que ir a trabajar en unos minutos, y Frank se quedará aquí, pensando. Quiero seguir confiando en su criterio y en que hará las cosas bien, pero… Creo que nunca lo había visto tan sobrepasado y con tan poca confianza.
Me he acostumbrado a vivir con el miedo enquistado en el pecho. No creo que seamos conscientes de dónde nos estamos metiendo…

Comments