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Viernes 5 de enero de 2024

Joel Soler

Actualizado: 6 ene 2024


Capítulo 311


A Anna le encanta el regalo


“Hoy voy a poner en práctica un truco sobre lo que aprendí ayer. Ha sido idea de Alex.”



    Ayer le expliqué todo a Lydia, Frank y Alex. Por las caras, se notaba que Frank ya conocía casi toda esa información, pero yo sigo sin preguntarle nada. En cambio, Lydia y Alex estaban que daban saltos. Lydia empezó a pensar en todas las veces que las predicciones se han cumplido y en cómo el truco de los reinicios fue la clave. También me pidió perdón por todas las veces que me metió la bronca por hacer caso al calendario, aunque puso algunos “peros” a sus disculpas, como que al final seguro que fueron pocos reinicios porque me dejaba con mucha facilidad.

    Alex, por su parte, pensó muchísimo en cómo usar eso a nuestro favor de cara a las siguientes predicciones. Lo primero que pensó fue en cómo aplicarlo para una de las siguientes, y por eso, aunque el regalo lo iba a comprar ayer por la tarde, lo estoy comprando hoy por la mañana. Según Alex, para que la predicción se cumpla, tengo que comprar un regalo nuevo este día, y no antes. Así, con cada reinicio, tal vez compre un regalo nuevo y consiga por fin dar con la tecla.

    Yo no tengo ni idea de si eso funciona realmente así, ni de cuánto cambian las realidades según el reinicio, pero Alex se está frotando las manos ahora que puede entender mejor cómo surfear las predicciones.

    Por lo tanto, sin saber si el regalo que le he comprado es el primer intento, el quinto o el décimo, le digo a Anna de quedar después del trabajo.

    Es una pena, porque hoy es la cabalgata de reyes, pero durante ese horario voy a estar trabajando. De hecho, hoy es un día de muchísimo trabajo en la cafetería, ya que todo el mundo estará por la calle, y mucho más después de la cabalgata. Encima han faltado varios trabajadores, una por gripe, otra por gastroenteritis y otro por Covid. El completo. Vamos, que me toca cubrir turno y trabajar mucho más. Creo que me voy a dejar la salud yo también en esto.

    Lo raro es que, mientras trabajo, tengo una especie de fogonazo. Un recuerdo que no es real, o al menos no lo es en esta realidad.

    Me he imaginado teniendo una cita con Anna en la cabalgata… Consiguiendo muchos caramelos, por lo menos ella, que tiene mucha habilidad para eso. Yo, en cambio, era super torpe, y todos los demás cazadores de caramelos eran más rápidos que yo. En ese recuerdo no llueve, pero hoy sí que llueve un poco.

    ¿De dónde sale ese recuerdo? Si en las otras líneas cercanas a esta también trabajo, yo no he podido ir con Anna a una cita así. ¿Cómo encaja con todo lo que aprendí ayer? ¿Viene de una línea que se separó hace muchísimo más tiempo? La verdad, pensaba que lo estaba entendiendo, pero esto me hace perder un poco la confianza en mí mismo…

    O a lo mejor es que este recuerdo es del todo falso, y a mí ya no me funciona la cabeza. Vete a saber.

    Después del trabajo quedo con Anna para darle el regalo.

    —Así que un regalito porque lo dice el calendario… —dice Anna, con una sonrisa cómplice.

    —Sí y no —digo—. Es difícil de explicar… Pero si yo escribí esto, es porque alguna vez lo escribí pensando en que ya te lo había regalado. No sé si había un calendario involucrado o no. Ahí me pierdo. Pero te lo quiero dar… Porque es tu… ¿Regalo de reyes?

    Anna se ríe. Creo que le encanta mi torpeza, o eso es lo que interpreto.

    Sin decir nada más, le quita el envoltorio al regalo.

    Es una taza de un personaje que no conozco muy bien, pero que sé que le gusta. Lo sé porque me fijé una vez de refilón en que sacaba del bolso sus llaves, y tenía cosas de ese personaje.

    Para que la predicción se cumpla, yo tengo que notar que el regalo le ha encantado. Si lo que noto es una sonrisa por cumplir, querrá decir que el mundo se reiniciará, ¿no?

    Pero parece que yo no veré eso…

    —¿Anna…?

    Está sonriendo, y está llorando. Lo contiene un poco, pero está desarmada.

    —Perdón… No te asustes —dice.

    —No, no me asusto, pero no esperaba una reacción así. Era solo un detallito…

    —¿Por qué has elegido a este personaje?

    Mierda. Espero no haberla cagado. A lo mejor me dijo que ese personaje le recordaba a un ex malvado o algo así, y no lo recuerdo.

    —Bueno… He visto que tenías algunas cosas de ese personaje, y supuse que te gustaba. No sé ni cómo se llama, pero cuando lo vi en la tienda, dije: anda, mira, ese le gusta a Anna.

    —¿Ves? A eso me refiero —contesta, todavía más feliz. Yo estoy algo desubicado—. No te das ni cuenta. Eres monísimo.

    —Ah… ¿Sí?

    —Izan, ¿sabes por qué llevo estos pañuelos? ¿Y por qué no quiero decir el significado de ninguno?

    —No estoy seguro…

    —Ven, vamos a dar una vuelta.

    Anna me coge del brazo y caminamos por las calles mojadas y todavía iluminadas por la Navidad, pisando todos los envoltorios de caramelos y el confeti que ha dejado atrás la cabalgata de los Reyes Magos.

    —Es una tontería —dice—. Crecí en un ambiente muy competitivo, pero yo, si te digo la verdad, no soy nada competitiva. Mis tíos sabían acomplejar muy bien a mis padres, restregando su superioridad en todo lo que hacían. Nunca entendí por qué quedábamos tanto con ellos si mis padres siempre terminaban cabreados y pasándolo muy mal. Supongo que era por mi abuela, que todos la queríamos mucho, y ella quería que la familia se juntara. El caso es que, por culpa de eso, mis padres se obsesionaron con demostrar que yo era mejor que mis primas. Era en lo único en lo que sentían que podían ganar, ya que teníamos menos dinero y menos logros, pero yo me portaba mucho mejor que ellas.

    —Vaya… ¿Y tú cómo te llevabas con esas primas?

    —Pues eso es lo peor. Yo me quería llevar bien con ellas, y más o menos, así era … Según el día. Vamos, que había días en los que todo iba bien, y días en los que estaban tan presionadas y nerviosas que, bueno, me trataban un poco peor. Yo sabía que era porque venían frustradas por culpa de los capullos de mis tíos.

    —Supongo que a veces con la familia pasa eso… Aunque con la mía no, porque siempre eran igual de pasotas e inmaduros.

    —A mí me frustraba muchísimo…

    —¿Y cómo te llevó eso a llorar por el muñeco de la taza o a crear la leyenda de los pañuelos de colores?

    Al preguntarlo así, Anna empieza a reír.

    —Claro, parece que esté hablando de cosas que no tienen nada que ver —dice, todavía riendo.

    —¡No, no! Solo me quiero asegurar de que no me he perdido ya.

    —Qué va. Tú eres mucho mejor escuchando que la mayoría, aunque no te lo creas.

    —¿Cómo sabes que no me lo creo? ¿Te lo he dicho?

    —No necesitas decírmelo. Me doy cuenta yo sola.

    —Es verdad… Siempre he pensado que tienes la capacidad de leerme la mente.

    —Pues un poco, sí. Y sin magias raras.

    —Te agradezco eso último. Estoy un poco harto de magias raras.

    Anna hace una pequeña pausa. Está lista para retomar el tema.

    —Una vez, en uno de esos días en los que mis primas venían frustradas… Yo le dije a mi prima pequeña que tenía el pelo muy bonito, y que el adorno que se había puesto le quedaba perfecto porque representaba una canción que tenía toda su energía. Era algo que para mí fue fácil de notar, pero mi prima no vio venir que yo diría todo eso. Cuando lo hice, puso una cara de ilusión… Se le desencajó la expresión, vamos.

    —Tú siempre haces esas cosas. Es un don que tienes.

    —Sí, así lo veo yo también. Creo que mi prima también. Y en cuanto a mi otra prima, la mayor, ella estaba explicando cómo hizo un trabajo en el colegio y cómo el profesor le había dicho que se había dado cuenta de cosas muy complicadas, pero, como cometió un error en una cosa técnica, no sacó un diez. Yo, en cambio, supe explicar a mis padres y a mis tíos por qué su trabajo era mejor que un diez.  

    —Eres increíblemente buena.

    —Pues no supe por qué pasó, pero a mis padres les sentó fatal. Nunca me supieron explicar el motivo. Ahora, con los años, entiendo más o menos que lo único que pasó es que reforcé que mis tíos se siguieran sintiendo superiores… Y mis primas un poco también. No sentí que ellas fueran capaces de hacer lo mismo por mí, aunque tampoco lo buscaba, la verdad. Pero, no sé… Me dio mucha pena. Yo las hice felices ese día, con cosas que sus padres nunca les darían. Sin embargo, solo me quedé lo malo. Eso me llevó a un intento desesperado por dar pistas a la gente sobre mis logros o sobre mis sentimientos. Tuve una época muy loca con eso, Izan. Todo el tiempo lanzaba indirectas a todo el mundo solo para que alguien hiciese por mí lo mismo que yo por mis primas.

    —Ya veo… ¿Alguien lo hizo?

    —Solo una persona. Una que ya no está. Mi abuela, la única razón por la que la familia seguía llevándose bien. Pocas semanas antes de morir, en mi enésimo intento de llamar la atención, me puse un pañuelo y pensé “esto significa que estoy reivindicando mis derechos”. Mi abuela me vio y me dijo exactamente eso. Me dijo que lucía reivindicativa y fuerte. Que parecía una luchadora. También me dijo que me quedaba muy bien.

    —Hostia… El origen de los pañuelos.

    —Desde ese día, para mí, que se den cuenta de estas cosas me da la vida. No solo del significado de los pañuelos, si no de cualquier cosa relacionada con lo que me gusta o lo que me importa. O con como me siento, ¿sabes? Son cosas que no me gusta decir, pero que me pone muy feliz que la gente se tome la molestia o el interés de fijarse en lo que me importa.

    —En que hagan por ti un poco de lo que tú siempre haces por nosotros, ¿verdad?

    —Sí… Un poquito, solo. Aprendí a llevarlo de la forma más sana que pude, te lo prometo. Ya no estoy obsesionada como antes. Pero… No puedo evitar morirme de felicidad las pocas veces que pasa.

    —Y te ha sorprendido que me diese cuenta de lo de ese personaje.

    —Sí. Nunca lo había comentado con nadie. Hay cosas que me gustan y se sabe, sobre todo si vienes a mi casa y ves qué tipo de objetos, utensilios, figuritas o posters tengo. Pero este en concreto era algo mucho más privado. Solo se daría cuenta el que se fije en detallitos muy pequeños. Tú lo hiciste, y me compraste la taza sin preguntar. Por eso lloré.

     Vaya. Es increíble cuánto he dado en el clavo sin darme cuenta. Pero ahora la entiendo mucho mejor. Veo mejor cómo piensa y entiendo mucho mejor lo de los pañuelos. Y, sabiendo esto… Lo que más quiero es tomarme el tiempo y el esfuerzo de conocerla muchísimo más. Sin que ella me cuente nada y sin que mis recuerdos extraños me digan nada. Yo, fijándome, como ella quiere.

    Pero no es tan fácil… Lo que pasó con Abril todavía me tortura, y me hace sentir que yo no tengo derecho a nada de esto.

    Y lo de los recuerdos de otra vida todavía no me lo puedo quitar de encima…

    Aunque, para eso último, tal vez empiece a poner solución mañana.

    Y con Anna… No sé cómo será el futuro con ella, pero, por hoy, lo único que me importa es que la he hecho feliz. Lo demás ya se verá.



Archivo secreto 3: Los pañuelos de Anna

    Esta es la colección completa de pañuelos de Anna, y los significados de cada uno de ellos.

    Serán nombrados en el orden en el que fueron adquiridos.


1-Lila/lavanda

    Fue el primero que consiguió de pequeña. Lo lleva para reivindicar sus derechos, tener una actitud luchadora y dejar las cosas bien claras. Su abuela fue la que se dio cuenta de esto y, además, le dijo que le quedaba muy bien.


2-Rosa

    Se compró el rosa poco después de la escena con su abuela. Quería que fuese el principal, mostrando una actitud optimista, feliz, ingenua y casi infantil.


3-Amarillo

    Una vez, en grupo, se volvió el alma de la fiesta y la más graciosa del lugar. Para materializar eso, compró el pañuelo amarillo, con el que se siente graciosa y tontísima.


4-Turquesa

    Se enamoró de un chico de su clase en secundaria, y se compró el pañuelo turquesa para representar el sentimiento de estar enamorada, tierna y débil. Cuando se le quitó la tontería con aquel chico, quiso darle un significado extra al turquesa, añadiendo el sentirse muy cariñosa a la definición.


5-Azul clarito

    Como se ponía triste muchas veces, buscó expresamente un pañuelo para representar todas esas veces en las que predominaban la tristeza y la vulnerabilidad.


6-Purpura chillón

    Este color era el que usaba su cantante favorita, y el día en el que pudo verla en concierto, se compró este pañuelo. Desde entonces, lo usa cuando está en modo fangirl, muy emocionada y dando saltos.


7-Verde pastel

   En un trabajo de grupo en la que ella era la líder, se sintió mucho más madura y seria cuando se compró este pañuelo, que usará cuando lleve las riendas con una actitud tranquila y respetable.


8-Naranja

    En momentos de inseguridad, recurre al naranja para expresar que está muy cauta. También lo usa cuando desconfía un poco de las palabras de alguien que le importa.


9-Cuadros rojos y verdes

    Con los amigos de más confianza, a veces muestra una faceta servicial, cuidadora, sintiéndose responsable de ellos. Es un pañuelo que usa mucho más de la cuenta, especialmente con Oliver y Lydia, sus dos amigos de confianza que ha sabido mantener más en el tiempo.


10-Rojo

    Anna suele contenerse un poco cuando habla, y filtra algunos pensamientos, excepto si lleva el pañuelo rojo, que se lo compró para tener un pequeño espacio en el que dejar de contenerse y hablar sin ningún tipo de filtro.


11-Azul marino muy oscuro

    Una vez la tristeza fue tan grande que no era suficiente el anterior pañuelo azul. Este otro sirvió para representar una tristeza mayor, acompañada de decepción.


12-Verde lima chillón

    Es el color de la esperanza, siempre que tenga ese tono. Eso dice ella. Lo lleva cuando quiere que las cosas vayan bien. Es su forma de manifestar la esperanza por algo en concreto.


13-Malva apagado

    Se lo regaló Lydia para un cumpleaños, y decidieron buscarle un significado entre las dos. Como en aquella época estaban juzgando una trama amorosa de un exnovio tóxico de Serena, decidieron que ese pañuelo sería su faceta de detective, de observación y de juzgar. Lo usa también cuando quiere hacerse la misteriosa o cuando es demasiado precavida, pero de una forma mucho más mental que la forma cauta del naranja, que es más vulnerable y emocional.


14-Marrón tirando a beis

    Anna siempre ha querido estar acompañada de mucha gente, pero recientemente ha aprendido a valorar su tiempo a solas. Cuando se siente cómoda, culta, capaz de pasar un tiempo a solas haciendo alguna actividad tranquila consigo misma, suele llevar este pañuelo.


15-Blanco

    Hay veces en las que no quiere mojarse ni opinar. Cuando eso pasaba, optaba por no llevar pañuelo, pero llegó un punto en el que no llevar nada era como no ser ella misma y sentirse muerta en vida, así que se compró el blanco para seguir llevando un pañuelo incluso en esos momentos en los que no tenía opinión y se sentía una persona maleable.


16-Azul con flores color rosa y turquesa

    Su adquisición más reciente. Un regalo de Izan. Cuando Anna esté triste, pero empiece a recorrer el camino de recuperarse y empezar a ver brillos de alegría, este será el pañuelo adecuado para dejar claro que está poniendo todo su ser en recorrer ese camino.






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