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Miércoles 22 de noviembre de 2023

Joel Soler

Actualizado: 24 nov 2023


Capítulo 267

Quemo la planta

“Vale, ¿qué es LA planta?”



Ayer fue un día complicado de digerir. Me parece que Flora no está en ese peligro, en el mismo que Nora, al menos por el momento… Pero sí que nos dejó claro que Lydia estaba amenazada y que en febrero podría morir. También hay algo raro entre Salvador y Lucas… ¿Tendrá que ver con Víctor Abad intentando atacar a Salvador?

Al llegar a la oficina, veo que hay una maceta con una planta en las mesas donde trabajamos mi equipo y yo.

—¿Y esto? —digo.

Mi compañera aparta un momento la pantalla del ordenador y mira a la planta con los ojos cansados.

—Ni idea. Me acabo de enterar de que eso está ahí.

—Qué va, no estaba —dice otro compañero, con la misma cara de aburrimiento. Estos dos son la alegría de la oficina. No sé ni cómo se llaman.

—Bueno, pues nada. Una planta.

Me hago el tranquilo, pero, sabiendo cuál es la predicción de hoy… ¿Yo quemaré esa planta?

Me quedo mirando la planta toda la mañana. Estoy agobiadísimo. No puedo pensar en otra cosa. Si la quemo ahora, en mitad de todo esto, podría ocurrir algo jodido.

Se supone que tengo que concentrarme, porque esta semana, Pablo Merino lleva una campaña que termina mañana y que tenemos que conseguir que salga bien, porque viene de parte de un cliente importantísimo. Habrá comisiones generosas si sale bien, dicen. De hecho, el calendario ya me indica que tendremos éxito en la campaña, pero la idea es que yo sea partícipe de ese éxito y se me tenga en buena consideración.

Para la hora de irme, decido quedarme un rato más. Estoy obsesionado con la planta. No paro de pensar en que arderá en cualquier momento.

Solo quedamos un compañero y yo. Él va un momento al lavabo y, aprovechando que nadie me ve, recojo mis cosas, me despido con un grito y me llevo la planta conmigo a escondidas.

Compro un mechero en un estanco que hay cerca del parque, y quemo la planta en una zona en la que sé que no se propagará el fuego.

Me siento idiota haciendo esto, pero creo que es lo mejor, ¿no? O sea, si la planta se quemará sí o sí, porque lo dice el calendario, pues mejor hacerlo en una zona controlada.

Vuelvo a casa y me tumbo a leer el relato mensual del zodiaco. Hoy toca sagitario.



Anda… Había un relato dentro del relato. Tiene gracia. En fin, creo que este lo reflexionaré con calma. Pero ahora me tengo que centrar solo en dos cosas: en seguir trabajando en la campaña de Pablo Merino… Y en prepararme para darle una buena respuesta a Víctor Abad este domingo.



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Capítulo 267

Quemo la planta

“A lo mejor me pongo a quemar plantas porque vuelvo a ser tan idiota como en junio… Lydia estará de acuerdo con eso.”



Ayer fue un día horrible. Me arrepiento muchísimo de no haberle contado a Lydia lo de Flora. Ahora me odia, y con toda la razón del mundo. Además, es que soy como un libro abierto, y sabe lo mucho que tiene que ver el secreto que le estoy guardando a Nora…

Mientras trabajo, cuando llevo ya como dos horas en mi mesa, me doy cuenta de que hay una planta que ayer no estaba. ¿Será la de la predicción de hoy?

No le hago mucho caso.

Me quedo hasta el final de la jornada al completo, hasta el punto de irme a la vez que el último de mis compañeros.

Me hubiese gustado quedarme un poco más para terminar el original que se tiene que imprimir en físico, pero no me da la cabeza, y, además, la impresora de la empresa es una mierda. Ya lo haré en una copistería por la tarde.

Antes de irme, mi compañero, que iba un poco adelantado, se detiene en seco.

—Oye, ¿has apagado todo?

—¿Eh? —digo, más en mi mundo que en el de todos.

—Deja —me aparta suavemente y se va a apagar no sé qué. Luego vuelve al pasillo conmigo—. El último lo apaga todo. Algunas cosas no pueden estar encendidas todo el día porque gasta y porque están en malísimo estado. A ver si sale bien lo de la campaña y cambiamos la calefacción y la impresora, aunque sea… —me vuelve a mirar, como recordando que estoy ahí—. Hala, hasta mañana.

—Hasta mañana.

No estoy muy atento a nada de lo que pasa a mi alrededor. Solo pienso en qué hacer con Lydia.

Encima, me está enviando mensajes para que se lo cuente todo. Está desesperada. Pero, casi que prefiero eso. Prefiero que me acose y me presione, antes de que me retire de nuevo la palabra.

Creo que se lo contaré todo hoy mismo… No quiero volver a perder a Lydia.

Por la noche, y dejando para otro momento el relato de Sagitario o el trabajo en la campaña de Pablo Merino, me dedico a escribir un texto enorme para Lydia, para que sepa toda la verdad.

Pasadas las once, le doy a enviar. Ahora Lydia sabrá todo lo de Nora, Salvador y Flora.

Espero que con eso me perdone…

Me tumbo.

Ahora que lo pienso… ¿Qué era la predicción de hoy?

¿Qué planta se ha quemado?

No se ha cumplido, ¿no? Que yo sepa, no he quemado ninguna planta.

Miro la hora y empiezo a agobiarme. Son las doce menos un minuto. No he quemado ninguna planta…

De repente, noto como todo empieza a romperse. Se está desmoronando. Me sobresalto al verlo. Es una sensación que me suena muchísimo.

Todo se desmorona.

No queda nad-



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Capítulo 267

Quemo la planta

“A lo mejor me pongo a quemar plantas porque vuelvo a ser tan idiota como en junio… Lydia estará de acuerdo con eso.”



Ayer fue un día horrible. Me arrepiento muchísimo de no haberle contado a Lydia lo de Flora. Ahora me odia, y con toda la razón del mundo. Además, es que soy como un libro abierto, y sabe lo mucho que tiene que ver el secreto que le estoy guardando a Nora…

Mientras trabajo, cuando llevo ya como dos horas en mi mesa, me doy cuenta de que hay una planta que ayer no estaba. ¿Será la de la predicción de hoy?

No le hago mucho caso.

Por culpa de lo distraído que estoy, voy lentísimo, así que decido quedarme muchas horas extra, incluso aunque no las cobre, para terminar la faena. Al menos, para terminar los diseños físicos e imprimirlos.

—Apágalo todo antes de irte —dice mi compañero, y yo asiento.

Es la primera vez que me quedo solo en la oficina.

Intento avanzar todo lo posible en la campaña de Pablo Merino.

Aunque voy lentísimo, al final, consigo terminar el diseño que me propuse como meta. Hago unas cuantas copias, pero la impresora se atasca. Le pego algunos golpes. He visto a Ignacio hacerlo, aunque Pablo le metió la bronca una de esas veces. Pero, bueno, no me ve nadie… Salvo que revisen las cámaras. Madre mía. No estoy a lo que estoy.

Con uno de esos golpes, ha sonado algo raro. O sea, se ha escuchado como si algo se soltara, pero, al mismo tiempo, ha empezado a imprimir de nuevo. ¿Es algo bueno o algo malo?

Mientras las copias se imprimen, Lydia me envía un mensaje lleno de indirectas para que le cuente de una vez lo que le tengo que contar.

Salgo a la calle y decido llamarla por teléfono. Se lo cuento todo sin falta. Cada cosa. Todo lo de Nora, lo de Salvador y lo de Flora. Decido no darle más vueltas ni posponerlo más porque, si no, la volveré a perder otra vez, y eso no lo puedo aceptar después de, en teoría, haber aprendido la lección.

Espero que sepa perdonarme ahora que lo sabe. No puedo perder otra vez a Lydia por guardarle un secreto a Nora… Y, además, me ayudará a controlar que lo de Flora esté bien.

Me he tirado más rato del que tenía pensado hablando con ella. No me puedo creer lo tarde que es.

De fondo, escucho algunos gritos. No hacía mucho caso porque la gente siempre es ruidosa y aleatoria, pero empiezan a darme malas sensaciones.

Cuando salgo del parque y vuelvo a la empresa, veo que todos los gritos vienen de delante del edificio de la oficina.

Lo que ocurre es visible desde abajo. Se me detiene el corazón cuando lo veo…

Sale humo de la ventana de la planta dos, la de mis oficinas.

No… No puede ser.

No me dejan entrar. Los bomberos llegan y se encargan de todo.

Avisan al jefe, a Pablo Merino, y a otro hombre que creo que es el dueño de la empresa.

Entro con ellos y veo que toda la planta dos al completo está quemada.

Esto… ¿Es mi culpa?

El jefe de seguridad lo confirma al revisar las cámaras.

Por lo visto, se insiste mucho en que se apague todo porque algunos aparatos eléctricos están en mal estado. La calefacción, la impresora, que encima se ve cómo le he dado golpes, y los muchos papeles que he dejado ahí, imprimiendo sin control…

De hecho, revisando con más detalle, se puede ver como la impresora no paraba nunca de imprimir. ¿Por qué? Yo había imprimido solo diez copias… ¿No? No lo sé. No me acuerdo de lo que he hecho…

La impresora acabó echando humo, y empezó una reacción en cadena que… Joder, no me lo puedo creer. Lo estoy viendo, y no me lo puedo creer.

Se ha quemado todo mientras yo estaba hablando con Lydia por teléfono. Las cámaras confirman que el único responsable soy yo.

He quemado toda la planta de mis oficinas al completo…

—Vete a casa —dice Pablo—. Mañana hablamos.

—Pablo… Es que, yo…

—Vete a casa, Izan —dice, con una voz mucho más seca.

Yo asiento en silencio y me voy.

Pocas veces me he sentido tan imbécil, peligroso y destructivo como hoy…

¿Qué he hecho? ¿Cómo he podido cagarla de esta manera?












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